domingo, 19 de agosto de 2012

ESA SENSACIÓN

Ventana, pueblo, cuadro (mi)




En mi pueblo, en la sierra del norte de la provincia de Córdoba, si voy en julio o agosto a tomar el aperitivo paso mucho calor, tanto que me planteo si ir en coche o a pie, a pesar de ser sólo unos cientos de metros. Ambas decisiones tienen sus pros y sus contras. En coche tardo menos, por tanto paso calor durante menos tiempo; o no, porque cuando voy a  meterme dentro, necesito dejar pasar unos minutos. De todas formas, he de poner algo en el asiento para no quemarme. Igual pasa con el volante si no he sido previsora. No hay edificios altos ni arboleda, así que imposible buscar una sombra.
El último día que bajé, decidí ir andando. La ida es llevadera; a la una y media del mediodía aún no quema mucho el sol. El problema es la vuelta. Mis pronósticos sobre el horario previsto de regreso siempre son superados. Pensaba en una o dos rondas pero hay gente que piensa en las tuyas más las suyas. Además ahora, por fin, ya se puede tapear, con lo cual, acabo saliendo comida de los contados bares.
Era un día de los más tórridos del verano, 43º de máxima dijeron en las previsiones. A las tres y pico de la tarde salgo al bochorno de la calle. La luminosidad me ciega y una vaharada de aire quemante me invade en segundos. Aligero el paso camino de mi casa. Siempre que no tenga que desviarme mucho de la línea recta, procuro pasar debajo de las escasas sombras que producen los ralos arbolillos del camino.
Casi llegando, siento que ya el cuero cabelludo me hierve y toda la piel me arde.
Esa sensación de abrir la puerta de casa y que la temperatura baje de pronto 15º, adentrarme en ella y que siga bajando, es muy agradable. Me encierro en mi habitación interior en penumbras, me desnudo, me meto en la cama y noto las sábanas frías. Con el contraste, la impresión de frescor  es tanta que la sensación es de una ligera brisa recorriéndome el cuerpo sofocado y ardiente. La habitación está cerrada a cal y canto pero noto el frescor de la suave corriente de aire por toda la piel; busco los centímetros de sábanas frías e intocadas que quedan. Un estremecimiento me recorre  la epidermis, el vello se eriza.

Esa sensación es única.


***

Nota para despistados: las construcciones antiguas no necesitan aire acondicionado.



5 comentarios:

  1. Que suerte la tuya y que envidia me das, pues Córdoba capital está que arde.
    Es curioso lo poco que se necesita para experimentar un gran placer.
    Saludos

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  2. Sí, Antonio, ése es el milagro. La temperatura exterior y la interior, el día y la noche allí. Tú lo sabes.

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  3. En primer lugar, precioso y original tu cuadro.
    Delcalor no me hables. Yo en verano no me muevo de la costa gallega, de esta esquina de España, que es Coruña(Atlántico-Cantábrico). A veces incluso llueve y hay muchos días grises, pero lo prefiero. El calor me sienta muy mal, quizá porque nací acariciada por la brisa atlántica.

    Me encanta Córdoba, para mi lo más andaluz de Andalucia. En primavera es una explosión de color y de perfume que emanade sus maravillosos patios y jardines.

    Lo del aire acondicionado es un error de esta modernidad absurda. El aire acondicionado me costó estar todo el mes de julio con un catarro inusual como no lo tuve nunca ningún invierno.

    Que sigas disfrutando de esa maravillosa ventana y de ese cielo azul, y de ese aire fresquito en la intimidad de tu hogar.

    Un abrazo.

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    1. Hola Chela, haces muy bien en quedarte en ese privilegiado lugar en verano, desde luego a Córdoba no se te ocurra bajar ni en julio ni en agosto.
      Lo del aire acondicionado es de lo más absurdo. Ayer mismo en el cine si no hubiera llevado chaqueta me hubiera tenido que salir.
      Gusto verte por aquí. Besos.

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  4. Que bien describes la sensación de placer al pasar a la habitación después del tórrido paseo buscando las sombras que vas encontrando.
    Así es nuestro pueblo!

    Besos.

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