martes, 29 de noviembre de 2016

ARQUITECTURA NEGRA

Soledad otoñal en Tamajón


Desde Guadalajara nos fuimos a hacer la ruta de los Pueblos Negros o Pueblos de la arquitectura negra. Se llama así por el color de la piedra de las construcciones: pizarra negra. La zona está situada al noroeste de la provincia, en el vértice de las provincias de Madrid, Segovia y Soria. Tomamos la CM-1004 hasta Tamajón. Desde ahí parten dos ramales, uno llega hasta Majaelrayo y el otro termina en Valverde de los Arroyos. 
  
Ayuntamiento de Tamajón.

Entre los dos ramales suman diez o doce pueblos mínimamente poblados. La mayoría no llega al centenar de habitantes, quedándose muchos en pocas decenas.

Nosotros no teníamos nada decidido. Queríamos adentrarnos en la región en plan tranquilo, disfrutando del paisaje y de la arquitectura. Yo, sabiendo que era temporada y lugar de setas, no descartaba hacer alguna incursión entre los pinares para probar suerte.

Mientras pensábamos qué dirección tomar, paramos en Tamajón a tomar un café. Se nota que últimamente van muchos turistas por la zona pues un simple café vale 1,50 €, o eso al menos es lo que nos cobró la señora que atendía el único bar abierto que había en el pueblo. 


Lo recorrimos de cabo a rabo y sólo nos cruzamos con una persona, cosa no demasiado extraña teniendo en cuenta que el pueblo sólo cuenta con 148 habitantes, según los últimos datos.


Toda la zona está prácticamente despoblada, como he dicho. Tiene más actividad los fines de semana, cuando se acercan hasta allí muchos turistas, fundamentalmente madrileños. Hay profusión de casas rurales casi en cada núcleo de población.

 Pero nosotros afortunadamente viajábamos en día laborable y la sensación era de abandono

Aquí abajo la ermita Virgen de los Enebrales de Tamajón. Aunque dice la leyenda que sus puertas deben estar siempre abiertas, cual mesón, nosotros las encontramos cerradas, así que no pudimos contemplar a la patrona que guarda, llamada "la serrana".


La ermita se construyó en el XVI, mas luego fue reformada en el XVIII; la virgen toma el nombre de los muchos enebros que hay por la zona. Al norte de la ermita se encuentra un interesante enebral y sabinar. 

Iglesia de nta. sra. Asunción



Decidimos que iríamos primero hacia Majaelrayo y luego pensaríamos si tomábamos el otro ramal o no. Así que teniendo esto en cuenta cogimos la Gu-186. El siguiente pueblo, ya totalmente construido en pizarra negra, era Campillejo. Después nos quedaba  El Espinar y Campillo de Ranas hasta llegar a Majaelrayo, lugar de destino. Nos paramos en todos ellos y de todos hicimos gran profusión de fotos. No las pondré todas.



Todas las anteriores pertenecen a El Espinar.
De esta foto me interesaban las vacas tumbadas y la valla del fondo, construida también en pizarra, pero apenas se distinguen en la distancia. Buen ejemplo asimismo de la soledad imperante.

También hasta aquí ha llegado la moda de los cerdos vietnamitas.

Entre las pizarras, algún canto rodado blanco, no sé con qué objeto.

Detalle de ventana



Torre, reloj de sol y árbol en Majaelrayo.

Aquí nos paramos a tomar un aperitivo. El entorno propiciaba pecar, así que nos pedimos un chorizo a la brasa que nos supo a gloria. Estuvimos con dos personas más en el bar, además del agradable camarero, por lo que aquello nos pareció un gentío.
 Esta curiosa forma de construir los cercados se repetía por toda la zona.  


Como era un posible punto final de nuestro recorrido nos dirigimos hacia el norte para disfrutar del pueblo y del precioso paisaje otoñal  desde arriba. Allí descubrimos un  camino rural con buen firme. Preguntando dónde nos llevaría nos dijeron que a Cantalojas, en plena sierra de Ayllón. ¿Había conexión con Valverde de los Arroyos, el  extremo del otro ramal? Sí, la había. No lo dudamos. También nos tentaba el hayedo de la Tejera Negra, en el que casi estábamos, pero, como siempre, había que optar.

Llegamos a Cantalojas a buena hora para comer. La población cuenta con unos 150 habitantes, pero dispone de varios hoteles, apartamentos, casas rurales, hostales
y todo tipo de viviendas para albergar a los turistas de fin de semana y veraniegos. Ahí nos paramos a comer. Tenían, entre otras cosas apetitosas, unos boletus edulis que por supuesto probamos. La ocasión era propicia.

Ayuntamiento de Cantalojas


Y continuamos haciendo la ruta de esta otra derivación hasta volver a la originaria bifurcación en Tamajón. Antes, había que pasar por Galve de Sorbe y allí nos encontramos con 
¡un castillo del XV! Una mujer nos informó de que el camino que llevaba hasta él estaba transitable y también de que los gamberros destruían los arreglos que el dueño, un empresario al que pertenecía, llevaba a cabo cada cierto tiempo. Después, husmeando en la prensa (ya que me sorprendió la belleza de esta torre del homenaje), he averiguado que la administración ha iniciado trámites para una sanción al propietario por infracción al patrimonio. Su estado actual es de abandono.

El pueblo de Galve de Sorbe visto desde el castillo.


Y su cementerio:




Dejamos Galve y nos dirigimos hacia Valverde de los Arroyos, final de la ruta (o comienzo, según se mire) del otro ramal. Igual que con la anterior, paramos en cada pueblo.






Ahora ya es más fácil: pizarras cortadas uniformemente para las nuevas construcciones.

Claramente se distinguen las modernas construcciones de las antiguas.

Año de mil ochocientos y pico marca la viga.



Valverde de los Arroyos




Ya os comenté al principio que mi idea era pasear un poco el bosque. Lo hicimos. Disfrutamos de paisajes otoñales solitarios y sí vimos alguna seta, pero poca cosa. Según los lugareños, no abundaban, no había llovido a tiempo. Aquí van unas cuantas fotos.














Volvíamos a Guadalajara cuando el sol empezaba a desaparecer dejando este cielo.



El viaje fue fructífero. Además durante el mismo terminé de leer Patria de Fernando Aramburu (recomendable para quien le interese la situación vivida en el País Vasco, cuando Eta campaba a sus anchas).


  









jueves, 24 de noviembre de 2016

GUADALAJARA



La ciudad de Guadalajara es la capital de la provincia del mismo nombre, la situada más al norte de Castilla La Mancha, a la que pertenece. Tiene en torno a 85000 habitantes. Ya conté cómo cuando era pequeña me gustaba ese nombre, esa palabra, cómo me gustaba que se me llenara la boca de aes pronunciando Guadalajara… en fin, no me voy a repetir.

Más tarde, cuando crecí, se me olvidó la urgencia de conocer la ciudad. No obstante, no pasó mucho tiempo sin que lo hiciera. Mi tía Ana María, monja adoratriz, pasó unos días en esa ciudad y allí fuimos a visitarla. La orden de las adoratrices fue fundada por Micaela Desmaissières en Guadalajara y tiene su sede en el edificio central de la fundación de la marquesa de la Vega del Pozo. Me llamó mucho la atención, aquel día, el panteón de esta marquesa, de estilo ecléctico-neogótico. (La denominación del estilo me la invento porque no sé dónde encuadrarlo).
Panteón de la marquesa de la Vega del Pozo




Viviendo en Madrid, Guadalajara no era sin embargo  una ciudad que eligiéramos para escapadas o excursiones, sí íbamos con frecuencia a otras capitales de provincia de los alrededores: Segovia, Toledo, Cuenca… y a los pueblos, Chinchón, Sigüenza, a los de las sierras de Madrid…, pero nunca a  Guadalajara.

Años después, por motivos laborales, pensábamos que iríamos a trabajar y vivir allí. Recuerdo que un domingo por la tarde dejamos a los niños con mi madre y allí nos fuimos desde Madrid, en un viaje rápido de ida y vuelta para curiosear un poco el centro. Al final no fue a Guadalajara, sino a Albacete adonde nos trasladamos. Una vez en la región visité con cierta frecuencia Guadalajara pero siempre para ir a algún sitio concreto, varias veces a algún concierto en el teatro Moderno… nunca para patearme la ciudad. Así que esto es lo que hemos hecho este último fin de semana y es lo que os cuento aquí.

A últimos de los setenta, no sé muy bien por qué, conocimos en Meco, pueblo de Madrid, un restaurante donde se comía buen marisco y a buen precio. En aquel entonces tenía aspecto de mesón. Su publicidad, que siguen conservando, decía algo así: el marisco más fresco en el pueblo más alejado de la costa. Estuvimos en varias ocasiones y se lo dimos a conocer a algunos amigos.

Camino de Guadalajara decidimos parar allí a comer y comprobar si seguían teniendo tan buen género. Antes nos dimos un paseo por el pueblo y nos sorprendieron sus calles arregladas, muchas peatonales, todas sin aceras, con uniformidad entre éstas y la calzada. Muy cómodas para andar.
Plaza e iglesia de Meco (Madrid)Calles de Meco, tranquilas y soleadas a esa hora

El precio ya no es tan económico, tampoco el aspecto sigue siendo el mismo, ahora es un restaurante moderno, decorado en tonos ocres y celestes, pero quedamos muy satisfechos con un fresquísimo y lleno buey de mar y unas alcachofas con almejas (mejor las almejas que las alcachofas, por cierto).

Marísquería Sánchez. Desde 1939. El establecimiento más antiguo de Meco.

Después de un paseo para bajar la ingesta, tomamos el coche y media hora más tarde estábamos en Guadalajara. Habíamos elegido un hotel pequeño, antiguo pero muy reformado, en pleno centro. Da gusto estar en estas ciudades pequeñas, un día laborable, a cinco minutos de todo y, lo mejor, encontrando aparcamiento.



Vistas desde el hotel


Y salimos a dar un paseo. Aquí el Comendador.


Enfrente del hotel teníamos el palacio de Antonio de Mendoza.



Fachada frontal

Patio



Fachada lateral del palacio renacentista (aquí con remodelación neoclásica) que teníamos enfrente del hotel,  ahora dedicado a instituto de enseñanza secundaria



Iglesia de Santiago

Empezaba a anochecer pero seguíamos paseando la ciudad. Aquí abajo la fachada del Ayuntamiento. Estropeaba la plaza y el edificio una caseta de madera provisional que habían plantado delante, seguramente con motivo de las próximas fiestas navideñas.




Solar por construir










Aunque no se lea, el letrero dice: arreglos de ropa. No pude sustraerme a fotografiarlo, a pesar de que sabía que la foto sería deficiente.













Iglesia de San Nicolás

Iglesia de San Nicolás, detalle de la fachada.

Iglesia de San Ginés

 Iglesia de San Ginés. Detalle de los casetones del gran arco de la fachada.

Conde de Romanones, en la plaza de Sto. Domingo.

 Palacio de la Diputación, bello edificio construido a finales del XIX.




Ya cansados nos metimos a tomar algo en el restaurante Los Faroles de Minaya, que me había aconsejado mi amiga Elena. No teníamos apetito, sólo nos pedimos unos ahumados para acompañar la cerveza.


  Y volvimos al hotel,  silencioso y tranquilo, como la noche. 



Este discóbolo nos saludaba a la entrada y la salida.




Al día siguiente desayunamos en el bar Río, al lado del hotel. Tomamos 

café y tostadas con aceite y tomate. Este desayuno tan andaluz se ha extendido y ahora se puede tomar en cualquier punto de España.

Y nos lanzamos a seguir recorriendo la ciudad a pie, dejando los museos y el interior de las iglesias y de otros edificios de interés para otra ocasión.


Las dos fotos que anteceden pertenecen a la casa donde nació el dramaturgo Antonio Buero Vallejo. Este año se ha celebrado el centenario de su nacimiento y con ese motivo el ayuntamiento lo ha celebrado con diversos actos y la colocación de una placa en la acera de la que fue su casa.




Verja de entrada al Archivo Militar



Iglesia de los Remedios, templo renacentista de la segunda mitad del S. XVI.



Aquí abajo el palacio del Infantado, donde se encuentra el museo provincial.  En la primera foto, la fachada lateral. Habíamos hecho el propósito de ver los edificios desde fuera pero aquí no tuvimos más remedio que entrar: imposible perderse el patio de los Leones, de estilo gótico isabelino.



Don Iñigo López de Mendoza, duque del Infantado.


Arcos conopiales en todo el patio y a la salida.

Y seguimos nuestro paseo.


Edificio situado en la calle Ingeniero Mariño.






Fachada de ladrillo, se alquila piso.


Preciosa verja de este edificio de la calle Mayor.

Plaza de Santo Domingo con San Ginés al fondo.

Paseo del Dr. Fdez. Iparraguirre. Este paseo está jalonado de bustos de personajes importantes en la historia de la ciudad, como Izraq Ibn Muntil, árabe del s. XI, nacido en Guadalajara y gobernador de la villa.



 Sede de la Cámara de Comercio.


 Edificio donde se encuentra nuestro hotel.