Me despedí de vosotros hace mucho tiempo, a principios de mayo, y, con la excepción de un artículo que tenía para otra publicación y decidí poner en este sitio en agosto, desde otro ordenador y sin saber siquiera si iba a salir bien, no he pisado por aquí.
Confieso que me fui sin muchas ganas de volver, pero al poco empecé a echar de menos escribir, mas, como el hombre es un animal de costumbres y yo, que antes garabateaba cualquier papel y lo guardaba, ahora soy incapaz de poner algo en pie si no es aquí, en mi ordenador, mis documentos, manuela, textos... pues me he pasado todos estos meses de vacaciones "escribidoras", que diría Vargas Llosa.
Este ha sido un largo verano fuera del hogar habitual, lleno de idas y venidas, y culpable de una ausencia que no quería tan prolongada.
Al poco de partir, empecé varios proyectos, todos mentales, que se quedaban ahí. Para no olvidar esas quiméricas intenciones empecé a sacar fotos como una posesa. Las fotos suplirían las notitas de otros tiempos, haciendo de recordatorio.
Así, he tomado fotos de todos aquellos lugares que he visitado o revisitado, paseando, en coche, en tren, en barco, desde un ascensor, fotos de amaneceres, atardeceres, puestas de sol, nubes, nubes blancas, grises, más oscuras amenazadoras de tormenta, arcoíris tomados rápidamente desde la ventanilla de un coche, triunfales y completos sobre el mar, incluso dobles, fotos de súbitas nieblas vespertinas los primeros días de septiembre, fotos de pájaros, flores, plantas, arbustos, árboles, parques, reuniones de amigos, mesas, tapas, bares, restaurantes, chiringuitos, fotos de la hermandad de Punta Umbría saliendo para el Rocío, de la procesión marítima de la virgen del Carmen, fotos en el mercado, fotos a la compra en casa, fotos a lo cocinado, a las bebidas frías, espumosas cervezas, humeantes infusiones, helados y transparentes vinos blancos, tintos carmesíes, artísticos postres, entradas, aperitivos... y también fotos a la familia, a los amigos, a los carteles curiosos, a esas lunas llenas entrevistas entre las ramas de los pinos, en fin, a todo, queriendo capturar cada momento para intentar retenerlo y trasladar aquí alguna de esas vivencias.
Este ha sido un largo verano fuera del hogar habitual, lleno de idas y venidas, y culpable de una ausencia que no quería tan prolongada.
Al poco de partir, empecé varios proyectos, todos mentales, que se quedaban ahí. Para no olvidar esas quiméricas intenciones empecé a sacar fotos como una posesa. Las fotos suplirían las notitas de otros tiempos, haciendo de recordatorio.
Así, he tomado fotos de todos aquellos lugares que he visitado o revisitado, paseando, en coche, en tren, en barco, desde un ascensor, fotos de amaneceres, atardeceres, puestas de sol, nubes, nubes blancas, grises, más oscuras amenazadoras de tormenta, arcoíris tomados rápidamente desde la ventanilla de un coche, triunfales y completos sobre el mar, incluso dobles, fotos de súbitas nieblas vespertinas los primeros días de septiembre, fotos de pájaros, flores, plantas, arbustos, árboles, parques, reuniones de amigos, mesas, tapas, bares, restaurantes, chiringuitos, fotos de la hermandad de Punta Umbría saliendo para el Rocío, de la procesión marítima de la virgen del Carmen, fotos en el mercado, fotos a la compra en casa, fotos a lo cocinado, a las bebidas frías, espumosas cervezas, humeantes infusiones, helados y transparentes vinos blancos, tintos carmesíes, artísticos postres, entradas, aperitivos... y también fotos a la familia, a los amigos, a los carteles curiosos, a esas lunas llenas entrevistas entre las ramas de los pinos, en fin, a todo, queriendo capturar cada momento para intentar retenerlo y trasladar aquí alguna de esas vivencias.
Pero el verano pasó y ahora no vendría muy a cuento hablar de las sensaciones del sol de agosto en la piel, o de las caminatas por la orilla cuando la marea está baja y la consistencia de la arena es la adecuada. De lo molesto de las voces de la gente de alrededor de tu sombrilla mientras intentas en vano leer o, simplemente, relajarte.
Quizá cuando reorganice la montaña de fotos traiga algo de eso aquí o, quizá no, quizá se quede dentro, como esa alegría íntima y gozosa de los ratos con buenos amigos reencontrados.
Anque cada vez me cuesta más mantener el blog, no acabo de dejarlo porque sé que volvería al poco tiempo.Te engacha el escribir, te engancha el que te visiten los amigos, te engancha el visitarles, te engancha este mundo digital en el que hemos sembrado amistad y afectos.
ResponderEliminarEn cuanto a las fotos, he pasado por períodos como tu dices de fotografiarlo todo para retenerlo en la memoria hasta que actualmente me siento desbordada con tanto archivo y un poco de descontrol añadido al haber archivado mal algunas cosas y otras tenerlas por duplicado o triplicado...Estoy llegando al desastre pero aquí sigo por el momento.
Me alegra tu post y estar aqui para darte un abrazo. Sigue con nosotros.
Chela, sabes muy bien cómo infunden ánimos comentarios como el tuyo, pues aunque es verdad que una escribe para sí, viene muy bien comprobar que no está en una isla de silencio circundante. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarVeo que como a mi, te siguen gustando las puestas de sol.
ResponderEliminarSí Paloma, sí. Todos estos meses las he tenido increíbles. Cada día me decía que no tomaría más fotos porque serían repetición de las anteriores... pero, imposible sustraerme.
EliminarComo corolario, Maluca, a ti se te viene la época gris del año, mientras nosotros entramos a la Primavera. Para que te de envidia (sana me imagino).
ResponderEliminarSi he de decirte la verdad, Esteban, casi estaba ya deseando este próximo otoño, otra cosa será cuando vengan los frios, que odio.
EliminarMaluca me encanta leerte y que te decidieras a volver.
ResponderEliminarEsto de los blogs es un venenillo que se mete en la sangre
y terminamos no pudiendo pasar sin nuestros amigos virtuales.
Aunque parezca mentira ¡se les llega a querer tanto!
Un abrazo querida amiga
Muchas gracias amiga India, veo que resolviste tus problemas con las redes. Un abrazo,
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