domingo, 25 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINOCHILENO (10)

El apartamento de Santiago era más pequeño, pero más coqueto que el de Buenos Aires,  tenía buena conexión a internet y una lavadora común en nuestra planta. Y era muy soleado.


A pesar de que mi nuera nos tenía preparada una bolsa con algunas viandas, frutas y zumos, fuimos esa misma tarde a un supermercado grande a llenar el frigorífico para los 10 días que teníamos por delante. Compramos cosas imprescindibles y cosas perfectamente prescindibles; es decir,  caprichos. Volví a comprar leche fresca del día en bolsas de plástico como las que hace años compraba en Madrid. En Chile, ese sistema de empaquetado lo he visto mucho: para yogur, mahonesa, salsas de tomate, etc.


Durante la cena en el restaurante peruano nos hicimos muchas fotos, también a los platos. Ahora, cuando las miro un mes más tarde,  nos veo con caras de felicidad; estábamos contentos, no era para menos. El restaurante resultó bastante bien, si obviamos la decoración. Era viernes por la noche y las mesas estaban llenas de parejas y grupos animados. Por el aspecto, la inmensa mayoría de clientes parecían del mismo país que el restaurante. En Buenos Aires existe una gran cantidad de trabajadores peruanos, muchos de ellos en el sector de la hostelería. Tomamos, cómo no, los platos típicos: ceviche y ají de gallina. Terminamos con el famoso pisco sour.
Al día siguiente quedamos para visitar el pueblito de los Dominicos. Se llegaba muy bien desde nuestra casa en metro, precisamente en una línea recién inaugurada. Al ser sábado y temprano, no iba demasiado lleno e hicimos un viaje rápido y cómodo hasta llegar a la estación del mismo nombre. En el lugar se encuentra la iglesia de San Vicente Ferrer (dominico, de ahí el nombre), monumento nacional que no llegamos a visitar y a su espalda está el llamado "pueblito", centro artesanal que cuenta con un montón de locales comerciales que forman varias calles y plazas, donde venden todo tipo de productos, artesanos unos y otros no tanto.

Antes de llegar recorrimos el famoso mercadillo de frutas y hortalizas del mismo nombre. El colorido era impresionante, variado, se me iban los ojos detrás de cada producto y hubiera querido comprar y probarlo todo. Tengo la impresión de que en América, igual que sus paisajes son más vastos, más grandiosos,    
también sus productos, ya sean del mar o de la tierra, guardan esa diferencia de proporciones. Por eso quizá algunos son más agrestes, más bravíos. Había alcachofas con apariencia de grandes flores abiertas, limones gigantes, apio, aguacates, chirimoyas y cuantos productos se puedan imaginar. Tenían también unas magníficas ostras que  nos llevamos para tomarlas en una de las terrazas del pueblito.


                               ...oo0oo...

Al día siguiente nos levantamos temprano para visitar la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. Me hacía muchísima ilusión pasar el día fuera, cerca del mar, con mi hijo y mi nuera y visitar esa casa sobre la que había leído tantas cosas.
Alberto se levantó pronto para ir a buscar el coche de alquiler y con él nos dirigimos al lugar. Hicimos varias paradas, la primera para repostar: nosotros necesitábamos un café y el automóvil gasolina, la segunda para buscar una cerámica negra en su lugar de origen, Pomaire, pueblo de artesanos cuya tradición alfarera data de antes de la llegada de los españoles a Chile. Siguiendo con la costumbre, cientos de familias han hecho de la artesanía en greda su principal actividad.   Alberto y Amalia la conocían y querían comprar unas piezas.
En el camino también pasamos por Viña Matetic, distinguida por la revista Wine & Spirits como una de las 100 mejores del mundo.


El encuentro con el mar, siempre sorprendente, aquí no nos defraudó. Paramos primero para contemplarlo en una bar con terraza sobre las rocas en las que rompían las olas. De aperitivo las famosas empanadas, rellenas de carne o de cualquier otra cosa. Luego buscamos un sitio con frutos de mar como dicen los franceses. Ahí, también frente al mar, probé por primera vez las almejas gigantes chilenas.


Toda la costa es preciosa. Volvió a impresionarme la grandiosidad de la naturaleza, el mar, el batir de las olas. Era mi primera visión del Pacífico.


Casa de Neruda, enfrente, el Pacífico
Cuadro a la entrada y
Bar salón lleno de recuerdos.
La casa que fue de Pablo Neruda y donde vivió hasta su muerte con su tercera mujer, Matilde Urrutia, está en un lugar privilegiado frente al mar, en una especie de acantilado. Ninguna de las casas de Neruda es de lujo pero sí están llenas de antigüedades y cosas curiosas y raras que él fue coleccionando a lo largo de sus viajes. Esta de Isla Negra es grande porque le fue añadiendo piezas, la vista desde cualquiera de sus rincones o ventanas es impresionante. Ahora es un museo visitado por muchísima gente de todo el mundo. Durante la dictadura de Pinochet fue expropiada al partido comunista que es a quién la legó.


Salí de allí con nostalgia y con el firme propósito de comprarle a Amalia Confieso que he vivido.









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viernes, 23 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (9)

Después de haber cruzado el Atlántico, las dos horas y media que separan Buenos Aires de Santiago de Chile son poca cosa. Eso en cuanto a duración del viaje se refiere, porque la travesía de los Andes es de lo más grandioso que he visto. El día era claro, así que los pudimos apreciar en toda su magnificencia.

El tiempo de recoger las maletas, control policial, etc. se me hizo eterno, aunque fue más rápido que en Buenos Aires porque éramos menos viajeros llegando al mismo tiempo. Y por fin los vi, ahí estaban mi hijo y mi nuera, esperando. Nos abrazamos. A partir de ese momento, algo cambió. Ya no éramos los turistas que estaban lejos de su país, ahora volvíamos un poco a casa: estábamos juntos. Ellos nos guiaron a partir de ese momento. Nos tenían taxi reservado y por el camino nos contaron cosas de Chile, de Santiago.

Desde el asesinato del presidente socialista Allende, le he tenido a Chile un cariño especial. Ya por entonces tenía inquietudes políticas (en realidad creo que desde mis primeros años juveniles) y seguía, entusiasmada y preocupada, la aventura de Salvador Allende. En 1973 empezaba a haber cierta apertura política en la prensa y la televisión españolas y eso hizo que pudiéramos seguir el golpe del asesino dictador Pinochet muy de cerca. La muerte de Allende, de Víctor Jara, de Neruda,  los estadios llenos de ciudadanos que serían después torturados, masacrados, los sufrimientos del pueblo chileno, fueron episodios que quedaron para siempre en mi memoria. Ahora, muchos años después, estaba allí.

Mi primera impresión de Santiago es que era más árido que Buenos Aires, más recoleto a pesar de ser una gran urbe, una ciudad más a "la medida del hombre", como luego les diría a mis hijos. También más oscura. Tiene unos cinco millones de habitantes.
 Su situación hace que exista contaminación casi constante sobre ella. La ciudad está emplazada en un llano conocido como «cuenca de Santiago» que limita con el cordón montañoso de Chacabuco por el norte, la Cordillera de los Andes por el este, la angostura de Paine por el sur y la cordillera de la Costa. Es la razón del problema medioambiental que sufre Santiago, el esmog, más persistente en los meses invernales. 

El apartamento de mi hijo y mi nuera era pequeño pero suficiente para ellos. Una vez comprobado que estaban bien instalados, nos acercamos a conocer el nuestro, que se habían encargado de reservar en una zona moderna, al lado de su casa. Dejamos las maletas y bajamos a comer. Ya se nos había echado un poco la hora encima, así que no buscamos mucho, lo hicimos en una terraza cercana. Todo era nuevo para mí, estar allí con ellos me parecía mentira. Los miraba a los dos, felices, y me preguntaba si habrían pasado malos momentos, al llegar, solos.

Hay mucha diferencia entre acercarte a un restaurante de un país extranjero solo o con alguien que te guíe. Ellos sabían qué había que pedir en cada sitio, la diferencia entre nombres de los platos en la carta y realidades. He de decir que tanto en Argentina como en Chile, comparada con España, la comida es menos variada y, por qué no decirlo, peor. Recuerdo a un argentino, Federico Luppi, alabar la cocina española  reconociendo su superioridad, así que yo también lo puedo comentar. 

Mi hijo y mi nuera tenían planes para nosotros ese fin de semana y el siguiente. El resto de la semana nos las tendríamos que arreglar solos, aunque por la tarde, después de su jornada laboral, también podríamos contar con ellos. ¿Se puede pedir más? Después de comer nos fuimos a descansar del viaje y quedamos para cenar en un peruano. 







lunes, 19 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (8) FOTOS

Detalle de ángel con telaraña en el cementerio de Recoleta.
 Y dos lápidas.
      
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Antiguo mercado de Abastos
Pedí a Daniel que tomara el detalle del escaparate con idea de aparecer yo reflejada, pero apenas se me ve.
Ombú gigante


sábado, 17 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (7)

Los barrios de Buenos Aires están muy diferenciados entre sí, cada uno con sus características. El nuestro, Recoleta, es un barrio tranquilo (aunque no nuestra avenida), céntrico y señorial, y en  la zona centro también existen calles muy tranquilas escondidas entre las más concurridas, pero el barrio bohemio, de intelectuales y moderno por antonomasia es Palermo. Lo visitamos en varias ocasiones, una noche para cenar (plaza Cortázar), una mañana para callejearlo, tomar algo y hacer  compras por la tarde (calle de J.L.  Borges).
Cenando en una de sus terrazas al aire libre, te parecía estar en cualquier ciudad europea mediterránea, igual que paseando por sus calles llenas de tiendas de moda.


Paseamos mucho por Montserrat, San Telmo, Callao, visitamos la casa Rosada y los Olivos, las dos residencias de la actual presidenta, muy distantes entre sí pero que salieron a nuestro paso de forma casual. 
Lo que sí fuimos buscando expresamente fue la librería El Ateneo. Como ya he dicho antes, Buenos Aires está llena de librerías (muchas de esta misma cadena); lo que ésta tiene de particular es que está dentro de un teatro, mejor dicho, el antiguo teatro Grand Splendid se ha convertido en librería. Las fotos lo dicen todo, así que no la voy a describir. Sí diré que tiene muchos fondos, variedad de secciones (música, infantil) y que es visitada por miles de turistas. La recorrimos, compré un cuento para mi nieta mayor y tomamos un vino en su restaurante antes de irnos a comer.


Hay algo que no hice en Buenos Aires y esto, si la visita hubiera sido simplemente unos pocos años antes, no me lo hubiera ni creído ni perdonado: ir a ver cantar o bailar tango, y sobre todo, no hacerlo yo misma.
Ya he contado la anécdota de La Boca, pero he de decir que por la tarde/noche llegábamos agotados. Queríamos visitar algún sitio auténtico, no para turistas, para éstos había infinidad de espectáculos anunciados. Queríamos que fuera más bien algún lugar tranquilo donde poder escuchar a  tanguistas de verdad.  Nadie nos supo orientar y nosotros tampoco lo buscamos con ahínco, como hubiéramos hecho en otras circunstancias.


Y llegó el momento de la partida. Ahora sí me empezaba a poner nerviosilla porque pronto iba a poder abrazar a mi hijo, estaba ya cerca, a unas cuantas horas, tras una poderosísima mole montañosa.
Julio, el portero, tenía un sobrino que era taxista y con él convinimos la ida al aeropuerto. Habíamos quedado a las 8 de la mañana y acudió puntual a recogernos. Conducía, como todos los bonaerenses, a velocidades endiabladas entre autobuses, autocares, taxis, muchos taxis con los que parecía competir, y coches particulares. Nuestras maletas iban más llenas y nuestros corazones con la nostalgia de saber que seguramente ya nunca más volveríamos a esa ruidosa, bulliciosa, grande, diversa y bella ciudad.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (6)

Una tarde, paseando por la avenida de las Heras y yendo en dirección a la plaza de Italia, atravesamos un pequeño parque, de los muchísimos que hay en la zona.Empecé a notar unas gotas que cada vez eran más persistentes. Creí haberlas sentido en algún otro momento pero entonces pensé que sería quizá el rocío mañanero; sin embargo ahora hacía una tarde soleada y el cielo lucía totalmente despejado. Pensé en algún pájaro, alguna hoja que contuviera todavía humedad, pero no, por más extrañeza que me causara, mientras más atención ponía, más se parecía a la lluvia. Hasta tal punto llegó mi desconcierto que al cabo de un rato de "persistente lluvia" pregunté a una transeúnte. Es de los árboles, sueltan gotitas, se llama "llanto de las tipas" me respondió comprensiva. Al día siguiente, curiosamente, vi un artículo en el periódico Clarín que hablaba del "llanto de las tipas". Este fenómeno estaba en todo su apogeo. Las tipas son unos árboles introducidos en Buenos Aires a mediados del XIX y aclimatados rápidamente. Tienen unas preciosas flores amarillas que abren en diciembre. Por desgracia no llegamos a verlos floridos, habría que haber comparado su amarillo al lado del lila de las jacarandás.
El fenómeno se debe a un insecto llamado chicharrita. Éste coge la savia de la tipa
y la que no asimila genera una espuma alrededor de su cuerpo: es lo que gotea. Afortunadamente no mancha, es como agua azucarada.

Nuestro hijo, que había visitado hacía poco tiempo Buenos Aires, nos había recomendado: a la Boca hay que ir, pero la visita no merece más de cinco minutos. Es exactamente así.
Habíamos pensado tomar el bus turístico que recorre la ciudad. En teoría es muy práctico. Se paga un billete, creo que de unos 75 pesos, y puedes subir y bajar cuantas veces quieras. En la práctica no salió bien. Esperamos durante más de media hora y cuando pasó no quiso o no pudo recoger a los turistas que estábamos esperando.
Paramos un taxi.
El barrio está sucio, descuidado, lleno de tiendas para turistas y de parejas "disfrazadas" de tanguistas en cada local, cada esquina, con música de lata sonando a toda pastilla. -Voulez vous dancer tango, madame? A pesar de todo lo anterior, me moría de ganas de decir que sí, pero me pudo la vergüenza y dije: non, merci.
No sé cuál será la razón de que, cuando estoy fuera de España (aquí también me ha pasado más de una vez) me tomen por francesa.
Recorrimos un par de calles, entramos en otras tantas tiendas, nos paramos con algún artista de los que pintan al aire libre y nos marchamos. Tenemos en casa un cuadro de 1985 del pintor argentino Jorge Terrones Acuña que refleja fielmente lo que es el barrio de La Boca. Casas de mil colores, vallas, rejas, ventanas y puertas compitiendo en gamas de imposible combinación.
No vimos el gran estadio del Boca Juniors, la Bombonera. Y eso que llevaba el encargo de un amigo. Pasamos cerca de otro más pequeño pero pregunté al taxista que nos llevaba y nos contestó (molesto de que pudiéramos confundirlo) que no era ese.

A Buenos Aires no quise llevarme lectura. Lo que tenía en el libro electrónico no me apetecía y no quería cargar con libros, pero comprobé que en casa, en las horas de descanso, necesitaba leer y la ciudad está llena de librerías. En una cerca de casa, compré algunos de antiguas ediciones y baratos para poderlos dejar allí una vez leídos. Me apetecía entretenerme así que compré Los elefantes pueden recordar, de Agatha Christie, La suma de los días, de Isabel Allende y un ensayo de Ernesto Sábato que me defraudó y no terminé. Los dos primeros me los bebí y se quedaron en Santiago, el de Sábato lo dejé para el camino de vuelta y al llegar a casa lo solté sin terminar y no sé siquiera por dónde anda.
Después de andar toda la mañana fuera, a mediodía volvíamos a casa para descansar un rato. Eso era después de comer, en torno a las cuatro de la tarde. A esa hora, había un pájaro que se ponía a cantar. No era un canto desagradable pero tampoco ameno. Parecía de un ave grande y sonaba insistente, rítmico, monótono. También nos amenizaba los despertares. Después de dos días pregunté al portero qué vecino era el que sacaba a la terraza la jaula del pájaro. No es de ningún vecino -me dijo-, son los pájaros de la calle que anidan en los árboles del patio interior. Julio aseguró que se llamaban zorzales cuando yo pregunté, pero creo que no hablábamos del mismo pájaro.

domingo, 11 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (5)
















Puesto que sólo disponíamos de cinco días para estar en Argentina y dadas las distancias del país, optamos por conocer bien la capital, por tanto nada de excursiones largas. Sí elegimos una cortita y cómoda que nos recomendaron. Fuimos a Tigre. Es una pequeña población que se encuentra a 32 kilómetros al norte de Buenos Aires. Se llega en tren y desde allí empieza una preciosa excursión a lo largo del río del mismo nombre. El Tigre es uno de los principales brazos de la desembocadura del Río Reconquista. El río y la población toman el nombre de los tigres americanos (yaguaneté) que abundaban en la región.

Por fortuna, la estación no se encontraba lejos y también pudimos ir dando un paseo. Como siempre, allí, ya lo he contado, una cosa que está cerca es que dista dos o tres kilómetros. Enfilamos la avenida del Libertador despacio, haciendo fotos a los monumentos, a los árboles… si haces una foto a uno que te parece digno de atención, al momento encuentras otro aún más bonito.

La estación de Retiro tiene un amplísimo hall, aunque bastante oscuro y a esa hora de la mañana rebosaba de pasajeros presurosos. El tren que nos llevó hasta Tigre, digamos que no era de primera. Me volvió a recordar la España de los 60. Había que buscar un asiento que tuviera la tapicería en su sitio.

La estación fluvial de Tigre es un importante nudo de comunicaciones por donde transitan infinidad de viajeros y mercancías en todo tipo de embarcaciones. La desembocadura del río forma un gran delta compuesto por innumerables brazos de otros ríos, arroyos y canales que dan lugar a un laberinto de islas de espesa vegetación.

Sus canales también son aprovechados para hacer todo tipo de deportes acuáticos y de aventuras. El puerto consta de tres dársenas, la primera para viajeros, la segunda para transporte de mercancías y una tercera que hace las veces de aparcamiento de embarcaciones.

Al llegar, no nos detuvimos. Nos dirigimos enseguida hacia el puerto desde donde salen los catamaranes o lanchas colectivas, en la primera dársena, que es donde atracaban los barcos que nos interesaban. Sacamos los billetes y aprovechamos para tomar un tentempié antes de salir. No tuvimos que esperar mucho tiempo porque las salidas con excursionistas de todo el mundo son constantes.

Hablar de ríos en América es hablar de algo distinto a lo que estamos acostumbrados por aquí. Cuando los navegas, la frondosísima vegetación de sus orillas, y su corriente te transmiten el poderío de la naturaleza.

Para entender un poco de qué estoy hablando, si alguien tiene curiosidad, puede ver el vídeo que pongo aquí. Lo he encontrado en youtube y podía haberlo hecho yo, creo que es exactamente el mismo viaje. Yo tomé muchos cortitos, no sé si podré subir alguno al blog.

http://www.youtube.com/watch?v=Rtvf0RbFevQ

Nuestra excursión terminó en el circuito turístico “Tres Bocas”, donde el río se divide en tres brazos que forman a su vez cuatro islas, dos de ellas unidas por un pequeño puente de madera.

Afortunadamente, había libertad total para deambular a tu antojo. Como he dicho, la naturaleza lo inunda todo, pero después de cotillear con el personal, supimos que las islas están cada vez más pobladas y el entorno más deteriorado. Aquí y allá se encontraban construcciones de todo tipo, sin orden ni concierto y nos preguntamos qué medidas sanitarias habría. Parece que cada vez más bonaerenses se hacen allí sus casas y viven permanentemente, yendo cada día a la gran urbe a trabajar.

Como había barcos de regreso cada cuarto de hora, cuando nos cansamos del paseo nos paramos en una de las varias terrazas al aire libre que había y allí probamos su parrillada o quinche. Me llamó la atención que, a los postres, ofrecían el Lemoncello como algo “incomparable”.

La vuelta la hicimos con un grupo de españoles con el que contactamos y que se quedaron después a ver el famoso mercado de frutas de Tigre. El viaje de vuelta en tren (la mitad, porque hubo una pequeña parada) la hicimos en cambio charlando con un grupo de jóvenes franceses. En esa parada tuvimos que salir de la estación para buscar un servicio (los que tenía la estación estaban cerrados) y los dueños del coqueto café donde entramos, amabilísimos, nos sugirieron volver a nuestra casa en colectivo. Así lo hicimos y resultó una bonita excursión: atravesamos medio Buenos Aires.



viernes, 9 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (4)






En algunos aspectos, Buenos Aires recuerda a las ciudades españolas de los años 70-80. Las aceras están deterioradas, sin terminar o mal acabadas. Es peligroso. Esto, que parece una tontería, no lo es en absoluto. Más te vale ir mirando, si no, los tropezones, torceduras, etc. pueden ser abundantes. También ocurre con los edificios, solares, etc., hay muchísimos a medio terminar, en estado de abandono. Otro tanto pasa con los servicios y eso es si hablamos de barrios más o menos céntricos. Si te alejas de ellos, es aún peor.

Al día siguiente de llegar nos encaminamos a visitar un cementerio que quedaba en nuestro mismo barrio, Recoleta, aun así tuvimos que andar un par de kilómetros. No nos importó, salíamos frescos y con ganas de andar.

A principios del XVIII, los frailes de la orden de los recoletos descalzos construyeron una iglesia y un convento en el lugar, que quedaba entonces a las afueras de Buenos Aires, pero hoy es un barrio céntrico, con numerosos espacios culturales, monumentos históricos, amén del Museo de Bellas Artes y la Biblioteca Nacional, así como varias facultades universitarias. También cuenta con numerosas estatuas y esculturas al aire libre en parques y plazas.

Cuando la orden de los recoletos se disolvió en 1822, en el huerto del convento se construyó el cementerio. El nombre del cementerio y del barrio derivó de "recoletos" a Recoleta. A partir de entonces fue el cementerio público de Buenos Aires.

El cementerio tiene una gran variedad de mausoleos de personajes ilustres y conocidos. El estilo de las tumbas, panteones y mausoleos también es diverso pero casi todos son de gran belleza. Sus figuras de ángeles y santos son ávidamente fotografiadas por los turistas. Cada mausoleo presenta el nombre de la familia labrado en la fachada, con placas de bronce donde se van añadiendo los nombres de los difuntos. También hay tumbas sencillas, como la de Evita Perón. Sus calles estrechas eran propicias para pasear en esas primeras horas de la mañana soleada que nos había tocado.

El entorno del cementerio también es precioso, amplio, rodeado de vegetación: árboles, plantas y parterres. No es de extrañar que la gente de la zona utilice mucho el lugar paseando o en sus numerosos cafés. Nosotros elegimos uno con gran terraza, café la Biela, rodeada de jacarandás en flor y de un inmenso ombú centenario. Allí tomamos un café para reponernos de la visita.


En la línea 8 falta "lo mismo ocurre con los servicios". No soy capaz de cambiar la foto.












lunes, 5 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (3)






Lo primero que llama la atención de Buenos Aires es el arbolado. Cuando llegamos estaba terminando la primavera y a punto de empezar el verano y las amplias avenidas y calles tenían los árboles esplendorosos, muchos de ellos en flor. Sus amplísimas avenidas y sus calles están repletas. La ciudad tiene además un montón de parques por donde la gente pasea, hace footing, saca a los perros o se tumba al sol. El primer día de estancia lo dedicamos a callejear, sin ningún plan concreto. Queríamos vivir la ciudad, tomar el metro, allí lo llaman subte, el autobús (colectivo), y cómo no, más taxis.
Salimos cargados con ordenador y mochila ya que aún no habíamos descubierto el Starbucks de al lado de casa y teníamos que comunicarnos con nuestro hijo. Los teléfonos españoles ni allí ni en Chile funcionaban. Sólo en zona wifi podías hacer uso del whatsapp o internet a través del iphone. En cualquier sitio de los barrios céntricos abundan los cafés con wifi, así que no fue difícil.
Anduvimos por Corrientes, Florida, etc. Ésta última es una calle de mucho comercio, con infinidad de tiendas de prendas de cuero, de lana y circula un apretado gentío entre sus calles. La gente se asombraba de que llevara la mochila a la espalda. En todos sitios, en el café, en el metro, por la calle, me sugerían tener cuidado. “Mejor póngala delante” decían, pero la verdad es que en ningún momento hubo problemas. Nos metimos a comer a una preciosa galería comercial (hay muchas) donde nos sorprendieron los adornos navideños al lado de gente con manga corta. Tuvimos mucha suerte al encontrar el Restaurante Francesca. Allí se veía gente de negocios, ejecutivos y chicas monas que debían trabajar por la zona junto a señoras “bien” que andaban de compras. Probamos la mejor carne de toda nuestra estancia: un buen solomillo de res que allí llaman lomo. Al lomo lo llaman bife.
A la salida, no pudimos resistir la tentación de algunas tiendas y picamos.
Por la noche habíamos quedado con unos conocidos que nos llevaron a un restaurante cuyo dueño era español. La carta disponía de algunos platos que podían hacernos caer en la tentación, pero afortunadamente íbamos acompañados y orientados: nada de pedir marisco. Cualquier semejanza con lo que nosotros conocemos es pura coincidencia. A Argentina se va a comer carne y ¡vaya si la comimos! El local en cuestión se llamaba “El rey de la papa frita”. Los argentinos presumen de ser originales a la hora de poner nombre a su negocio. Si esto no se alarga demasiado, quizá le dedique un tiempito a algunos curiosos aunque, por desgracia, ni los anoté, ni los fotografié, pero alguno debe haberse quedado en el coleto.




domingo, 4 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (2)




Con dos horas y media de retraso, aterrizamos en el aeropuerto internacional de Ezeiza, a unos 35 kilómetros de Buenos Aires, cuando eran las once de la noche. Después de recoger las maletas y pasar el control aduanero, ya sólo nos quedaba cambiar unos cuantos euros por pesos en una oficina de cambio existente en el mismo aeropuerto (y abierta a pesar de la hora) para poder tomar un taxi. Ojalá esta palabra “tomar” la hubiera utilizado con más frecuencia a partir de ese momento. Así habría evitado la cara de estupor (otras veces apenas podían contener la risa) de algunos argentinos. Aún recuerdo la de un camarero la primera mañana que entramos en una cafetería y, señalándole el periódico, le pregunté: ¿puedo cogerlo?

El taxista, como era previsible, nos timó. Supimos más tarde que nos había cobrado 100 pesos más de lo habitual. En todo caso, los taxis no son muy caros. El taxi enfiló la autovía a gran velocidad. Pasamos los dos peajes y llegamos por fin a nuestra dirección. Me dejó sorprendida que habiéndose pasado un número de la calle adonde íbamos, en vez de dejarnos allí mismo o dar marcha atrás, optó por darle la vuelta a la manzana, gran manzana ya que entre calles de dirección prohibida, un parque y una gasolinera, tuvimos que hacer un par de kilómetros más.

En Argentina, cuando preguntas por la distancia en una calle, se habla de cuadras (cuadra es el lado de una manzana). Una cuadra suele medir unos 100 metros. Por eso la numeración no es continua sino que en cada cuadra empieza una centena. Así, si en la cuadra de los números 1400 éstos llegan sólo hasta 1460, en la siguiente cuadra las viviendas comenzarán por el número 1500. Por eso se explica la numeración tan altísima, además de que las distancias son grandes.

Nuestro apartamento estaba en el barrio de Recoleta, bastante céntrico y nuestra calle, avenida en este caso, era transitada constantemente por múltiples líneas de autobuses, taxis y todo tipo de transportes, por tanto muy ruidosa. Afortunadamente nuestro apartamento daba a un amplio patio interior.

En el momento en que me disponía a llamar al timbre, apareció en la puerta el portero, Ramón, hombre educado y agradable. Al pobre lo hicimos trasnochar esa noche, estaba pendiente de nuestra llegada para poder irse a dormir.

A partir de ese momento, todo empezó a salir bien, el apartameno era amplio, luminoso y disponía de todo lo necesario, incluido un aparato de tv donde se podía sintonizar el canal internacional de televisión española y la calle estaba llena de tiendas de todo tipo. Además teníamos internet. Al día siguiente comprobamos que el Mac portátil no se podía conectar pero no importaba porque en la misma cuadra teníamos un Starbucks con wifi donde íbamos en busca del segundo café. El primero, con fruta y tostadas incluidas, lo tomábamos en casa antes de salir. Tanto en Chile como en Argentina volví a tomar las tostadas con mantequilla, en lugar de aceite de oliva, a veces con pan tostado y otras sin tostar, recordando mis desayunos franceses. La primera mañana compré a la carrera en el pequeño supermercado de al lado lo mínimo imprescindible para esos cinco días que íbamos a pasar allí. Me hice un poco de lío con las monedas pero eso sólo fue la primera vez.

En la foto, una parte del salón.