viernes, 19 de mayo de 2017

HABAS Y ROSAS



Una tarde, a últimos de este pasado mes de abril, mi amiga Claudia me invitó a su casa de Olías a coger rosas. Las cogí, pero, antes, las fotografié. No siempre se puede captar en una fotografía la sutil belleza de una rosa, sobre todo cuando sus pétalos son de suaves y diversas tonalidades pastel, o de intensos rojos, carmines o magentas, pero lo intenté.

Cuando terminamos, me ofreció coger unas cuantas habas de su huerto. Me encantan estas tareas. Así que cogí para ella y para mí. Esto fue motivo de que otra vez saliera a colación mi tortilla de habas. Le prometí que  le daría la receta paso a paso y hoy por fin encuentro un rato para ponerme aquí a subir las fotos que tomé mientras la hacía. Para que se hiciera una mejor idea, le llevé la mitad de la tortilla.

RECETA

Se cortan las habas en rodajas pequeñas


Se ponen a hervir unos diez minutos


Se escurren


En esta ocasión decidí hacerlas con dos patatas y un poco de cebolla. Raramente la hago sola aunque en esta ocasión había pocas habas y las patatas fueron más abundantes. Normalmente sobra con una patata pequeña. Así que mientras se escurrían bien las habas, preparé las patatas y la cebolla.


Una vez hecha la patata y la cebolla, añadí las habas.


Aparte, como siempre que hay que hacer tortilla, se baten los huevos. Se echan al gusto. En esta ocasión puse 5 huevos porque ya he dicho que llevaba un poco más de patata que en otras ocasiones. Una vez mezclado todo se echa a la sartén y...




¡A darle forma! A mí me quedó así: 



Y tan satisfecha quedé,  que le hice varias fotos. 
P.D. No tiréis nunca el agua de cocer ninguna verdura, siempre viene bien para algo. En esta ocasión, se la eché a las lentejas del día siguiente.

Y ahora, las rosas.


















domingo, 7 de mayo de 2017

LA HISPANIC SOCIETY MUSEUM & LIBRARY y LA EXPOSICIÓN DEL PRADO

Archer Milton Huntington. Óleo sobre lienzo de José María López Mezquita.1926. Nueva York, The Hispanic Society of America




Hace unos días tuve la fortuna de visitar en Madrid, en el Prado, una colección extraordinaria. La exposición se titula "Tesoros de la Hispanic Society of America" y, en efecto, son auténticos tesoros los que se pueden contemplar en ella.

Normalmente, cuando os he hablado aquí de mi visita a alguna exposición, os la he resumido brevemente, dándoos mi impresión y poniendo una serie de enlaces para que los abráis si estáis interesados, pero en esta ocasión he quedado tan maravillada por lo que he visto y por la historia de este mecenas que me he puesto a indagar. Son piezas escogidísimas, lo mejor de cada período diría yo. Os traigo aquí un breve resumen, intentando sintetizar, ya que llevo más de una semana leyendo sin parar sobre este deslumbrante ser humano.

Archer Milton Huntington nació en Nueva York en 1870 y murió en 1955 en Connecticut. La wikipedia dice de él que fue un arqueólogo, bibliófilo, filántropo, hispanista y poeta estadounidense.

Su padrastro,  Collis Potter Huntington de quien tomó el nombre, era un rico propietario de grandes compañías de ferrocarriles y astilleros, casado en segundas nupcias con su madre, Arabella.

Parece que su primer contacto con el español lo tuvo a través de mejicanos que trabajaban en el rancho de una tía. Después, adolescente, acompañó a sus padres a un viaje por Europa y el libro sobre los gitanos, llamado The Zincali. An Account of the Gypsies in Spain, comprado en una librería londinense, hizo que empezara a apasionarse por nuestro país.

En su casa, a través de su madre, estuvo en contacto con las letras y la pintura desde niño. Ésta había logrado una colección de pintura donde destacaban obras de los viejos maestros holandeses y mucha pintura francesa. Archer recibió una educación exquisita que no descuidaba las artes, los idiomas y las Humanidades y su amor temprano por todo lo español hizo que se especializara en literatura clásica española.

En 1892, con 22 años,  realizó su primer viaje a España, siguiendo la misma ruta que El Cid, desde el Norte hacia Valencia.

No quiso volver a viajar a España hasta  no haber aprendido más sobre ella. y sobre todo conocer bien su idioma. Investigó sobre su cultura, estudió español –con una profesora de Valladolid– hasta lograr escribir poesía en nuestro idioma y árabe.

En 1895 se había casado con la escritora Helen Manchester Gates (prima suya), de la que más tarde se divorciaría y posteriormente (en 1923) con la escultora Anna Vaughn Hyatt. Anna había pasado en muchas ocasiones por España y era también una apasionada de la cultura e historia hispánicas. Con ésta fundó la Brookgreen Gardens en Carolina del sur. Ella es la autora de la estatua del Cid que preside el patio del edificio de la Hispanic Society y de un relieve del busto de Huntington (también en el museo) en aluminio.
  
Huntington se dedicó de lleno a estudiar literatura hispánica, centrándose en los clásicos y se convirtió en un gran bibliófilo. Publicó el Catalogue of the Library of Ferdinand Columbus (Nueva York, 1904), también llamado "índice numeral", sin duda una de las mejores obras sobre la impresionante biblioteca reunida en el siglo XVI por Hernando Colón, hijo del descubridor de América.

Como gran especialista, editó una reproducción de la primera edición de 1499 de la Celestina, así como de la edición del manuscrito de la Crónica rimada del Cid, conservado en la Biblioteca Nacional de París. Tradujo brillantemente al inglés el Poema del Mío Cid, proporcionando por primera vez una versión inglesa completa, acompañada además del texto español y las notas. (1897-1903).

En EEUU presidió la American Geographical Society y el American Museum of Natural History, así como la New York Historial Society, el Museum of the American Indian y la Fundación Heye.

En España fue miembro de las academias españolas de la Lengua y de la Historia, Doctor Honoris Causa por la universidad de Madrid. Durante la exposición de 1929 en Sevilla, el matrimonio donó dos lienzos de Valdés Leal a la ciudad, lo que propició que tanto ella como su marido fueran declarados hijos adoptivos de Sevilla, ciudad que les gustaba pasear en sus visitas.

La siguiente visita a España del filántropo fue en 1898, año en el que trabajó en las ruinas de Itálica.

Y empezó a forjarse su idea de crear un museo. “No creo que haya una cosa tan espléndida como un museo; me gustaría vivir en uno”, parece que escribió en su diario. Así, empezó a comprar obras para su colección alrededor de 1900, para disgusto de sus familiares, que consideraban la idea descabellada. El plan de abrir su propio museo, lo documentó con todo lujo de detalles.

Cuando murió su padrastro, se encontró con 30 años y una de las más grandes fortunas del país.

En 1902, compró al marqués de Jerez de los Caballeros, la mejor colección privada del momento y a la par adquirió parte de la colección de Cánovas del Castillo, dueño de 30.000 libros—, lo que provocó cierta alarma social entre los intelectuales españoles. Huntington tuvo que prometer a Alfonso XIII que no expoliaría el patrimonio bibliográfico español. Por esa razón quizá se dedicó a comprar objetos pertenecientes a nuestra cultura en otros países y no menoscabar nuestro patrimonio.

En poco tiempo Archer había reunido en su biblioteca unos 2.000 volúmenes españoles o sobre temas hispánicos.

En 1904 se emitía el acta fundacional de su museo, la Hispanic Society of America. Cualquier mecenas hubiera puesto su nombre a un museo que creó de la nada: él no.

Para alojarlo, adquirió un amplio terreno en el Upper Manhattan, sobre el que comenzó las obras de construcción de un elegante palacio de estilo Beaux Arts. Cuatro años más tarde, en 1908, la biblioteca y el museo de la Hispanic Society eran una realidad. 


Comenzó con su propia colección de pintura, unas 40 obras y su especializada biblioteca, donde además de unos 15.000 libros anteriores a 1700, contaba con copias únicas y primeras ediciones de obras tan significativas en la historia y en la literatura españolas, como Tirant lo Blanc, La Celestina, El Quijote y casi toda la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, y 250 incunables.











Retrato de niño, de Diego Velázquez h. 1638-44


Huntington fue paulatinamente ampliando "su" museo, tanto cuantitativa como cualitativamente con lienzos de los mejores maestros españoles, como El Greco, Goya o Velázquez.

Durante un nuevo viaje a Europa conoció la obra de Sorolla, que le entusiasmó. El enorme éxito de la exposición que le dedicó en su museo benefició a todo el mundo: propulsó la fama del pintor valenciano en América, amplió la colección de la Hispanic Society y puso definitivamente en el mapa a la institución. En 1911, Huntington encargó a Sorolla la realización de una serie de lienzos de gran formato sobre las regiones de España que tardó ocho años en finalizar, y que hoy constituye probablemente el mayor reclamo del museo. Un año más tarde trató de repetir la operación con otra gran muestra de un artista español vivo, esta vez Ignacio Zuloaga. El éxito fue menor y no hubo encargo faraónico, aunque sí se compraron algunos de los cuadros del pintor vasco y, lo que es más importante, el millonario y el artista se hicieron grandes amigos.
Huntington siguió ampliando su colección, organizando exposiciones, financiando las artes y las letras y viajando por el mundo. La institución se convirtió en un foco de cultura hispana -tal como quería su creador-, gracias a la cual numerosos hispanistas pudieron investigar y publicar, fomentar y divulgar sus estudios hispánicos en revistas apoyadas por su patronazgo, además de realizar numerosas exposiciones de todo tipo. 

Desde entonces,  se ha mantenido como un lugar de referencia para los amantes del arte y la cultura hispánica aunque, como admite su director, una ubicación poco céntrica la excluye del circuito habitual de los turistas. 
Este museo-biblioteca y su colección de materiales españoles se convierte en la mejor muestra fuera de nuestro país. El número de patronos ha aumentado de los cinco iniciales a 25, para hacer frente a los gastos que suponen el mantenimiento de una institución de esta envergadura. Hay que tener en cuenta que, por expreso deseo de su fundador, el acceso sigue siendo gratuito.

Este museo va a permanecer cerrado hasta 2019 a causa de las obras de remodelación que se van a llevar a cabo. Es el motivo de que parte de sus fondos estén "viajando" fuera de su ubicación habitual y nosotros tengamos la enorme suerte de que esta escogidísima y representativa muestra esté en nuestro país.

Actualmente la institución conserva en sus fondos  18.000 obras de arte, 250.000 manuscritos, 250 incunables. Están relacionados principalmente con la península Ibérica, pero también con  América y Filipinas. Como ya hemos dicho, la colección cuenta con  pinturas de todos los grandes, como el Greco, Francisco de Zurbarán, José Ribera, Alonso Cano, Diego Velázquez, Goya, Joaquín Sorolla, Mariano Fortuny, Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Isidro Nonell e Ignacio Zuloaga y esculturas y objetos artísticos españoles de cerámica y orfebrería.

En cuanto a la exposición del Prado, cuenta con más de 200 piezas (74 pinturas, 13 esculturas, 42 piezas de cerámica, 21 de artes decorativas, 19 de joyería y orfebrería, 42 sobre papel y 7 textiles) y el recorrido que plantea comienza en el tercer milenio antes de Cristo -con la cerámica campaniforme del yacimiento paleolítico sevillano de El Acebuchal- y alcanza el siglo XX con la pintura de Sorolla, Zuloaga, Anglada Camarasa, Rusiñol, Gutiérrez Solana o Ramón Casas. Además de la arqueología antigua y las obras de pintores de la época en que vivió Huntington la exposición incluye escultura romana, piezas fenicias, visigodas, hispanomusulmanas, de la Edad Media cristiana, arte colonial, del Siglo de Oro, cerámicas, joyas, vidrios, metalistería, muebles, tejidos, manuscritos, libros incunables, cartas, mapas (como el Mapamundi de Giovanni Vespucci), otros en cuero, documentos legales..

El comisario de esta exposición es  Codding. Podrá visitarse hasta el 10 de septiembre.













miércoles, 3 de mayo de 2017

MI MUJER




El otro día, en un grupo de wasap (la peor forma de poder tener un intercambio de opiniones), alguien dijo que la expresión “mi mujer” no le gustaba porque denotaba posesión. A él, a su mujer, le gustaba llamarla compañera.

Yo tengo compañeros en la clase de pintura, en la clase de yoga, igual que antes tuve compañeros de trabajo, pero no me acuesto con ellos. Mi marido es mi amante pero no voy diciendo por ahí: '“mi amante” quiere que vayamos al cine'. No, para entendernos, aunque es mi amante y mi compañero, tengo que decir “mi marido”.

Para bien o para mal las palabras tienen un significado y no podemos cambiarlo a nuestro albedrío. Si no, nos vamos a volver todos locos.

Yo no siento que “mi hombre” (como se dice en mi pueblo, aunque cada vez menos, la verdad) tenga ninguna clase de posesión sobre mí cuando me llama “mi mujer”. Conozco hombres que llamando compañera a su mujer son menos respetuosos con ellas que otros que la llaman mujer.

Ah, y además la palabra “mujer” no denota posesión, lo que la denota es el adjetivo posesivo “mi” y también se usa al decir “mi compañera”.