Esta foto de Toledo es cortesía de TripAdvisor
San Juan de los Reyes
Hay boda en Toledo, concretamente en el monasterio de San Juan de los Reyes(1), templo de estilo gótico isabelino con alguna parte mudéjar de los siglos XV y XVI. Dicen que es el más frío de la ciudad, más incluso que la catedral. Dentro, te hielas el mismísimo mes de agosto.
Es una mañana de primeros de marzo fría. El sol aparece a veces y roza los rostros, que lo agradecen; se esconde a ratos, dejándolo todo más triste y gris. El viaje de esos nubarrones negros y oscuros deja huecos de un azul luminoso a su paso.
Tomamos un taxi para no perder media hora buscando aparcamiento. Pero la mayoría de invitados acuden desde todas las direcciones a pie: puerta del Cambrón, Reyes Católicos... también coches particulares que paran brevemente para dejar a algunos asistentes y seguir hasta encontrar un sitio y taxis que descargan en la misma puerta.
Las más jóvenes portan sin excepción zapatos con plataformas de formas imposibles y altísimo tacón. Hay que hacer muchos equilibrios para andar sin torcerse un tobillo entre los cantos rodados y los adoquines de las calles en cuesta que llevan hasta la iglesia. La mayoría van sujetas a otra persona y avanzan con pequeños e indecisos pasos. Los hombres, como en tantas cosas, lo tienen más fácil.
Las más jóvenes portan sin excepción zapatos con plataformas de formas imposibles y altísimo tacón. Hay que hacer muchos equilibrios para andar sin torcerse un tobillo entre los cantos rodados y los adoquines de las calles en cuesta que llevan hasta la iglesia. La mayoría van sujetas a otra persona y avanzan con pequeños e indecisos pasos. Los hombres, como en tantas cosas, lo tienen más fácil.
Hay bastantes invitados ya en la puerta, mezclados con turistas; otros han pasado dentro huyendo del viento, cobijándose bajo techo sin saber que, al cabo de poco, allí hará más frío que en el exterior. Las mujeres alternan, debido al extraño tiempo atmosférico de la cercana primavera, visones con chales transparentes. Los hombres, más sobrios, lucen abrigos, trajes o chaqués.
Los padres del novio esperan a la puerta. Justo ahí es donde más se siente el airecillo gélido que levanta faldas y descompone peinados y tocados. Es un buen momento para saludar, reencontrarse con viejos conocidos. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? ¿Hace diez, veinte años? Algunas parejas que fueron y no son van por separado y se reencuentran. La inmensa mayoría, caras desconocidas.
Los turistas entran y salen de la iglesia sorprendidos y quizá agradecidos de tener la ocasión de contemplar, además de la arquitectura, un casamiento lugareño. En ocasiones como esta se aprende mucho de las costumbres de la ciudad visitada.
La novia, con traje de color marfil, sonriente y segura del brazo de su padre, llega con un cuarto de hora de retraso sobre la hora prevista para el comienzo de la ceremonia. La preceden tres niños con zapatos, medias y chaquetitas celestes. La alfombra roja amortigua los pasos y deja oír el violín y el órgano, situados a la derecha del altar.
A los cinco minutos de iniciada la ceremonia el frío empieza a calar los huesos. Sube desde abajo atravesando la suela de los zapatos y por más que te encojas no hay consuelo. Ni apretándote el fino abrigo contra el cuerpo. Las losas de granito rezuman humedad, o eso parece.
Es la excusa perfecta para salir a tomar un poleo hirviendo y sentarse en la cafetería de enfrente donde está ahora pegando bien el sol, esa en la que se rodaron algunas escenas de Te doy mis ojos. Allí aprovecho para aliviar mis manos acariciando la taza e hilar unas cuantas líneas que servirán para este relato.
Cuando regreso a la iglesia, aún no ha terminado la misa-ceremonia. Es el momento de la paz.
Cuando regreso a la iglesia, aún no ha terminado la misa-ceremonia. Es el momento de la paz.
La belleza del marco y el reencontrarse un día con seres cuya compañia se añora el resto del año permitiran ser un poco más indulgente con el ceremonial, cuando la discreción parece desplazada, los excesos admitidos tanto en la vestimentaria como en las efusiones ( besos, risas chillonas, etc). Hay que hacerse notar, pues pasar desapercibido lastimaría el gasto en tiempo y plata de tantos esfuerzos prodigados.
ResponderEliminarÚltimamente he tenido ocasión de analizar todo este ceremonial (siempre lo había hecho) pues acabo de llegar de otra boda (esta mucho más familiar) en Sevilla y recién he visto la película de Lars von Triers "Melancolía".
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