domingo, 1 de mayo de 2022

CUANDO ABRÍAMOS LAS PUERTAS CON EL CODO.

 Hoy bajaba de casa con las manos ocupadas. Llevaba varias bolsas y he tenido que ayudarme del codo para poder abrir el portal. Entonces me he acordado de no hace tanto tiempo, cuando esto era lo habitual. Le dabas con el codo a la puerta del ascensor (o a cualquier otra) y, una vez abierta, empujabas con el pie o la rodilla. Usábamos guantes y mascarillas y procurábamos no tocar nada con las manos, aunque nos las lavásemos continuamente con agua y jabón y usáramos profusamente el gel hidroalcohólico. Es curioso cómo un olor, un gesto, te llevan de pronto a otra época.


Hace tanto de eso, o tan poco, según se mire. De golpe me vinieron las salidas solitarias al portal para dar un paseo entre los soportales interiores, bajar y subir rápidamente las escaleras para ejercitar las piernas y darle unas cuantas vueltas al garaje. Todo ello a hurtadillas, porque estaba prohibido salir de casa. Jamás, siendo un portal de seis pisos, coincidí con nadie, ni en las escaleras, ni en los soportales del patio interior, ni en el garaje. Tengo que decir que ya me ocupaba yo de elegir horas intempestivas.


Ahora, todo eso queda ya lejos, por suerte. Ya empezamos a quitarnos las mascarillas incluso en interiores y a vivir -casi- como vivíamos antes. A ver si dura mucho o, mejor, es definitivo. Aunque, en algunos lugares de China y en los mismos Estados Unidos, anda la cosa regular. Se habla de la séptima ola. Que no nos llegue o lo haga de forma atenuada.