sábado, 23 de octubre de 2010

L U C A S





La joven embarazada se puso a buscar nombres desde los primeros meses de gestación. Iba confeccionando con parsimonia dos listas de los femeninos y masculinos que más le gustaban para elegir después con su pareja entre ellos. Para las niñas elegía nombres de dulce sonoridad y que a ella, cada vez que los pronunciaba, le recordaban murmullos de yerba fresca y agua clara deslizándose entre pequeños guijarros. Eran Rosalía, Eulalia.... En la columna de los masculinos elegía nombres de sonidos más rotundos y contundentes, como Jerónimo.

En la familia había un nombre que le gustaba mucho pero cuando pasaba cerca de algún parque infantil o cuando preguntaba cómo se llamaba el niño de tal compañera, amiga, familar, etc. siempre oía la misma respuesta. Era la época de los danieles y davides, los había (y los oía) con profusión. Además imaginaba los inconvenientes de que en una casa hubiera dos miembros con el mismo nombre, aunque uno fuera el padre y el otro el hijo.

La madre pensó que quizá cuando el niño creciera no iba a estar muy conforme con ese potente y sonoro nombre esdrújulo que a ella le sonaba tan bien (era consciente de que no estaba de moda), por eso quiso añadir otro corto y claro. Para completar las razones a favor de Jerónimo y el nuevo nombre, estaba la musicalidad (tan importante) formada por los dos nombres y apellidos. Eran dos subidas y bajadas. Ella todavía no sabía lo importante que sería la música en la vida del vástago. Así, cuando el crío nació fue inscrito en el registro como Jerónimo Lucas.

Cuando el niño creció y tuvo uso de razón le dijo a sus padres que su nombre le parecía sencillamente horroroso y les preguntó que cómo habían podido ponérselo. No importa, dijo la madre, para eso tienes otro. El otro me parece aún más horrible, fue la respuesta. Así que Lucas fue desapareciendo de los papeles que la madre tenía que rellenar: matrículas, carnets de la biblioteca, de fútbol, de la piscina, inscripciones en las competiciones de fútbol-sala, excursiones, campamentos y demás registros. Jerónimo Lucas pasó a ser Jerónimo L. Pero los amiguitos preguntaban por el significado de esa L y el niño pasaba vergüenza teniendo que confesar ese nombre espantoso. Como los compañeros notaban cuánto molestaba ese segundo nombrecito gastaban todo tipo de bromas al pobre chaval. Por eso, la L punto despareció de todo papel y se perdió su rastro. El niño prohibió a su madre que revelara a nadie que tenía un segundo nombre.

Más tarde, cuando ya era un jovencito, confesó en gran secreto a algún amigo íntimo esta "barbaridad", que servía de risas y bromas durante un buen rato, siempre en privado, claro. La L era totalmente desconocida fuera del círculo íntimo.

El joven creció y se convirtió en un hombre y la L siguió siempre a buen resguardo. Tuvo pareja y al cabo de unos cuantos años su compañera quedó embarazada. En los primeros meses se habló alguna vez de posibles nombres pero entonces como posibilidad remota. Más o menos hacia el quinto mes de embarazo, cuando ya se conocía que iba a ser varón, la madre de Jerónimo se atrevió a preguntar qué nombre pondrían a la criatura. Entonces supo que su nieto se llamaría Lucas.

2 comentarios:

  1. Precioso tu artículo de hoy, entrañable todo lo que puede contener el nombre de un niño cuando fue elegido sin sometimientos a la moda o a las tradiciones.
    Os mando el texto del escritor francès Eric Chevillard (extracto de su blog) cuando el año pasado, se vio en la delicada situación de elegir nombre para su futura hija y título para su última novela:
    "Je suis à la recherche d’un prénom pour ma fille à naître et d’un titre pour le livre en cours. S’il suffisait de créer… Mais il faut encore donner un nom à nos créations, un nom qui ne les absorbe pas, qui ne les épuise pas, qui ne les aliène pas, qui ne les restreigne pas, qui ne soit ni un programme ni une élucidation, un nom qui les distingue sans les damner, surtout pas le fin mot, un nom ouvert comme une question".
    Eric Chevillard

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  2. Ni que decir tiene que estoy totalmente de acuerdo con Chevillard. En todo eso pensaba yo efectivamente a la hora de nombrar a mis pollitos. Él lo dice de forma muy bonita.

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