domingo, 30 de agosto de 2015

OTRA PALOMA

Las palomas de ciudad, no las torcaces o de campo para entendernos, son pájaros que no me gustan especialmente, sin embargo, al poner el título, compruebo que es la segunda vez que voy a hablar de ellas. He recordado ahora el ya lejano post "Paloma cordobesa".
Si vuelvo a citarlas es porque tengo mis motivos. En los tejados de mi barrio, abundan. Muchas veces he tenido que espantarlas de mi jardinera, bien porque me molestaba su insistente arrullo, bien por miedo a que estropearan las plantas. Eso claro en épocas (las ha habido) en que la jardinera estuviera bien adornada de diferentes plantas aromáticas, que es lo que suelo tener allí, además de las que nacen espontáneamente de huesos que voy dejando, aunque éstas, por desgracia, suelen ser efímeras: mueren antes de llegar a desarrollarse del todo, yo creo que por falta de espacio y cuidados.
En uno de mis últimos regresos a Toledo, después de un tiempo en la playa, al entrar en casa, subí con brío la persiana y abrí con cierto estruendo la ventana. El espectáculo me impactó. Sí, ya sé que no es gran cosa, pero me enterneció. Había dos huevecitos en una maceta ya sin plantas que había sacado a la jardinera antes de irme. Eran de un blanco inmaculado y parecían estar recién puestos. No sabía a qué ave podían pertenecer pero enseguida pensé en una paloma. Me recriminé mi brusquedad por haberla hecho huir miedosa y apresuradamente. Creí que no regresaría. ¿O sí? He leído que algunas aves abandonan su nidada cuando alguien merodea cerca.
Pensé una estrategia rápida. Regué inmediatamente la jardinera, cerré la ventana y dejé la persiana bajada pero de forma que pudiera ver si volvía. Volvió. Fue conmovedor presenciar tan de cerca cómo el pájaro seguía ahí día y noche. Al acostarme y al levantarme. Como no entiendo mucho de aves y apenas tenía visibilidad, no sé si era siempre la hembra o se turnaba con el macho. Me pareció observar que a media tarde, dejaba el nido vacío durante una media hora para luego regresar. Cada vez que esto ocurría me preocupaba que algún ruido extraño hecho dentro de la casa la hubiera ahuyentado y que por mi culpa nunca regresara. Siempre lo hizo.
Pasé seis días en casa con la ventana del dormitorio cerrada. Hacía calor, había que ventilar, pero pensé que eso podía superarse. Lo importante era no asustarla, que no huyera y abandonara esos huevos de los que pronto nacerían sus hijitos. Llevo ya una semana fuera ¿habrán nacido? Consultando, me enteré de que el período de incubación en las palomas es de 18 días, pero tampoco sé cuando hizo la puesta. En todo caso, a mi regreso, -nunca mejor dicho- habrán volado. Ojalá.

http://www.tuspalomas.es/razas-de-palomas
https://www.youtube.com/watch?v=afVIneOZvUU

4 comentarios:

  1. A mi me pasa que odio, las aves en las ciudades (a excepción de los simpáticos gorriones que nos alegran el invierno en los jardines urbanos. Y donde más me molesta son las palomas en los alfeizares de las ventanas que te dejan todo perdido, aquí incluso se atreven a posar las grandísimas gaviotas.
    Me gustan las palomas en los palomares de los campos y las torcazes en los bosques de pinares, y las gaviotas en el mar y en la costa, pero no en la ciudad.
    De todas formas ante un hecho tan commovedor como el que cuentas, yo hubiera actuado igual que tu.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Chela veo que nuestros gustos "avícolas" coinciden absolutamente.

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  2. Al observar Maluca el trato preferencial que das al ave de tu tierna historia,compruebo una vez más que con sólidos argumentos se puede cambiar una opinión negativa.Aunque provenga de una humilde paloma.

    Abrazo.

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    1. Tienes razón Esteban. De hecho pensé escribir sobre ello cuando tuve que responder a la pregunta de Daniel, mi marido, de por qué me tomaba tantas molestias con unos pájaros que aborrecía.

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