jueves, 21 de abril de 2016

JULIETA, DE PEDRO ALMODÓVAR




Aunque suene excesivo, para mí, a veces, sólo con ver la presentación de las películas de Pedro Almodóvar, ya me compensa haber sacado la entrada. En esta última que acaba de estrenar y que vi ayer mismo (antes no pude) se superó en esas primeras imágenes que empiezan a embobarte desde los primeros planos de presentación del film. Era, al final se comprende, un raso o satén rojo, cómo no, de una bata. Ese satén formaba unos pliegues y unas formas que sugerían un corazón o una vulva latiendo acompasadamente con la música penetrándote por los sentidos y haciéndote seguir el ritmo de esos latidos de las alas o labios sugeridos por el movimiento e hinchazón de la tela. 

Otra cosa con la que disfruto es con la decoración de cada interior. Esos colores, esa amalgama de excentricidades que encajan perfectamente. Todo está buscado y para mí es como asistir a una exposición de cualquiera de mis pintores favoritos.

Ellas y ellos llevan peinados, pendientes, maquillaje, trajes, bolsos y zapatos que son dignos de otra exposición. No olvida ni el color del esmalte de uñas para cada escena. Todo está cuidado al detalle.

Y luego están los exteriores. Las ciudades son mucho más bonitas desde la mirada de Almodóvar. En Julieta tenemos paisajes urbanos, rurales, de montaña, marinos, para extasiarse, guiados por la música de Alberto Iglesias y la fotografía de Jean Claude Larrieu que te transportan y te hacen levitar.

Y metidas en todo este envoltorio están las historias que te presenta este director: intensas, dramáticas. Digo historias porque, como en todas sus películas, nunca es una sola, sino que, como las cerezas, van ensartándose unas en otras dentro del argumento.

Sus personajes, por más extravagantes que aparezcan en un primer momento, él los hace creíbles y consigue que te metas dentro de su drama. Esto sólo se consigue siendo un excelente director de actores como es él.

Comprendo que esto no es una crítica al uso, ni siquiera es una crítica, son sensaciones que me llegan tan dentro que no tengo más remedio que hablar de ellas. Porque para mí, las películas de Almodóvar son más que películas. Te suministran tal cantidad de sensaciones, de sentimientos, emociones, concentrados que es necesario volver a verlas. Por eso no acierto a comprender a aquellos a los que deja indiferentes. Para colmo, en Julieta ha elegido como partenaire, en una etapa de la vida de la protagonista, a uno de mis actores preferidos: Darío Grandinetti.



Incluso en una imagen anodina como esta ¿no véis esas rayas del jersey jugando con los tirantes de la mochila del viandante?

Y aquí las patas de la mesa y las piernas de Julieta?