lunes, 26 de noviembre de 2018

CRUZAR LOS LÍMITES. Concierto



El Auditorio, aún sin público, aunque tampoco se llenó.



Qué gusto da viajar a Madrid sin tener que conducir y con poca gente en la carretera. Para que eso ocurra se tienen que dar varias circunstancias a la vez. Por ejemplo que sea un domingo por la mañana temprano, que los madrileños estén hartos de fiestas y rezagados esperando las próximas. Efectivamente el día 9 viernes había sido la fiesta de la Almudena, patrona de Madrid y, el que más y el que menos, aprovechó para hacer una escapadita. 

Y ayer, además,  fue la inauguración de la nueva Gran Vía. Bueno, de nueva tiene poco, pero es verdad que ahora sus aceras son mucho más anchas y están adornadas con perales, dicen que chinos. Hay nuevos semáforos, jardineras y bancos. También tuvo lugar el primer encendido de Navidad. Total, que entre estas circunstancias y que el tiempo estaba nublado con intervalos de llovizna, que era fin de mes y previendo las fiestas que se avecinan, mucha gente parece que se quedó en casa esa mañana de domingo. Eso propició que nosotros, nuestro autobús particular, que salió de Toledo antes de las diez, tardara unos cuarenta y cinco minutos en hacer su ruta, cruzó Madrid en un santiamén y llegamos al Auditorio Nacional con tiempo suficiente para dar un corto paseo y tomar otro café antes del concierto.

Sí, ayer estuvimos de concierto en el auditorio. Uno más. Si el día empezó bien, lo que vendría a continuación sería aún mejor. El auditorio no estaba lleno. Se notaba que era el tercer día.

De primer plato tuvimos Las Hébridas, de Mendelssohn, pieza romántica pero llena de energía. A pesar de las novedades que le siguieron fue con la que más disfruté.

A continuación escuchamos el Concierto para dos pianos, de Bryce Dessner, joven músico americano. Esta obra fue un encargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, London Philarmonic Orchestra, Borusan Culture Arts Centre, Dresden Philharmonie y Orchestre de París. Fue estrenada en Madrid, aunque, como digo más arriba, era el tercer día que la interpretaban. Dessner es el guitarrista de una banda de rock, The National, que también ha compuesto bandas musicales para el cine, como la de El Renacido. Dicen los entendidos que su música es deudora de las corrientes minimalistas y así lo sentí yo, bastante lega. Mucha percusión y una cosa que me llamó la atención: me encontré absolutamente pendiente de cada músico, cada movimiento.  Qué instrumento sonaba, cuál iba a sonar a continuación. Cuando en alguna ocasión cerré los ojos para que me embargaran los sonidos, enseguida volvía a abrirlos para disfrutar y unir al sentido del oído, el de la vista. Costaba trabajo separar los ojos de las manos de las pianistas, pero otros instrumentos requerían enseguida mi atención. Fue vibrante y emocionante. Las hermanas Labèque, Katia y Marielle, para quienes fue escrito el concierto, estuvieron magistrales al piano. 

Y después del descanso, Igor Stravinsky y su Petrushka. La obra, escrita para ballet en 1911, consta de un solo acto y cuatro escenas. 

El concierto de este ciclo se llama "Cruzar los límites" y eso es lo que hace, son todas ellas obras rompedoras, rabiosamente modernas, sobre todo la del joven Dessner.

A la vuelta Madrid seguía tranquilo y precioso. Bordeamos el Retiro y el sol hizo acto de presencia para que viéramos los ocres, verdes y amarillos de los árboles aún más luminosos. Después, por el camino, tuvimos más chaparrones.