lunes, 4 de marzo de 2013

CARTA A MIS NIETAS




Queridas nietas: esta es la primera carta que os escribo y es para cuando seáis mayores, tan mayores como para que ya os hayáis planteado esas preguntas que sólo se hacen a cierta edad. ¿Cómo era mi abuela Manuela? Qué cosas le gustaban, le interesaban, cómo era un día en su vida... todas esas preguntas que yo, hace un tiempo, me hice sobre mis abuelos.

Al escribiros he estado tentada de poner “queridos nietos”, pero Lucas es todavía muy pequeño y ya tendré tiempo de escribirle a él, aunque esta carta, si no cambian mucho las cosas, también la leerá un día, estoy casi segura.

Entre las cosas que puedan cambiar está la forma de comunicación. Ahora tenemos ordenadores pero ¿dentro de cincuenta años?  ¿Podremos trasladar la información conservada a los nuevos soportes? Estoy pensando en todos esos aparatos que he tenido y de los que me he tenido que deshacer por obsoletos. Mi primer magnetófono, las cintas, vinilos, tocadiscos, etc. que se han ido desechando. Por no hablar de las máquinas de escribir, cámaras fotográficas, teléfonos,  etc. ¿Cómo será todo dentro de cincuenta, sesenta años?

Bueno, pues como os decía os escribo para contaros que sois un poco las responsables de esta especie de diario que comencé a escribir cuando me jubilé. Pero no quiero engañaros, he dicho sólo “un poco responsables” porque si tengo que ser sincera, tendré que confesarme que en el fondo lo he hecho por y para mí. Qué tanto por ciento ha influido saber que a mis hijos les gusta conocer cosas de su madre y qué porcentaje ha sido pensando en vosotras, mis preciosas nietas, eso ni siquiera yo lo sé.

De todos modos no aspiro a que esto sea un retrato, ni mucho menos. Ni lo quiero, ni sabría hacerlo. Como digo en el encabezamiento del blog, son pinceladas, cosillas. Aquí cuento lo que me parece. Además quiero que tengáis en cuenta la edad que tengo en el momento en que lo escribo. He conocido a lo largo de mi vida a gente  muy variopinta y extraordinaria y he recorrido la península, casi toda Europa y también he viajado a lugares alejados, pero ahora llevo una vida más apacible, donde priman otras cosas. Vosotras, por ejemplo, ocupáis una parte importante de mis intereses actuales.

Alguna me vez me digo a mí misma que por qué  hago públicos estos escritos. Si son para vosotras, los podría tener en un archivo, pero no sabéis lo desordenada que soy y seguramente si no los tuviera que presentar en público, primero no estarían tan cuidados (tampoco lo están tanto, cuántas veces me he arrepentido de darle al intro (o publicar) demasiado pronto, antes de echarles una última lectura) y segundo ya estarían la mitad de los textos extraviados, por no hablar de los que no hubiera escrito por dejarlos “para más tarde”. Eso me pasa ya, no creáis, pero esto de tener que poner aquí algo por lo menos una vez al mes o cada dos, me obliga un poco. Con todo, dejo muchas veces de escribir porque me digo: total, ¿para qué? ¿Qué le importa al mundo mi opinión sobre el reciclaje, por poner un ejemplo (por cierto, tengo que escribir algún día sobre ello, ya que sólo lo rocé en el tema del agua de la ducha)? ¿A quién le importa dónde he ido, qué he visto, dónde, qué y con quién he comido, qué he sentido? Bueno, y a mí qué más me da si les importa, si no, si les irrita o si les parece una bobada, yo lo escribo porque quiero, porque me sale en ese momento, porque pienso (aquí es donde intervenís vosotras) que un día a lo mejor (o no) os gustará leerlo, porque sí he descubierto, gracias precisamente al blog, que a mis hijos también les gusta saber cosas mías que no salen en las conversaciones, ni en las fotos guardadas en los álbumes, olvidos, ideas dadas por supuesto, etc.
Es todo cuanto quiero deciros (por ahora). Un beso.


2 comentarios:

  1. La alegría de los nietos, por cierto preciosos. Que mejor recuerdo puedes dejarle que tus letra dedicadas a ellos.
    Besos.

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    1. Sí, Rafaela. Presumo que te pasa un poco lo mismo. Un beso, amiga.

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