Queridas nietas: esta es la
primera carta que os escribo y es para cuando seáis mayores, tan mayores como
para que ya os hayáis planteado esas preguntas que sólo se hacen a cierta edad.
¿Cómo era mi abuela Manuela? Qué cosas le gustaban, le interesaban, cómo era un
día en su vida... todas esas preguntas que yo, hace un tiempo, me hice sobre mis
abuelos.
Al escribiros he estado tentada
de poner “queridos nietos”, pero Lucas es todavía muy pequeño y ya tendré tiempo
de escribirle a él, aunque esta carta, si no cambian mucho las cosas, también la
leerá un día, estoy casi segura.
Entre las cosas que puedan
cambiar está la forma de comunicación. Ahora tenemos ordenadores pero ¿dentro
de cincuenta años? ¿Podremos trasladar
la información conservada a los nuevos soportes? Estoy pensando en todos esos
aparatos que he tenido y de los que me he tenido que deshacer por obsoletos. Mi primer
magnetófono, las cintas, vinilos, tocadiscos, etc. que se han ido desechando.
Por no hablar de las máquinas de escribir, cámaras fotográficas, teléfonos, etc. ¿Cómo será todo dentro de cincuenta,
sesenta años?
Bueno, pues como os decía os
escribo para contaros que sois un poco las responsables de esta especie de
diario que comencé a escribir cuando me jubilé. Pero no quiero engañaros, he
dicho sólo “un poco responsables” porque si tengo que ser sincera, tendré que
confesarme que en el fondo lo he hecho por y para mí. Qué tanto por ciento ha
influido saber que a mis hijos les gusta conocer cosas de su madre y qué
porcentaje ha sido pensando en vosotras, mis preciosas nietas, eso ni siquiera
yo lo sé.
De todos modos no aspiro a que
esto sea un retrato, ni mucho menos. Ni lo quiero, ni sabría hacerlo. Como digo
en el encabezamiento del blog, son pinceladas, cosillas. Aquí cuento lo que me
parece. Además quiero que tengáis en cuenta la edad que tengo en el momento en
que lo escribo. He conocido a lo largo de mi vida a gente muy variopinta y extraordinaria y he recorrido la península, casi toda Europa y también he viajado a lugares alejados, pero ahora llevo una vida más apacible, donde priman otras
cosas. Vosotras, por ejemplo, ocupáis una parte importante de mis intereses actuales.
Alguna me vez me digo a mí misma
que por qué hago públicos estos escritos. Si son para vosotras, los podría tener en un archivo,
pero no sabéis lo desordenada que soy y seguramente si no los tuviera que
presentar en público, primero no estarían tan cuidados (tampoco lo están tanto,
cuántas veces me he arrepentido de darle al intro (o publicar) demasiado
pronto, antes de echarles una última lectura) y segundo ya estarían la mitad de
los textos extraviados, por no hablar de los que no hubiera escrito por dejarlos
“para más tarde”. Eso me pasa ya, no creáis, pero esto de tener que poner aquí
algo por lo menos una vez al mes o cada dos, me obliga un poco. Con todo, dejo
muchas veces de escribir porque me digo: total, ¿para qué? ¿Qué le importa al
mundo mi opinión sobre el reciclaje, por poner un ejemplo (por cierto, tengo
que escribir algún día sobre ello, ya que sólo lo rocé en el tema del agua de
la ducha)? ¿A quién le importa dónde he ido, qué he visto, dónde, qué y con
quién he comido, qué he sentido? Bueno, y a mí qué más me da si les importa, si
no, si les irrita o si les parece una bobada, yo lo escribo porque quiero,
porque me sale en ese momento, porque pienso (aquí es donde intervenís
vosotras) que un día a lo mejor (o no) os gustará leerlo, porque sí he
descubierto, gracias precisamente al blog, que a mis hijos también les gusta
saber cosas mías que no salen en las conversaciones, ni en las fotos guardadas
en los álbumes, olvidos, ideas dadas por supuesto, etc.
Es todo cuanto quiero deciros (por ahora). Un
beso.
La alegría de los nietos, por cierto preciosos. Que mejor recuerdo puedes dejarle que tus letra dedicadas a ellos.
ResponderEliminarBesos.
Sí, Rafaela. Presumo que te pasa un poco lo mismo. Un beso, amiga.
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