miércoles, 30 de diciembre de 2015

T E B E O S









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Me gustaba leer tebeos cuando era pequeña. En mi pequeño y aislado pueblo rural era raro encontrar en las casas que yo frecuentaba libros o cualquier otro material impreso. Por eso toda publicación en papel nos llamaba mucho la atención en aquellos lejanos años. Si además lo impreso tenía fotos o dibujos la ilusión era mayor.
Intentando recordar cuándo sería “mi primera vez con un tebeo” he de decir que no lo tengo claro, pero una cosa es segura: en mi casa los había y mi padre los leía y se reía y yo, aun sin saber leer, los miraba y a veces algún dibujo también me hacía sonreír.
Tengo que hacer un pequeño paréntesis para decir que en casa de mis padres debió hacerse desaparecer todo rastro de cultura por temor a que pareciera subversivo, después de que detuvieran a mi abuelo.
Cuando aprendí a leer, devoraba lo poco que había por casa. Algún periódico usado y antiguo, alguna hoja desprendida de un libro, el boletín parroquial cuando iba a casa de mi abuela materna…, el poco texto que acompañaba a un antiguo atlas que había en casa… Las cartillas y más tarde la enciclopedia Alvarez que entonces teníamos en la escuela, yo las llevaba siempre adelantadas. Mi alegría era tremenda cuando algún familiar venía de viaje con algún cuento. Aquí tengo contado el disgusto tan grande que me llevé cuando mi amiga Mari me rompió la ollita de miel de mi querido cuento de Caperucita.
Con los años, se hizo más fácil conseguir estos queridos amigos, los tebeos, en mi pueblo. Había incluso quien los vendía y los cambiaba. De todas formas seguían siendo tesoros. A mí me gustaba cualquier cosa que cayera en mis manos. Leía los “de hadas”, sí, pero no me apasionaban, la prueba es que no recuerdo ni un solo nombre. Disfrutaba con todos los personajes pero en aquellos ejemplares  antiguos me iba derecha en primer lugar a la "Familia Ulises".


Más tarde fueron cambiando los formatos y con ellos los dibujantes y los personajes. Entre éstos, los más entrañables y familiares: 
Don Pío
Doña Urraca:
Las hermanas Gilda:
Zipi y Zape:
Rompetechos 



 los inefables Mortadelo y Filemón

y la famosísima 13, rue del Percebe.



En cuanto a los de aventuras, tan deseados, mi preferido era el Capitán Trueno
    y, en segundo lugar, Roberto Alcázar y Pedrín.

  Después venía, por orden de preferencia, El Jabato 

y El Guerrero del Antifaz, con su novia Ana María, como mi amiga del alma. 


Confieso que en aquellos primeros años los dibujos  tenían casi más importancia que el texto, por eso El Guerrero está en último lugar, por su barroquismo; yo prefería los dibujos más simples, más limpios.

Ahora, con las posibilidades que ofrece internet, podría llenar esto de datos, fechas, autores, personajes, etc., pero no,  quiero poner aquí sólo lo que ha retenido mi memoria. Lo primero que me ha venido a bote pronto. Qué leía cuando niña es un dato que sólo a mí me incumbe o ¿interesará a alguien dentro de cincuenta años? ¿Tal vez a mis nietos? ¿Qué leía una niña de un pueblo perdido de Córdoba en los años cincuenta? Pues aquí lo dejo.