miércoles, 22 de enero de 2014

EL "MARTES"

Al mercadillo al aire libre que instalan en Toledo vendedores ambulantes lo llaman “el Martes”.  No hay que pensar mucho para encontrar la razón de su nombre: efectivamente es porque se celebra los martes. A mí el nombre no me causó sensación porque venía de conocer otro con un nombre aún más peculiar: “los Invasores”, en Albacete.

Ya estaba habituada a oír: “voy a los Invasores”, “¿te vienes a los Invasores?”. Cuando llegué a Toledo por tanto no me extrañó demasiado, aunque me siguiera chirriando, lo de “hemos quedado en el Martes”.

Antiguamente, esta concentración de puestos de todo tipo de mercancías tenía otra ubicación, pero se fue quedando pequeña y ahora está situada fuera de la muralla, en lo que los toledanos llaman “la vega”.
La silueta de Toledo se recorta al fondo.

 En Madrid había visitado en varias ocasiones el Rastro y sé que en Sevilla había algo similar pero nunca fui a conocerlo. El Rastro de Madrid, aumentado y multiplicado tiene ahora de todo, aunque sigue guardando su sabor de tiendas de anticuarios  y de cosas usadas, antiguas o no tanto. Es verdad que ahora que tanto ha crecido lo nuevo sobrepasa ampliamente aquellas tiendas y puestos al aire libre de tanta solera. La última vez que lo visité fue para comprar unos lienzos.


El edificio de Tavera (antiguo hospital de Afuera), comienzo de los tenderetes.


En estos nuevos mercadillos que existen en cualquier población los puestos son de cosas de nueva factura en general, aunque cada uno con sus peculiaridades. El de Toledo no tiene puestos de comestibles frescos (ni frutas ni verduras ni por supuesto carne ni pescado) pero en cambio son típicos los pequeños tenderetes de ajos, quizá por aquello de que se dan mucho en esta tierra. También existe uno muy grande dedicado a legumbres, bacalao, conservas… También de lámparas, de flores, de encurtidos. Da gusto ver las mil y una variedades de aceitunas, las berenjenas, cebollitas y pepinillos brillantes en grandes y pequeños tarros de vidrio o de plástico, también a granel. Pero lo que más abunda es la confección. Miles de prendas, de señora, caballero y niños, interiores y exteriores, para la casa, la decoración… y también mucho calzado. Hay bollería, ferretería, cacharros de cocina... Es difícil no encontrar algo que se te ocurra comprar.
Al rico ajo "moraíto", detrás, excepcionalmente, venta de coliflores.

No siempre instalan el mismo tipo de puestos. Unos se dan más en ciertas épocas (paraguas), otros típicos de la navidad, por ejemplo: perfumes, adornos navideños; cosas para el baño en verano, etc.

Pero lo realmente típico de Toledo y "del martes" es quedar a tomar café o chocolate con churros en el quiosco-bar Catalino. En verano al aire libre y en invierno cobijados bajo unos toldos cerrados. Allí se dan cita las señoras ttv (teteuve, de Toledo de toda la vida). Se ven pocos hombres. Antes de empezar a hacer tus compras o después, según, es casi obligatoria una visita al Catalino.


Eso es lo que hice yo el pasado martes, 14 de enero. El día era frío, gris y lluvioso y “el Martes” estaba un poco desangelado. La mayoría de los puestos tenían grandes plásticos cubriendo el género, ya que, aunque no caían chaparrones, lloviznaba a intervalos.

 Desde esa zona, Toledo se veía espectacular. La neblina de la mañana daba un aspecto brumoso y grisáceo a la línea recortada de edificios que forman el casco histórico.


Bien pertrechada para el frío y cargada con mi paraguas, estaba ya cogiendo sitio en una de las mesas cubiertas del Catalino a las once en punto de la mañana. Enseguida llegó mi amiga en el autobús procedente de la Cornisa. Después de compartir mesa con otras clientas (el quiosco se pone a reventar), la acompañé a descambiar algo que había comprado como regalo de reyes y no había acertado con la talla. Fue entonces cuando se me ocurrió que podía escribir sobre el mercadillo.


Hoy, una semana después, he vuelto y me he dado un paseo entre los puestos. En soledad, te llegan más las voces a tu alrededor: “al ajo moraíto, para dar sabor a las comidas”, “camisetas ‘redustoras’, como las de la tele”, “dos sostenes cinco euros” y así.



En el Catalino, el tema de conversación este martes era el concierto de campanas(1) del sábado anterior: “más gente que en el Corpus”, "por la calle Ancha no cabía un alfiler", "el ruido de la gente no dejaba oír las campanas, dicen que era mejor por la tele".

El día era más frío pero a pesar de las nubes no se preveía lluvia y el sol se dejaba ver a ratos. Al haber más luz, he aprovechado para hacer algunas fotos.

Toledo, martes 21 de enero de 2014
 (1) Primera actuación cultural de la conmemoración de la muerte del pintor griego de Toledo "Año del Greco".

sábado, 4 de enero de 2014

RACHAS DE VIENTO




Está previsto que a lo largo del sábado un frente frío de origen atlántico recorra
rápidamente la Península de oeste a este, produciendo un cambio de tiempo importante respecto a los días anteriores.

El elemento adverso más destacado será el viento que podrá alcanzar rachas muy fuertes, entre 80 y 110 km/h, en muchos puntos de la Península, especialmente en litorales y zonas altas. La zona más afectada será el noroeste peninsular la madrugada del sábado, desplazándose progresivamente hacia el este a lo largo del día y al área mediterránea por la tarde y noche. Durante la primera mitad del domingo todavía afectará a las comunidades mediterráneas peninsulares y en menor medida a Baleares, aunque con tendencia a amainar.

(http://www.eltiempo24.es/noticias/2014/01/03/el-tiempo-aviso-especial-temporal-de-viento-y-mar/)

Estas son las noticias que había para este sábado 3 de enero de 2014.
_-_-_

 Después del desayuno, me he puesto a pintar. Como ahora no voy a clase, estoy haciendo experimentos en casa. He cogido un cartón y con las acuarelas de cuando los hijos iban al colegio, he empezado a ensayar un paisaje. Nunca lo había intentado con acuarela, excepto un cuadrito minúsculo que pinté en Conquista con unas acuarelas de mis nietas. (Como pincel utilicé en aquella ocasión un brochita vieja recortada que encontré en un cajón). 

Al poco tiempo el cielo se puso tan oscuro que ya no se veía. Decidí bajar a andar un poco porque últimamente paso demasiado tiempo sentada.

Las rachas de viento eran fuertes e intensas, si venían de frente notabas su freno y si de espaldas, su empuje. Había poca gente por la calle, mi barrio no es zona de comercio y suele ser tranquilo. Los pocos transeúntes iban bien abrigados. A las mujeres que no llevábamos el pelo cubierto se nos alborotaba, tapándonos la cara.

La acera del parque estaba llena de hojas de álamo, ocres, tiesas y secas, como si acabaran de caer. El viento jugaba con ellas a su antojo. Al andar, empezaban a alejarse todas como si fueran huyendo de ti. De pronto se paraban a lo lejos, hacían un par de remolinos y volvían a enredarse en los pies pareciendo  querer servir de alfombra.

Pero no todo eran hojas limpias, en cualquier rincón que formara un recodo, se formaban montones de hojas, ya menos tersas y más pesadas y, entre ellas, bolsitas de plástico de todos los colores, tiques de los parquímetros y todo tipo de papelillos y envoltorios.  

El cielo era cada vez más oscuro pero no rompía a llover. Lo ha empezado a hacer ahora, justo cuando he llegado a casa y escribo esto. Estoy con la luz encendida y veo llover a través de la ventana.

Toledo, 3 de enero de 2014, 12.40 h