martes, 25 de junio de 2013

MI NOCHE DE SAN JUAN



Podía haber pasado la noche de san Juan en cualquier playa de Huelva contemplando la espectacular luna de esa noche mientras escuchaba el golpeteo de las olas y los ruidos del chiringuito o la población más cercana, o quizá sola en alguna orilla; o podía haber portado la antorcha hasta los ejidos de la feria  en Albacete; o, ya que estaba cerca, empaparme de buen flamenco en la noche blanca de Córdoba, pero no,  no hice nada de esto. Me quedé tranquilamente en mi casa de Conquista.

El crepúsculo, ese momento mágico en que el día se transforma en noche fue largo. El cielo, en el lugar por donde  se acababa de poner el sol,  siguió con una franja amarilla-naranja durante mucho tiempo y, más arriba, los girones espumosos de nubes que habían sido rosáceas, tardaron en tornarse grises.

Al este, la luna subía serena intentado vanamente que no echárabamos de menos al que se acababa de ocultar. Me quedé contemplándola largo rato desde mi terraza e incluso la fotografié, con pobre resultado. Imposible captar esa belleza, esa mezcla de luminosidad potente y plena que emanaba esa noche y la suave claridad desparramada sobre la sierra y las encinas de las lomas.

Las primeras noches en mi pueblo nunca duermo bien. Siento un  imperceptible hormigueo interno que me lo impide. Sobre todo en épocas tranquilas como estos días, en que el pueblo está más solitario y das largos paseos contigo y tus pensamientos. Quizá sea la nostalgia, no lo sé.

El día 24 de junio, aquí, en mi pueblo, (o la víspera) se me hace más presente que mi amiga Mari hubiera cumplido años ese día, recordándome la proximidad de mi propio aniversario; recuerdo quizá con más cariño que es el día de mi hermano Juan, aunque él nunca celebra su onomástica ni yo lo felicito; que a mi padre también le gustaba comer caracoles, como yo hice ese día y que mi tía Mariquita, a la que también visité esa tarde, cada vez me recuerda más a mi madre y a mi abuela María Josefa, aunque aquélla era enjuta y ésta redondita.

Al atardecer me gustó mucho cruzarme con María Josefa Ferrero y Luisa Molinillo que venían de recoger hierbas aromáticas para lavarse la cara al día siguiente con el agua donde permanecen toda la noche, el agua de san Juan. Traían todas las que yo recordaba: yerbabuena, romero, hojas de nogal -nunca he sabido qué propiedades tienen- y rosas. Iban a buscar el toronjil, que les faltaba.

La costumbre de poner ramos de frutas -fundamentalmente peras- a las mocitas que se pretenden se ha perdido, pero esta del agua perfumada no.

El caso es que a las cuatro de la mañana estaba ya dispuesta a salir de la cama y al ajetreo, pero eso no es prudente, hay que pensar en los demás. Así que aguanté una hora leyendo, pero a las cinco me preparé un café y  me asomé a la ventana mientras me lo tomaba para contemplar el pueblo dormido y la silueta de la sierra. Me sorprendió el canto de infinidad de aves a esa hora tan temprana, (nocturna todavía) así que decidí grabar con el móvil, que era lo único que tenía a mano. Como no se veía nada, improvisé un comentario sobre la marcha para aliviar el pobre resultado obtenido: foto y vídeos "negros".

Este post ni siquiera lo tenía en mente, mucho menos la publicación de las fotos y los vídeos, pero creo que puede ser un buen recuerdo de mi noche de San Juan del 2013. Así que aquí lo voy a dejar, eso sí, si queréis oír algo, tendréis que subir los altavoces.





jueves, 20 de junio de 2013

MODALES



Foto tomada hoy mismo, cuando ya apenas quedaban niños por salir del colegio y la calle se ve casi despejada.




 Pegado a la calle donde vivo hay un colegio. Ocupa toda una manzana. Las cuatro calles que lo circunvalan se llenan de coches a las horas de entrada y salida de alumnos. Normal. Lo que no lo es tanto es que se permita aparcar en doble fila también en la vía de dirección contraria existente en una de esas cuatro, avenida principal. Tampoco lo es que, a la hora de salida, además de todo esto, el Ayuntamiento desplace a la zona a dos o cuatro agentes de su policía municipal y corte dos de esas calles en una de las dos direcciones que tienen. 

Esto vienen haciéndolo durante años. Yo no le había prestado mucha atención porque cuando trabajaba llegaba a casa después de la hora de salida de los críos, pero, desde hace poco, algunos días mi salida o entrada a mi casa coincidiendo con esta circunstancia se convierte en un problema. No tengo en mente que no puedo entrar a mi casa por donde siempre (si es hora de salida, está cortada) ni salir por donde suelo (también cortada) y me encuentro con las vallas de prohibido que previamente ha puesto la pareja de policías en sendas calles, permaneciendo luego vigilantes durante una hora. Tengo que decir que esto me origina (a mí y a todos los vecinos de la calle o que quieran pasar por allí) dar una vuelta de más de un kilómetro circulando a 5 km/hora. Ya he dicho que todas las calles de los alrededores están ocupadas por coches de padres que buscan dejar a sus hijos lo más cerca posible, intentando llevarlos motorizados ante la misma puerta. Todas las calles están en continuo movimiento de coches aparcando, coches esperando la plaza dejada libre para cogerla, coches que no pueden pasar y esperan para poder hacerlo, coches circulando muy despacio porque van buscando una plaza (aunque sea montándose en una acera o pisando plantas, para eso tienen coches bien potentes), coches que no pueden circular porque los anteriores se lo impiden, coches, coches, coches...

Como varias veces me he encontrado con no poder acceder a mi garaje por estar taponada la entrada por los coches de los papis y en otras he tenido que sortearlos cuando pretendía entrar a pie, tomé la decisión de dirigir varios tuits y denunciar la situación al alcalde y a su concejal de tráfico, además de hablar con la policía. Por supuesto ninguna respuesta, pero al menos se percatarían de que había algún vecino  molesto.

Aunque el gobierno municipal es socialista y el colegio de curas, hay un miramiento especial, quizá porque el cole está petado de hijos de cargos de este partido, aunque no tanto como del otro, del natural.

Estos son los antecedentes. Ahora os cuento lo que me pasó ayer.
Venía yo subiendo mi calle un poco como podía pues eran muchos los coches que había que sortear. Además de los coches aparcados en batería en una de las aceras, en la otra, donde aparcar está prohibídisimo, no cabía un alfiler. Al mismo tiempo, como ya he dicho antes, infinidad de coches aparcando, desaparcando, esperando plaza o simplemente pretendiendo poder avanzar, ocupaban la calle entera. Para colmo e incomprensiblemente, en medio de todo ese barullo, un coche de autoescuela intentaba aparcar en un sitio que acababa de quedar libre entre los aparcamientos en batería (no entiendo que se metiera allí, debe ser que la autoescuela sabe que en otras horas esa zona es tranquila). Como estaba toda la calle colapsada (incluido el paso de peatones, ocupado en parte por vallas, en parte por policías y el resto por los coches aparcados más los que transitaban), intento pasar a la entrada de mi bloque como puedo y, en ese momento, una señora con potente automóvil que se percata de mi pretensión de pasar delante de su coche, acelera y casi me atropella, total para quedarse parada un metro más adelante. Retrocedo para no ser masacrada y, al pasar el coche, lo rozo con  el teléfono que llevaba en ese momento en la mano. El golpe era flojo porque he de advertir que mi móvil va protegido por una funda de plástico blando, pero sí es verdad que quería hacerle notar que si no llego a andar lista casi me mata. 

La conductora montó en cólera, se metió en la plaza con la que ensayaba la autoescuela, cuyo alumno ya había iniciado la maniobra de aparcamiento y tenía las luces de marcha atrás encendidas. Dejó el coche a medio aparcar, se bajó furiosa y, colérica, me gritó fuera de sí (yo había seguido andando  tranquilamente hacia mi portal): 
_Señora, un poco de educación, hay que pasar por el paso de peatones.