sábado, 12 de octubre de 2013

TRENES




Siempre me ha gustado viajar en tren, desde chica. Mis primeros viajes fueron en los años cincuenta en la línea de vía estrecha que unía Puertollano con Pueblonuevo-Peñarroya y que pasaba por mi pueblo. Utilizábamos esos trenes entonces para ir hacia el sur, raramente. Recuerdo alguna vez a Pozoblanco y bastantes más a Villanueva. Casi siempre era para alguna compra relacionada con el trabajo de mi padre, aunque también recuerdo haber ido a hacerme la foto de mi primera comunión. Pero los viajes más frecuentes eran hacia el norte, a La Garganta, y sobre todo Puertollano. Mi padre tenía varias tías y muchos primos allí.  Mis padrinos, que fueron los de boda de mis padres, acabaron instalándose también en el pueblo minero y en su casa pasé alguna temporada. Asimismo íbamos a Puertollano cuando queríamos hacer alguna compra más especial, como por ejemplo la tela para aquel traje rojo de chaqueta que me hizo mi padre y cuyo cierre eran ya (año 1958) los típicos palillos abrochados con cordones que luego se llevaron tanto en los setenta en las trencas de todos los "progres" de la época.

Hubo también un viaje a Fuente del Arco, en Badajoz y otro, feliz, a Córdoba. Y aun otro, más aciago, a la misma capital, donde mi padre sufrió el terrible accidente que lo mutiló.

Por último, refiriéndome siempre a mi niñez, el que me alejó definitivamente de mi pueblo y que ya he relatado en algún otro escrito: el decisivo viaje a Madrid de toda la familia.

Y ahora mismo no puedo dejar de citar mi primer escrito llamado "Viaje a Sevilla", gracias al cual me di cuenta de que podría contar alguna historia y responsable seguramente del comienzo de este blog.

Pero no quiero enumerar cada uno de los viajes que he hecho a lo largo de mi vida sino este último, el de la semana pasada. El preámbulo era sólo para poneros en antecedentes de que me gusta mucho viajar en tren, más que en cualquier otro medio, aunque no lo practique con tanta frecuencia como me gustaría. Desde luego lo prefiero al barco, al coche y ¡no digamos al avión! 

He viajado en tren  por varios países de  Europa y realicé  en tren el recorrido Nueva York-Boston y también un trayecto corto desde Buenos Aires. Me parece el medio más seguro. Por eso no me importó volverme sola desde Huelva a Madrid y luego a Toledo por ferrocarril.

 Estación de Huelva




De todas las provincias andaluzas, la peor comunicada por ferrocarril con Madrid es Huelva. Incluso las más alejadas como Almería o Cádiz están mejor. De Málaga, Sevilla y Córdoba, ni hablamos, sobre todo esta última, entre las dos anteriores y la capital. He de decir que no sé muy bien cómo andan Jaén y Granada de trenes. Huelva sólo tiene uno diario en cada sentido. Parte a las 8 de la mañana, así que si no te encuentras en la misma capital has de darte un buen madrugón para llegar a tiempo.

En la misma estación hay dos máquinas expendedoras de billetes, además de la taquilla. Una de ellas funciona y la otra no. Lo lógico sería advertirlo mediante un cartelito tipo “máquina averiada” o “momentáneamente (mentira) fuera de servicio”. Pues no. Llegas con el tiempo justo y lo pierdes intentando sacar ahí tu billete. Entonces compruebas que no funciona y te diriges a la ventanilla: “Mire, estoy intentando… y no…” 
_ Sí, ya, es que una de ellas no funciona, te contestan tan tranquilos.

Después de muchas manifestaciones reclamando la alta velocidad, se ha conseguido que el nuevo trazado hasta Sevilla esté listo. Por eso los viajeros tenemos la gran suerte de hacer el recorrido en tan solo tres horas y cuarenta minutos, que para esa distancia (Huelva-Madrid) está muy bien. Lo que no está tan bien son los trenes que han elegido para la línea:  los Alvia. El traqueteo, no sé si debido al modelo de tren, a la vía o a la inadecuación entre vía y tren, es absolutamente insufrible. Si alguna vez tenéis que tomar este tren os sugiero que no comáis nada hasta pasar Sevilla, a riesgo de que echéis hasta la primera papilla. Estos trenes, bastante modernos, no llevaban papel en los servicios. 

Al llegar a Madrid no me dirigí a ninguna de las máquinas expendedoras por miedo a que me pasara lo mismo que en Huelva. Además dudaba de que el aparato me diera la opción de utilizar mi tarjeta dorada. Así pues me dirigí a las taquillas (16 o 18) donde fácilmente podría obtener mi billete, pero ¡oh, sorpresa! más de la mitad estaban vacías. Al consultar este hecho con una empleada de Adif me contestó con muy mal humor “qué quiere que haga, falta personal”. Disponía de cincuenta minutos para sacar el billete y las colas en las taquillas con taquillero eran tremendas. No me atrevía a volver a las máquinas por el temor antes expresado y perder a la vez mi lugar en la fila. Al final tuve que pedirle amablemente a un señor que me dejara pasar porque llegaba la hora de mi tren a Toledo. Me tuve que colar, si no, no llego.

Una vez pasado el control de billetes, con la seguridad de mi tiempo, decido hacer una visita a los servicios de la estación (no sé por qué acaban siempre tan negras las manos en los viajes). Ni papel, ni jabón, ni máquina de secado para las manos. ¿Esto también son recortes del PP?








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