Archer Milton Huntington. Óleo sobre lienzo de José María López Mezquita.1926. Nueva York, The Hispanic Society of America
Hace unos días tuve la fortuna de
visitar en Madrid, en el Prado, una colección extraordinaria. La exposición se
titula "Tesoros de la Hispanic Society of America" y, en efecto, son
auténticos tesoros los que se pueden contemplar en ella.
Normalmente, cuando os he hablado aquí de mi visita a alguna exposición, os la
he resumido brevemente, dándoos mi impresión y poniendo una serie de enlaces
para que los abráis si estáis interesados, pero en esta ocasión he quedado tan
maravillada por lo que he visto y por la historia de este mecenas que me he
puesto a indagar. Son piezas escogidísimas, lo mejor de cada período diría yo.
Os traigo aquí un breve resumen, intentando sintetizar, ya que llevo más de
una semana leyendo sin parar sobre este deslumbrante ser humano.
Archer Milton Huntington nació en Nueva York en 1870 y murió en 1955 en
Connecticut. La wikipedia dice de él que fue un arqueólogo, bibliófilo, filántropo, hispanista y poeta estadounidense.
Su
padrastro, Collis Potter Huntington de quien tomó el nombre, era un rico
propietario de grandes compañías de ferrocarriles y astilleros, casado en
segundas nupcias con su madre, Arabella.
Parece que su primer contacto con el
español lo tuvo a través de mejicanos que trabajaban en el rancho de una tía.
Después, adolescente, acompañó a sus padres a un viaje por Europa y el libro
sobre los gitanos, llamado The
Zincali. An Account of the Gypsies in Spain, comprado en una librería londinense,
hizo que empezara a apasionarse por nuestro país.
En su casa, a través de su madre, estuvo
en contacto con las letras y la pintura desde niño. Ésta había logrado una
colección de pintura donde destacaban obras de los viejos maestros holandeses y
mucha pintura francesa. Archer recibió una educación exquisita que no
descuidaba las artes, los idiomas y las Humanidades y su amor temprano por todo
lo español hizo que se especializara en literatura clásica española.
En 1892, con 22 años, realizó su
primer viaje a España, siguiendo la misma ruta que El Cid, desde el Norte hacia Valencia.
No quiso volver a viajar a España hasta
no haber aprendido más sobre
ella. y sobre todo conocer bien su idioma. Investigó sobre su cultura, estudió
español –con una profesora de Valladolid– hasta lograr escribir poesía en nuestro idioma y árabe.
En 1895 se había casado con la
escritora Helen Manchester Gates (prima suya), de la que más tarde se
divorciaría y posteriormente (en 1923) con la escultora Anna Vaughn Hyatt. Anna
había pasado en muchas ocasiones por España y era también una apasionada de la
cultura e historia hispánicas. Con
ésta fundó la Brookgreen Gardens en Carolina del sur. Ella
es la autora de la estatua del Cid que preside el patio del edificio de la
Hispanic Society y de un relieve del busto de Huntington (también en el museo)
en aluminio.
Huntington se dedicó de lleno a estudiar
literatura hispánica, centrándose en los clásicos y se convirtió en un gran
bibliófilo. Publicó el Catalogue of the Library of Ferdinand Columbus (Nueva
York, 1904), también llamado
"índice numeral", sin duda una de las mejores obras sobre la
impresionante biblioteca reunida en el siglo XVI por Hernando Colón, hijo del
descubridor de América.
Como gran especialista, editó una
reproducción de la primera edición de 1499 de la Celestina, así como de la edición del manuscrito de la Crónica rimada del Cid, conservado en la Biblioteca
Nacional de París. Tradujo
brillantemente al inglés el Poema
del Mío Cid, proporcionando por primera vez una versión inglesa completa,
acompañada además del texto español y las notas. (1897-1903).
En EEUU presidió la American
Geographical Society y el American Museum of Natural History, así como la New
York Historial Society, el Museum of the American Indian y la Fundación Heye.
En España fue miembro de las academias
españolas de la Lengua y de la Historia, Doctor Honoris Causa por la
universidad de Madrid. Durante
la exposición de 1929 en Sevilla, el matrimonio donó dos lienzos de Valdés Leal a
la ciudad, lo que propició que tanto ella como su marido fueran declarados hijos
adoptivos de Sevilla, ciudad que les gustaba pasear en sus visitas.
La siguiente visita a España del
filántropo fue en 1898, año en el que trabajó en las ruinas de Itálica.
Y empezó a forjarse su idea de crear un
museo. “No creo que haya una cosa tan espléndida como
un museo; me gustaría vivir en uno”, parece que escribió en su diario.
Así, empezó a comprar obras para su colección alrededor de 1900, para disgusto de sus familiares, que
consideraban la idea descabellada. El
plan de abrir su propio museo, lo documentó con todo lujo de detalles.
Cuando murió su padrastro, se encontró
con 30 años y una de las más grandes fortunas del país.
En 1902, compró al marqués de Jerez de
los Caballeros, la mejor colección privada del momento y a la par
adquirió parte de la colección de Cánovas del Castillo, dueño de 30.000 libros—,
lo que provocó cierta alarma social entre los intelectuales españoles.
Huntington tuvo que prometer a Alfonso XIII que no expoliaría el patrimonio
bibliográfico español. Por esa razón quizá se dedicó a comprar objetos
pertenecientes a nuestra cultura en otros países y no menoscabar nuestro
patrimonio.
En poco tiempo Archer había reunido en
su biblioteca unos 2.000 volúmenes españoles o sobre temas hispánicos.
En 1904 se emitía el acta fundacional de su museo, la
Hispanic Society of America. Cualquier mecenas hubiera puesto su nombre
a un museo que creó de la nada: él no.
Para alojarlo, adquirió un amplio
terreno en el Upper Manhattan, sobre el que comenzó las obras de construcción
de un elegante palacio de estilo Beaux Arts. Cuatro años más tarde, en 1908, la biblioteca y el museo de la Hispanic Society eran una
realidad.
Comenzó con su propia colección de
pintura, unas 40 obras y su especializada biblioteca, donde además de unos
15.000 libros anteriores a 1700, contaba con copias únicas y primeras ediciones
de obras tan significativas en la historia y en la literatura españolas,
como Tirant lo Blanc, La Celestina, El Quijote y casi toda
la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, y 250 incunables.
|