lunes, 31 de octubre de 2016

VIAJE POR EL DANUBIO (6) BUDAPEST


Durante esa noche, de vuelta a Viena en barco, pasamos por el castillo de Devin, en la orilla derecha, a la altura del km 1880 pero nosotros no nos enteramos porque ya dormíamos. Después de los grandes ruidos (¿sería la razón que el barco daba la vuelta?) dormí hasta las 6,30, hora a la que nos despertaron.

El cambio en el recorrido nos hacía ilusión por una parte. Dejaríamos de comer en el barco en un par de ocasiones y visitaríamos Austria y Hungría de otro modo: por carretera. Para nosotros fue un poco más trabajoso y pesado que para el resto de pasajeros. Teníamos miedo de tener que volver precipitadamente a España y por eso hubimos de llevarnos todo el equipaje con nosotros. Dejamos la cabina limpia de polvo y paja hasta nuestra vuelta (esperábamos).

Las maletas (o lo que cada uno quisiera cargar en el autobús), tenían que estar listas una hora antes de la salida. A las 8.30 en punto justo a la hora en que salíamos llovía ligeramente. Afortunadamente el autobús estaba nada más bajar la rampa del barco. Los alemanes irían por otro lado. Otro autobús, otro restaurante, otro hotel en Budapest.

El viaje fue tranquilo. Pasé mucha envidia viendo dormir a todos mis compañeros. Yo no lo logré. A las 11,30 de la mañana estábamos ya delante de la apabullante vista: el Danubio y varios de sus imponentes puentes, con Pest al fondo.

Lo que dice mi móvil sobre esta foto: Budapest XI kerület Budäorsi ut, Hungría. Fue la primera al entrar a Budapest, todavía desde el autobús.
Aquí manteniendo la antigua costumbre de las máquinas fotográficas, un truco para situar las fotos. Ahora, con los móviles, ya no hace falta. Os dejo el dedo, marca de la casa, y os presento la tapicería y la bandeja del autobús.



Efectivamente estábamos al otro lado, en la parte de Buda. Ante el espectáculo, nos lanzamos a hacer fotos como posesos. Las posibilidades de lograr buenas fotografías no eran muchas, teníamos por delante todo el tráfico rodado y los edificios de enfrente quedaban lejos, además había una dificultad añadida: en un viaje organizado siempre hay que llegar deprisa a algún sitio. En este caso, al restaurante.

De todas formas teníamos delante el impresionante puente de la Libertad o puente verde, llamado así por el color de su estructura. Me recordó las construcciones de hierro de Eiffel. El nombre húngaro es difícil de recordar, pero también lo tengo anotado: Szabadsag hid. Desconozco quién será el ingeniero que lo ideó. Como digo, las fotos no pueden reflejar la belleza que, el ojo sí, aprecia.

 



El día era luminoso y perfecto, pero nos esperaban y tuvimos que entrar al restaurante que ya tenía todo dispuesto para recibirnos. No recuerdo la comida, pensé con alivio que no tendría que elegir entre el pollo o el cerdo del barco. No la recuerdo, pero sí sé que no era espectacular, tampoco mala. El restaurante era luminoso, grande y limpio. Pretendía ser típico, pero no sé si lo conseguía. Aquí lo veis.






Toda la comida estuvo amenizada por contrabajo y violines. En cuanto se percataron de que éramos españoles (los hispanoamericanos eran minoría) se lanzaron a tocar "nuestras" canciones y arreciaron cuando comprobaron que casi todos las cantábamos. Los músicos ya debían tener mucha experiencia porque se dieron maña para que la propina fuera copiosa.

Cuando salimos del restaurante teníamos ganas de caminar. Desde las 8.30 de la mañana habíamos estado sentados, primero en el autobús, luego comiendo. Fuimos siguiendo el Danubio para subir al monte Gellert y visitar la Ciutadella, eso nos proporcionaría una buena panorámica, después nos patearíamos el centro de Pest.

A medida que caminábamos nos ganaba la idea de que seguramente se nos haría muy pesado alcanzar la cumbre, así que al cabo de media hora decidimos coger un taxi. Cupimos los seis que habíamos quedado, los demás habían decidido retomar el autobús y regresar al hotel o hacer un tour, no sé.

Efectivamente, eran demasiados escalones.

En cuanto hubimos alcanzado la cumbre (¡qué bien se sube en coche!) las bonitas terrazas  llamaron nuestra atención por lo coquetas y la de nuestro estómago para un café y un helado. Nos sentamos y a nuestro lado había una mesa con dos parejas de mejicanos y sin saber muy bien cómo, me encontré hablando con uno de ellos sobre emigrantes, desplazados, republicanos españoles y el presidente Cárdenas. Nos separamos con pesar.
El famosísimo hotel y balneario Gellert, que toma el nombre de su ubicación, que a la vez lo toma del santo.










La ciudadela de Budapest es una fortificación antigua con el sentido que  tenían todas las atalayas, sitio inaccesible y a la vez de vigilancia por la situación estratégica. En este caso parece que el principal interés de los austriacos, constructores de la misma, era, más que defenderse, tener bien vigilados a los habitantes de Budapest. El monte Gellert, donde se encuentra la ciudadela, está lleno de tiendas con productos típicos, hoteles, restaurantes y  muchas terrazas y está lleno de vegetación, todo bastante cuidado y enfocado al turismo. Aunque como el lugar es precioso y dispone de grandes paseos, sitios escondidos entre arbusto y flores, bancos... se ven a muchas parejas del lugar. Lo comprobamos al ir bajando.
Productos típicos, arriba, muñecas, y aquí distintas variedades de pimientos, tan usados en la cocina húngara.







Después de disfrutar de todo lo que se veía, arriba y abajo, decidimos ser buenos chicos y seguir haciendo ejercicio, nada de taxis. Bajaríamos a pie.  Así lo hicimos y llegamos a Pest cruzando el magnífico puente de las Cadenas o Szechenyi Landchid. Las fotos no captan su grandiosidad y poderío.






Una vez en la parte de Pest, decidimos ir en busca de una pastelería que nuestra amiga Leonor quería localizar. La encontramos, y compramos chocolate. Por lo visto es famoso. A esas alturas ya íbamos cansados pero, sobre el mapa, el hotel parecía estar cerca así que disfrutaríamos de la ciudad mientras lo alcanzábamos.
Aquí el interior y exterior del café pastelería.

Después de una larguísima caminata llegamos al hotel.

El hotel estaba mucho más lejos de lo que habíamos previsto así que llegamos absolutamente agotados. La calle, que se iniciaba bastante céntrica, parecía no tener fin. Por fin llegamos al edificio donde se encontraba. Me recordó los hoteles de Rusia. Debía haber sido un hotel de mucha categoría, pero se veía un poco anticuado. Los espacios eran enormes. Nos dieron una habitación que disponía de una entrada con otra cama pequeña casi tan grande como la principal y ¡dos cuartos de baño completos!

Justo cuando llegábamos a la puerta del hotel nos encontramos con el autobús, así que descargamos nuestras maletas y subimos rápidamente a darnos una ducha y descansar un rato antes de bajar a tomar la (según nota de viaje) "deliciosa" cena. Para nuestra sorpresa, se trataba de un autoservicio común y corriente. Eso sí, volvimos a estar amenizados con más violines. Como somos incansables, volvimos a cantar a voz en grito, ya que no solo estaba permitido, sino fomentado. 

Después de una larga sobremesa, la gente joven se fue de marcha a conocer un poco de la noche de Budapest. Nosotros nos subimos a la habitación, al día siguiente había que madrugar.





jueves, 27 de octubre de 2016

VIAJE POR EL DANUBIO (5). BRATISLAVA

El viaje estaba previsto como ya dije para llegar hasta Budapest y visitar a la vuelta Bratislava, pero un dique roto por la embestida de un barco nos hizo cambiar los planes. En lugar de Budapest y en espera de noticias sobre la reparación del dique, visitaríamos ese día Bratislava, después ya se vería. De todo eso fuimos informados detalladamente por parte de la guía española.

Bratislava, a unos 60 kilómetros de Viena es una bonita ciudad que no llega al medio millón de habitantes; está situada a orillas del Danubio y es la capital de Eslovaquia; una pequeña parte de ese país toca el río, entre Austria y Hungría.

Por primera vez, estábamos atracados cerca de la capital y no necesitamos de transporte alguno para llegar al centro. Mientras avanzamos mirando escaparates y admirando jardines y edificios comprobamos que éstos y las iglesias tienen una gran variedad de estilos. Paseamos un buen rato por sus calles, tomamos café, hicimos (hicieron) algunas pequeñas compras y subimos al castillo para ver la panorámica.





Fuente en la plaza del Mercado














Iglesia de san Miguel



Bóveda de la iglesia Azul



Nuestra visita coincidió con la cumbre de líderes europeos para tratar el Brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea), así como el asunto de las migraciones y las fronteras, la economía o el crecimiento.

La reunión tendría lugar precisamente en el castillo (erigido en el s. X) que nosotros íbamos a visitar, así que todo el camino de subida estaba plagado de policías y soldados portando metralletas. Las vistas merecieron la pena.
Vistas del río y nuestro barco desde el castillo

Llegamos al barco justo a tiempo para la comida. Después, cigarrillo en cubierta. Los fumadores éramos ya como de la familia. Los españoles formábamos corrillo y nos pedíamos unos a otros cigarrillos y fuego. Yo me había pertrechado bien de ambas cosas para el viaje. Había un médico madrileño que "no fumaba" y que pidió todos los días del viaje tabaco y mechero. Lo comprendía perfectamente.

A las cuatro de la tarde nos dieron un café con pastelito en el salón.

Las noticias de casa eran tranquilizadoras, pero pésimas las que había sobre el arreglo de la esclusa. Aunque solucionaran el problema en un tiempo récord, cosa que no podían asegurar, el volumen de tráfico es tan intenso en este río que gran cantidad de barcos se hallaban ya a la espera para poder pasar.
La esclusa estropeada, Gabcikovo

Por esa razón no iríamos a Budapest en barco, sino en autobús. Incomprensiblemente, la organización del barco había decidido que desde Bratislava volveríamos a Viena y desde allí tomaríamos un autobús hasta Budapest, donde comeríamos en un restaurante ya reservado y pasaríamos toda la tarde. También nos habían reservado un hotel donde cenaríamos y desayunaríamos al día siguiente.

Tras esta mala noticia pasamos una tarde tranquila en cubierta. De vez en cuando un helicóptero rompía la tranquilidad; pasaron bastantes. Igualmente coches con sirenas circulaban a toda velocidad atravesando el puente Nuevo que teníamos delante. A algunas autoridades las debieron llevar a dar un paseo por el Danubio. Todo eso intenté captarlo en la foto de más abajo: al barco grande lo escoltan varios más pequeños.



A las 7, la cena. Empezábamos a estar hartos del pollo y del cerdo; el pescado, infumable; viniendo de España es lógico que nadie lo pida. Los helados y pastelitos servidos en unos cuencos de cristal azul con forma de góndola son ya motivo de pitorreo en la mesa por su repetición.

Después de la cena había espectáculo en el salón. Se trataba de un montaje de cuadros con personajes teóricamente graciosos. La compañía explotadora del barco no se molesta en contratar a profesionales para entretener, no. Aprovecha su misma tripulación, que, además de trabajar el doble del horario normal, tiene que hacer este tipo de actividad. Aplaudimos mucho porque (a mí al menos) nos parecía que tenían mucho mérito los camareros, recepcionistas, limpiadores, etc., en el papel de actores, cantantes, payasos, etc.

Nosotros prolongamos la velada tomando un PX que lleva Bernard en cubierta. Más tarde y ya en nuestro camarote, oímos la salida muy ruidosa de Bratislava. Nunca había sentido antes un ruido que parecía de bultos arrastrándose y rozando el suelo o el techo, no sabía bien, también barras de hierro golpeando o bultos pesados chocando. Mi marido, mientras, dormía plácidamente.