jueves, 10 de septiembre de 2015

OTRA PALOMA, II

  Paloma dando de comer a su hijo.
No sabía si el anterior post tendría continuación. Pero sí, va a tenerla.
Resulta que tengo una tía en una residencia cerca de casa y no soy capaz de estar más de 15 días sin echarle un ojo, así que esa es la razón de mis frecuentísimos viajes durante todo el verano. Esta vez, como se trataba de un viaje rápido, una ida por una vuelta y la combinación de trenes es tan mala, me he decidido por utilizar por primera vez el sistema blablacar. Para quien no lo conozca diré que es un servicio de ofertas para ir de acompañante de otros conductores que hacen el viaje que tú necesitas, o viceversa. Tengo que decir que la primera experiencia ha sido muy satisfactoria.
Confieso que me moría de ganas de saber qué había pasado con los dos huevecillos que dejé al irme. ¿Los habría abandonado la madre, habrían nacido los polluelos? ¿cómo estarían de grandes? ¿habrían crecido tanto como  para abandonar ya el nido?
Esta vez abrí ligeramente la persiana con mucho cuidado y allí estaban, dos polluelos, dos pichoncitos feísimos, eso sí, pero vivitos y con muy buen aspecto. Tenían el pelo negruzco o gris oscuro y con algunos pelos hirsutos amarillos. Este poco tiempo que me he quedado aquí me he pasado el día observándolos.
He notado cómo crecían. Ya pasan gran parte del día solos aunque los ¿padres? los visitan con frecuencia. En una ocasión observé que los palomitos se empinaban e hinchaban alternativamente. Como la visión era reducida pensé que la madre estaría cerca enseñándolos a prepararse para volar. Veía unas plumas de un ave mayor justo al lado. Resulta que no, era una gran urraca que miraba los polluelos con avaricia y glotonería. Entonces lo comprendí: querían parecer mayores para defenderse. En cuanto saqué el móvil la urraca voló.
A pesar de ser grandes, la madre los sigue cubriendo de vez en cuando, además de por la noche.  También he podido observar cómo los alimenta. De todo ello he tomado fotos y vídeos. Cuando los pollos estaban solos he podido actuar con más tranquilidad pero la paloma, a pesar de la estrecha rendija y de la oscuridad de la habitación, volaba en cuanto notaba mi presencia.
Hoy vuelvo a dejarlos. Por cierto, regreso también en blablacar.

La madre arropa a los pequeños




Los pequeños solos intentan pasar desapercibidos


  
Aquí se hinchan ante un posible peligro (la urraca andaba cerca)