Me levanto pronto y hago tiempo hasta que llegue la hora de salir a hacer algunas gestiones.
Cuando una piensa en la jubilación, lo primero que se tiene en mente es poder dormir mucho, no madrugar: craso error. Desde que no trabajo, mis despertares son tempraneros, aunque variables.
Voy en primer lugar al banco y cuando llego ya me preceden un par de clientes. Me desplazo también andando (hay que hacer ejercicio) a la oficina de correos para gestionar el voto en las próximas elecciones. Decido atravesar el parque para ganar tiempo. Mal asunto. Las chinas(1) y arenilla de los paseos se me cuelan entre los dedos a través de las tiras de las sandalias. Acelero el paso porque el aire es aquí más fresco que si hubiera ido por la avenida, donde ya pega el sol.
Al entrar en la pequeña oficina de correos son las nueve y cuarto y la sala está a rebosar. Los bancos habituales están repletos y las sillas añadidas aquí y allá también. Algunas personas permanecen de pie.
Pulso el aparatito expendedor de los números de turno y me corresponde el 41. Hay cuatro mostradores con otras tantas personas atendiéndolos y todos van a buen ritmo.
Cuando una piensa en la jubilación, lo primero que se tiene en mente es poder dormir mucho, no madrugar: craso error. Desde que no trabajo, mis despertares son tempraneros, aunque variables.
Voy en primer lugar al banco y cuando llego ya me preceden un par de clientes. Me desplazo también andando (hay que hacer ejercicio) a la oficina de correos para gestionar el voto en las próximas elecciones. Decido atravesar el parque para ganar tiempo. Mal asunto. Las chinas(1) y arenilla de los paseos se me cuelan entre los dedos a través de las tiras de las sandalias. Acelero el paso porque el aire es aquí más fresco que si hubiera ido por la avenida, donde ya pega el sol.
Al entrar en la pequeña oficina de correos son las nueve y cuarto y la sala está a rebosar. Los bancos habituales están repletos y las sillas añadidas aquí y allá también. Algunas personas permanecen de pie.
Pulso el aparatito expendedor de los números de turno y me corresponde el 41. Hay cuatro mostradores con otras tantas personas atendiéndolos y todos van a buen ritmo.
Tanto la máquina expendedora como los mostradores avisando de un nuevo número producen ruido. La primera emite un sonido que me recuerda el timbre que hubo en mi casa de Moratalaz, allá por los primeros sesenta, los segundos son sonidos más modernos.
A medida que pasa el tiempo, el intervalo entre los timbrazos se acelera. ¡Cuánta actividad de tan buena mañana!
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(1)Me hubiera gustado utilizar la palabra chinato pero tampoco la contempla el Drae.
A medida que pasa el tiempo, el intervalo entre los timbrazos se acelera. ¡Cuánta actividad de tan buena mañana!
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(1)Me hubiera gustado utilizar la palabra chinato pero tampoco la contempla el Drae.
Desde hace tres escritos, por lo menos, me da vueltas continuamente en la cabeza, en mi mente, que tu estilo, este estilo, tan pronuciado al menos para mí, me trae el recuerdo cierto de Antonio Machado. Ya se que era poeta, pero tu forma de escribir entre punto y seguido, "sentenciando" cualquier idea, pensamiento o sueño, me traslada de forma instántanea, como un eco a "Una tarde parda y fría ........", "Alamos del camino en la ribera", "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla", etc. etc. etc.
ResponderEliminarMe encantan estas máquinas expendedoras.Al principio de mi vida aquí, todo el mundo se me colaba en las tiendas. No sabía que había que pedir la vez y memorizar la cara de la persona que te la da. Es cuando empecé a entender en que consistía la picaresca.
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