Esta malvada (u otra como esta)
se estuvo riendo de mí durante más de un mes el pasado año. La vi en los bordes salientes de la fachada
de enfrente, en mi terraza, en el patio interior donde aparcan los coches y, en
fin, un poco por todas partes en torno a mi casa. Nunca pude llegar a
fotografiarla. Por más deprisa que fuera a por la cámara o tomara el móvil para
poder capturar su imagen, la muy malina emprendía el vuelo dejándome con un
palmo de narices.
Mi empeño en obtener su imagen en una terraza casera se debía a lo insólito para mí y supongo que para otros hasta ese momento: antiguamente la urraca era un pájaro rural, de campo, pero poco a poco se ha ido acercando a las ciudades. En mi recuerdo, su imagen va ligada a los encinares de la dehesa, de ahí mi extrañeza al verla -ya capitalina ella- en un entorno urbano.
Mi empeño en obtener su imagen en una terraza casera se debía a lo insólito para mí y supongo que para otros hasta ese momento: antiguamente la urraca era un pájaro rural, de campo, pero poco a poco se ha ido acercando a las ciudades. En mi recuerdo, su imagen va ligada a los encinares de la dehesa, de ahí mi extrañeza al verla -ya capitalina ella- en un entorno urbano.
Hace ya bastantes años leí que por el Valle de Los Pedroches se estaban multiplicando a pasos agigantados hasta convertirse en plaga. También, que siendo propias del sur y de temperaturas cálidas, estaban llegando cada vez más al norte. Actualmente se encuentran distribuidas por toda la península, aunque no suban más arriba de los
La urraca es un pájaro
reconocible muy fácilmente, no sólo para mí, habituada a verlas desde pequeña,
sino en general: su plumaje blanco y negro, así como su larga cola y su robusto
pico de color negro, contrastan en la distancia y hacen fácil su identificación.
Las urracas normalmente viven
solitarias o en pareja, aunque a finales del invierno y principios de primavera
pueden verse en grupos ceremoniales cuyo propósito aún no ha
sido comprendido. Gritan, saltan por las ramas y se persiguen unas a otras. El
instinto de almacenar, común a todos los córvidos, está altamente desarrollado
en estas aves.
Haciendo averiguaciones sobre estos pájaros
me he topado con alguna contradicción: por una parte leo que es un ave “de
interés especial” según el Catálogo Nacional de
Especies Amenazadas y, por otro, que se están convirtiendo en auténtica plaga.
En esta ocasión creí que definitivamente la tenía, pensé que al menos la cazaría al vuelo, pero, qué va, ni eso. |
En todo
caso, entre los cazadores no es demasiado popular, más bien al
contrario: su carne no es apreciada en absoluto, en cambio destruye su entorno:
roba nidos de otras aves (huevos y polluelos recién nacidos). Ahora, desde que conozco este dato, se me están haciendo antipáticas y las recuerdo con horror -cuando tanto me gustaba mirarlas- hace unos años en los mismos álamos negros donde anidaban los gorriones, delante de mi casa, en Conquista. Ahí me percaté por primera vez de cómo iban ampliando su territorio.
Como decía al comienzo de mi escrito, el pasado año hice múltiples intentos, todos vanos, de capturar su imagen. Pondré aquí debajo algunas fotografías fallidas.
Como decía al comienzo de mi escrito, el pasado año hice múltiples intentos, todos vanos, de capturar su imagen. Pondré aquí debajo algunas fotografías fallidas.
Aquí, la cornisa vacía; ya había volado. |
Aquí también estuvo posada décimas de segundos antes |
Al menos me quedó el consuelo del gorrión a través del cristal |
Ayer, volví a verlas en torno a mi casa, en los árboles de mi calle. Se trataba de una pareja y, una vez más, fueron más rápidas que yo desapareciendo y dejándome con cara de boba.
----
Cuatro días después de publicar esta entrada y revisando fotos, descubro que en una sí aparece una de estas urracas a las que tanto perseguí. Se ve arriba a la derecha. Es verdad que estaba yéndose, pero ¡la cacé!