lunes, 16 de octubre de 2017

UN RESTAURANTE CARO

Este último puente del Pilar, la gente ha salido en desbandada. La fiesta de octubre ha caído en jueves y muchos han aprovechado el tiempo veraniego que tenemos todavía. El 12 de octubre ha sido sucesivamente día de la Raza, día de la Hispanidad y actualmente es además nuestra fiesta nacional, con desfile militar en el paseo de la Castellana de Madrid y recepción real en el palacio del mismo nombre. Asimismo esta virgen es la patrona, además de Zaragoza, de la Guardia Civil, con lo que España se llena de desfiles y actos en cuarteles. 

Los balcones de España se han ornado con banderas españolas, no por ser la fiesta nacional, que aquí no la sentimos mucho, quizá por los antecedentes, sino como respuesta al desatino catalán, del que mucha gente está hasta las narices.


Nosotros no hemos salido, nos hemos quedado aquí, en Toledo y uno de los días del gran puente decidimos ir al restaurante La Ermita.  http://laermitarestaurante.com/ 

Hacía bastante tiempo que no íbamos y quería saber cómo seguía. Los precios no te permiten visitarlo con frecuencia.

Salimos pronto para dar una vuelta a pie por el Valle, que es donde está ubicado. No contábamos con que el sol pegaba de plano y los árboles no abundan. Por otro lado, las aceras bullían de turistas nacionales y extranjeros y gente paseando o corriendo, “dando la vuelta al Valle”, como dicen aquí -yo la primera-. 


Optamos por sentarnos en uno de los bancos con sombra frente al espectáculo de la ciudad. Cada diez minutos llegaba un autobús atestado de turistas. Paraba, salían los turistas, hacían fotos como posesos, volvían a subir al autobús y éste partía.

Cuando llegó la hora, pasamos al restaurante. El lugar es privilegiado. Desde sus amplísimos ventanales (un ángulo completo del comedor está acristalado) hay una vista panorámica de la ciudad con el Tajo a los pies.                           

La sala pues es muy agradable. Cuando llegamos apenas había un par de parejas. Después fue entrando más gente pero en ningún momento se llenó. Merodeaban (nunca mejor dicho) dos camareros y la encargada, no sé si dueña. Pedimos nada más llegar  dos vinos manzanilla bien fríos y 25 minutos más tarde aún no teníamos en la mesa el aperitivo que hubiera tenido que acompañarlos.  Cuando llegó resultó ser un vasito de sopa caliente de tomate, nada apropiado para la temperatura de 32º que teníamos fuera, ni para el vino. Al pedir algo más apropiado –pagándolo, por supuesto- nos dijeron: a nuestra propuesta de media ración de jamón, que no servían medias raciones y a la petición de unas aceitunas, que su aperitivo era el otro, el que ya nos habían servido. No salíamos de nuestro asombro pues en ningún momento queríamos que nos regalaran nada. A todo esto ya eran las 15 horas y al poco llegaron los primeros, así que tomamos nota de la disposición de la que parecía jefa de sala y empezamos a comer.

Yo había estado echando un vistazo a los comentarios que aparecen en su página y había algunos que ya me alertaron. Como uno de los primeros que íbamos a tomar era ceviche y alguien había denunciado que iba con aguacate y éste no estaba maduro sino  duro y verde (peroto se dice en mi pueblo, de forma muy práctica, pero no aparece en el diccionario), se lo advertimos al camarero que parecía el encargado pues es quien nos tomaba la comanda. ¡¡Intentó explicarnos qué era un aguacate y que éstos eran verdes!!


Para posibles futuras visitas diré que la ensalada de mango, naranja y jamón de pato es fundamentalmente escarola. Los pocos trozos de mango estaban cortados tan, tan pequeños que era imposible pincharlos con el tenedor. El jamón de pato  en cambio deberían ponerlo cortado más pequeño pues en un bol grande lleno de escarola es muy difícil cortarlo.

Los segundos resultaron  estupendos y también los postres, aunque en mi opinión la mezcla de frutas naturales y cremas, muy descompensada a favor de las últimas.






Salimos en plan americano, llevándonos nuestra media botella vino sobrante.