jueves, 23 de mayo de 2013

M A Y O R E S



Barca abandonada, Maluca. Óleo.



Un compañero virtual cuyo blog leo algunas veces (siempre que sus entradas no sean estrictamente deportivas) escribía el otro día una entrada sobre la próxima boda de Di Stéfano. Casualmente acababa de ver la noticia en un semanario. Le dejé el siguiente comentario:

"Esteban, qué casualidad. Acabo de llegar de una visita médica rutinaria y, en la consulta, he leído en una revista de "cotilleo" la noticia. Era muy escueta y sólo hacía mención al anuncio del enlace y a la diferencia de edad. Yo, sin saber nada, inmediatamente he pensado en los posibles hijos (ni siquiera sabía si los tenía) ¿Por qué se empeñan en dirigir la vida de los padres? No estoy de acuerdo con que se inmiscuyan, a menos que no les rija la cabeza."


Hice este comentario y me olvidé del asunto, pero se ve que la idea me siguió rondando en el subconsciente.
Seguían viniéndome a la mente infinidad de parejas en una situación similar, aunque quizá no con tanta diferencia de edad.
No voy a citar a los famosos, que ya todos conocéis, Alberti, Cela, Pavarotti,la Montiel, Saramago (que no Sara Mago, como dijo Esperanza Aguirre cuando era ministra de Cultura), Borges, la famosa duquesa ¡cómo no! y muchísimos otros, sino que no paraba de acordarme de parejas conocidas, esas de carne y hueso,cuyas vidas nos resultan próximas, padres de amigos, tíos cercanos, y no las que vemos en la prensa, en el papel couché o en los magazines televisivos de la tarde.

Pensaba en todas estas personas de sentimientos puros, necesitados de cariño,tal vez enamorados, sí ¿por qué no? En casi todos los casos estaban los hijos de por medio. La inmensa mayoría de las veces para oponerse. Primero intentando disuadirlos, haciéndoles ver los inconvenientes, tachándolos de ridículos ante los demás... Y no siempre es por el interés de una herencia o una modesta pensión, no. Es que se creen con derecho a opinar y dirigir la vida de sus padres.

Si se trata de dinero, ellos, los mayores, se lo han ganado, luego tienen derecho a hacer con él lo que les dé la gana. Cuando estas cosas ocurren, los hijos ya están fuera del hogar, los han educado y preparado para emprender y afrontar por sí mismos sus vidas, así que ya no tienen la obligación de seguir costeándoles el sustento, si lo hacen es porque quieren.

Y si se trata de lo otro: "eres muy viejo para pensar en esas tonterías", "qué dirán los demás", "qué vergüenza", olvidan que por muchos años que se tengan, la necesidad de afecto no disminuye, al contrario y la auténtica vergüenza es impedir la felicidad de los demás, cuanto más de tu madre o tu padre.