lunes, 20 de julio de 2015

HOSPITALES ESPAÑOLES




Recientemente he tenido la experiencia de pasar, como acompañante, por un hospital. Me han extrañado muchas cosas. Todas conocidas, algunas olvidadas. Pero creía que la mayoría habrían sido corregidas en estos tiempos de modernidades, globalización y velocidad en las comunicaciones.

No creo que esto siga pasando en las clínicas y hospitales  privados, tampoco sé si en otras ciudades (aunque me temo que sí) pero desde luego aquí, en Toledo, sigue ocurriendo.

Las habitaciones para la estancia de los enfermos no son individuales por desgracia, y se comparten. Suelen ser de dos o, más raro, tres enfermos por cada una.

Los acompañantes pueden pasar al hospital a cualquier hora del día y de la noche, no hay horarios de visita. Pueden ser una o varias personas, familiares o no. Nadie en la puerta te pide documentación. Así, las habitaciones pueden estar atestadas a cualquier hora, aunque hay las preferidas, claro. Las horas centrales de la tarde son muy apetecibles. Conozco a algunas personas que, no teniendo nada mejor que hacer, un sábado o un domingo por la tarde consideran una actividad ideal ir a visitar a fulanito o menganito "que está ingresado".

En esta última ocasión (antes, con mis padres, había tenido muchas experiencias por desgracia, también en mi propio caso), tuve que volver a entrar a las 23 horas. La puerta principal estaba ya cerrada pero un gran corro de gente fumando (está prohibido en todo el recinto pero como era de noche...) delante me informó al momento: por ahí no, ahora hay que pasar por la puerta lateral, a dos metros de distancia. Por supuesto una vez en el interior, nadie en la entrada para pedir filiación. Nadie en recepción, nadie en el acceso a los ascensores, nadie en el pasillo... Íbamos dos personas pero podíamos haber sido catorce.

Aunque en teoría hay médicos, enfermeras, auxiliares y celadores de guardia, en España existe la costumbre de que el acompañante duerma en una silla más o menos cómoda, al lado del enfermo para vigilarlo y atenderlo. Esto es una pescadilla que se muerde la cola. Los familiares hacen el trabajo de los auxiliares y, como esto es así, hay mucho menos servicios de los que debería. En mi familia evitamos este hábito y por eso somos muy mal mirados.

Como las habitaciones son para dos o más personas, imagínense... dos, tres o más visitantes de media por cada enfermo, con sus móviles sonando con todo tipo de musiquitas sin que a nadie se le ocurra ponerlos en silencio, los visitantes hablan entre sí a voces, por teléfono a grito "pelao" y lo mismo cuando se dirigen al enfermo. Lo curioso de todo esto es que los trabajadores del hospital hablan también así. Qué tiempos aquellos en que grandes carteles de una enfermera con el dedo índice sobre los labios pedía silencio por doquier. Ahora no. Ahora la enfermera, abriendo la puerta de la habitación con toda la brusquedad de la que es capaz, le grita a la que está cinco habitaciones más lejos. Los gritos pueden ser para hacerle saber algo, alguna petición o incluso, (os juro que lo he presenciado) un comentario jocoso acompañado de una gran risotada.

Por los pasillos, hacen un ruido infernal las camas desvencijadas de los enfermos que son trasladados para alguna prueba, los destartalados carritos para llevar y traer comida, aquellos donde portan la ropa, los chirriantes de las medicinas...

Ya dentro de la habitación, hacen ruido las manivelas para incorporar las camas, las viejas y pesadas sillas de hierro  suenan al arrastrarlas, suena (o no funciona) la mesa con la bandeja de la comida, suena la puerta del servicio, los grifos de los lavabos y ¡no digamos el sifón de la cisterna! ¿A quien se le habrá ocurrido poner ese modelo en un hospital? Imposible tener una conversación en voz baja, leer, reposar, dormir...

A cualquier hora de la noche puede entrar una enfermera a consultar temperatura, administrar medicamentos, cambio de vías, gasas, curas, pipís, cualquier cosa y, en lugar de encender la luz individual de cada enfermo en silencio, enciende la general empujando previamente la puerta sin ningún tipo de miramiento, aunque sean las cuatro de la mañana y haya enfermos gravísimos al lado que necesiten descanso.

Supongo que los tremendos recortes efectuados en el presupuesto por el actual gobierno del Sr. Rajoy y multiplicados aquí por la señora Cospedal tendrán algo que ver con el mal funcionamiento, pero creo que hay otros "hábitos", por llamarlos de alguna manera, que son muy nuestros, muy de todos,  y están muy consolidados.

Afortunadamente, estos pesados días sobrepasando los 40º , los recortes no han afectado al aire acondicionado, que funcionaba de maravilla.