viernes, 8 de marzo de 2013

PRIMER VIERNES DE MARZO

De espaldas, observando atónita la gran cantidad de gente
A pesar de haber tranquilizado y prevenido a mis contactos en facebook de que no volvería a darles la tabarra con mis idas y venidas, vuelvo a la carga. I'm sorry.

Esta vez el viaje es en tren y el motivo pasar el día con nuestro amigo Bernardo, que viene desde Jerez a estar unos días en Madrid para ver a su hija y sus nietos.

Es la primera vez que hacemos uso del nuevo e impecable aparcamiento que ha hecho el ayuntamiento justo al lado de la estación de Renfe. Estas cosas prácticas, bien pensadas, económicas y que dan un gran servicio a los ciudadanos que diariamente deben desplazarse a Madrid no siempre se les ocurren, a pesar de su lógica, a los gobernantes, así que chapeau!


Bernar aprovecha el tiempo que le sobra para visitar museos. Él enseña a pintar y últimamente muestra un cierto frenesí por acudir a cualquier evento artístico. Nosotros en cambio estamos algo saturados, así que en lugar de acompañarlo a su visita al Thyssen, quedamos a medio camino entre este museo y la estación, el edificio de Caixa Forum. Echamos sendas ojeadas rápidas a las dos exposiciones que alberga y salimos dispuestos a caminar por los alrededores, no sin antes haber admirado una vez más su bella escalera, la exuberancia de la pared con las plantas colgantes y la moderna solución dada a esa vieja edificación.  En nuestra anterior visita paseamos por el barrio de Salamanca, ahora lo hacemos por el barrio de las Letras. 


Estando por los alrededores del edificio del antiguo diario Pueblo, vemos una gran concentración de personas y pensamos en algún acto reivindicativo de los muchos que hay hoy día en cualquier ciudad de España. Conforme nos acercamos, comprobamos que se trata de una multitudinaria cola de personas que apenas avanza y que ocupa varias calles. Como empezamos pronto a sospechar, se trata de los devotos del Cristo de Medinaceli, cuyo templo está en la calle Jesús, cerca de donde nos movemos. Por los visto todos los primeros viernes de marzo de cada año se produce lo que llaman besapiés y todos los fieles acuden a pedir, supongo yo, cosas buenas para ellos y sus familias. Efectivamente es viernes, uno de marzo. 

Hacemos comentarios sobre el tipo de gente que se acerca por allí y es capaz incluso de pasar una o dos noches -eso nos aseguraron- guardando cola para poder entrar unos minutos en el templo a pedir algo a la imagen del Cristo. Y aquí me vuelvo a plantear  la misma pregunta de siempre: ¿por qué los creyentes necesitan tener una representación, una imagen, aunque ésta sea de yeso, barro o madera?

Intercambiamos opiniones sobre la ideología de esas personas.  _Eso lo averiguo yo ahora mismo, dijo Bernardo cuando le mostré la pinta pija de un jovencito.
 _ ¿Tienes un papel?
 _Toma, le dije sacando la libreta que siempre llevo en el bolso y donde tomo muchas notas, algunas de las cuales traslado   luego aquí.
De pronto es como si hubiéramos retrocedido al inicio de nuestra amistad, cuando teníamos veintitantos años y él y Daniel hacían bromas sin parar con todo, a todos y en todo momento. Tomó la libreta abierta en una mano y un bolígrafo en la otra y se fue hacia la fila haciéndose pasar por encuestador de una empresa de estadísticas cuya misión era averiguar a qué partidos votaban los devotos del Cristo.
No contaré más. Sólo que la noche se nos echó encima, las horas volaron entre charlas y la hora de regreso marcó una separación que ninguno quería.
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Esto dice la wikipedia del Cristo de Medinaceli:
 La imagen de Jesús tiene una altura 173 cm y fue elaborado en talleres sevillanos-cordobeses hacia el siglo XVII. Representa a un Ecce Homo. Es de talla completa pudiendo ser presentado sin vestir, constando entonces de un paño de pureza. Tiene una mirada que refleja un gran sufrimiento así como una gran paciencia. La talla está encorvada por el dolor de espalda producido por la flagelación. La imagen tiene una cabellera tallada a pesar de que no se muestre al estar tapada por la "artificial" que se le pone. La imagen consta de un gran ajuar compuesto por más de treinta túnicas entre las que destacan una de 1846, regalada por el rey Francisco de Asís y otra de 1883, regalo de la Duquesa de Medinaceli. Para las grandes ocasiones como el primer viernes de Marzo o la procesión, Jesús luce una corona de oro macizo de medio kilo de peso con piedras preciosas incrustadas, regalo de los joyeros madrileños en la década de 1950.

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