lunes, 3 de octubre de 2016

VIAJE POR EL DANUBIO (1) TOLEDO-MADRID



El viaje  se le ocurrió a Bernardo, un amigo. Iríamos él, unos cuantos de su taller (todavía no se sabía el número) y nosotros dos. Al final el grupo lo formábamos 8 personas: dos matrimonios, dos chicas, un camarote y dos chicos, otro; cuatro camarotes, mesa de ocho. En la mesa, siempre la misma, también teníamos que ocupar el mismo sitio, asignado desde el principio por la organización del barco, aunque a veces trastocamos los planes del camarero, que no estaba habituado a cambios.

Pero… vayamos por partes. Voy a relatar desde el comienzo.

El viaje estaba decidido y pagado desde principios de año, o quizá antes, no lo recuerdo. Serían 8 días y siete noches. En el precio iba incluido el billete de avión ida y vuelta y todo el recorrido del barco, además del autobús que nos trasladaría desde el aeropuerto de Múnich, adonde llegábamos desde Madrid, a Passau, donde nos esperaba el barco.

Con tanta antelación la verdad es que durante los primeros meses no pensé mucho en el viaje, total me lo iban a dar todo hecho… yo solo había tenido que decir, después de pensar un momento en los inconvenientes del camarote, sí. Tampoco me puse a informarme sobre el itinerario exacto, qué ciudades tocaríamos, etc., faltaba tanto tiempo que ya tendría ocasión. Tampoco me procuré ningún libro que me pusiera un poco en antecedentes sobre las ciudades ni el recorrido, aunque alguna, como Viena, ya la conocía.

A principios de julio teníamos una quincena en la playa y después ya veríamos. Conforme se iba acercando julio sólo me preocupé de pensar qué llevar para esos 15 días playeros. Suelo quedarme corta siempre con la maleta. También me daba un poco de pena dejar a los nietos, ahora que no iban a tener cole y aproveché para verlos todo lo que pude.

Al volver de la playa nos quedamos unos días en casa, sobre todo para estar con mi tía. Mi tía Adela está en una residencia pero yo soy el único familiar pendiente de ella. Ya me fui preocupada a la playa porque su salud se iba deteriorando a pasos agigantados. Comía poco y perdía movilidad. También su demencia avanzaba.

Pasamos unos diez días de un calor sofocante en Toledo y decidimos irnos al pueblo. Al poco de llegar nos avisaron de que mi tía se había caído y se había roto una cadera; estaba hospitalizada. Tuvimos que volvernos sin  casi deshacer las maletas.

Esto complicaba el viaje e intentamos anularlo. No devolvían ni un céntimo, ni del billete de avión ni del barco. Bueno, esperaríamos, a ver cómo evolucionaba la situación. Últimos días de julio y todo agosto en Toledo, yendo al hospital casi cada día (mi tía estuvo ingresada dos veces) con los amigos y los hijos fuera y cuarenta y tantos grados día sí día también agotan mucho y te quitan las ganas de cualquier cosa. De viajar también. Me preocupaba la salud de mi tía.

Al final, ya en la residencia otra vez, su salud, dentro de la gravedad, se estabilizó. Decidimos emprender el viaje, dejando antes a mis hijos a cargo. Mi hija estuvo yendo cada día de los que faltamos a verla.

Salimos de Toledo en coche  a las seis de la tarde, al pasar las horas de más calor. En mi opinión, Daniel no había estado muy acertado con el equipaje: tres bultos pequeños, pudiendo llevar sólo uno más grande o dos. Pienso que habrá problemas en el avión. Afortunadamente, luego no fue así: era mi estado de ánimo negativo. Durante el trayecto en coche hacia Madrid llevo todo el tiempo una sensación extraña, de desasosiego, presiento que va a pasar alguna desgracia y vamos a dejar muchos problemas a los hijos. Cuando me marché de casa y cerré la puerta me los imaginé a ellos entrando ya sin nosotros. ¿Eso es miedo, pesimismo, la situación familiar, la edad o que no soy muy normal?

Una hora más tarde estábamos en Madrid. No para salir, qué va, sino para pasar la noche en un hotel. Era el Osuna, en el barrio del mismo nombre, cercano al aeropuerto y muy tranquilo. Las habitaciones están adosadas en torno a la piscina, tipo motel y la terraza es muy amplia y agradable. Quien conozca el barrio sabe que está muy arbolado y aislado. En la terraza estaban sentados ya cuatro miembros del grupo. Nos fuimos a dar un paseo por los alrededores, en lugar de empezar con las cervezas.


La razón de pernoctar en Madrid era que al día siguiente había que estar ¡a las cinco de la madrugada! en el aeropuerto para salir a las siete. Por eso el grupo que venía de Tarifa había elegido ese hotel: estaba cerca, no era ruidoso, podíamos dejar el coche y el mismo hotel disponía de autobús para acercarnos. Claro que no contábamos con que ellos -los del hotel- también querían tiempo extra para no tener después percances, así que allí estábamos, en la recepción, todos preparados ¡a las cuatro y cuarto de la mañana! Decididamente volvería a pensar lo de hacer un viaje organizado por otros. ¿A qué vienen esas horas de salida? Partí con dos horas escasas de sueño ya que a las dos de la mañana aún estaba leyendo y eso que había tomado un somnífero.

El avión salió con un poco de retraso hacia Múnich, aunque luego recuperó algo de tiempo. Vimos un amanecer precioso sobre Madrid.



2 comentarios:

  1. Hoy me encontré con el cuarto relato de tu viaje y me he venido al comienzo para recorrelo todo contigo. Conocí Munich en los años 60 y no he vuelto. Lo pasé muy bien allí y la recuerdo como una ciudad bonita, muy abierta y acogedora. He tenido una buena amiga de esa ciudad, suelen ser muy buena gente.
    Un abrazo.

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    1. Hola Chela, yo he hecho al contrario que tú, he ido desde tu último comentario hacia atrás. Tienes mérito, jaja. Espero que al menos te entretenga lo que me queda por escribir que por cierto me está costando porque ya casi no tengo notas y estoy un poco aburrida.

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