viernes, 7 de octubre de 2016

VIAJE POR EL DANUBIO (2) MADRID-MUNICH-PASSAU

El vuelo fue tranquilo, incluso pude dormir. El aeropuerto de Múnich es muy manejable y como no llevábamos el equipaje facturado, en un momento estuvimos en la calle, donde ya nos esperaba un guía y el autobús que nos trasladaría hasta Passau. La conductora era una mujer alta y fuerte y con muchas ganas de hablar. Antes de arrancar y mientras esperábamos al resto de los viajeros, unos 30-40, Daniel y ella (sobre todo) hablaron sin parar en alemán, tanto que él, que es un buen conversador, hizo amago de venir a traducirnos para deshacerse de ella, porque le resultaba ya algo pesada, además levantaba mucho la voz, cosa rara en los alemanes.

Ya desde el autobús empecé a disfrutar del paisaje y, lógicamente, a hacer fotos. Hice muchas, pero no os preocupéis, no os las pondré todas. Sólo unas cuantas.





Sobre la una llegamos al barco. Todo el mundo iba con hambre. En el aeropuerto no pudimos parar a comer nada porque había que estar enseguida en el barco. Yo era la única del grupo (creo) que había tomado algo en el avión, pero aún así.

El barco nos causó muy buena impresión. Dejamos las maletas y pasamos al salón donde una guía nos esperaba; se presentó, nos dijo que nos acompañaría durante todo el recorrido y nos dio una charla teóricamente informativa pero en realidad era para hablarnos sobre las bondades del viaje y la maravillosa comida, además de sobre posibles excursiones organizadas por el propio barco (carísimas todas), y luego ya sí: normas y hábitos, horarios, utilización del camarote, comedor, cubierta, etc., etc., el tiempo pasaba y no nos dejaban libertad para ir a tomar una salchicha con una cerveza que yo, desde que pisé suelo alemán, era de lo que tenía ganas. A estas alturas ya se habían unido a nosotros el resto de los huéspedes hispanos, unos sesenta; el resto (sobrepasaban la centena) eran alemanes y llevaban otro ritmo.

Al cabo de una hora y viendo la cara de aburrimiento que algunos teníamos se debió dar cuenta y nos dio libertad para disponer de nuestro tiempo. Sobre la ciudad nos dijo que no valía gran cosa, que había poco que ver y que a la vuelta de todo el recorrido, pasaríamos toda una mañana en ella para visitarla. Como pude comprobar después, la guía estaba muy equivocada.

Salimos de la charla desesperados y sin esperar a llegar a la ciudad, buscamos un quiosco que había cerca del muelle y allí mismo saciamos nuestro apetito. Después de dos horas en el aeropuerto, dos horas de avión, dos de autocar y casi dos de charla, cualquier cosa que nos ofrecieran nos parecía bien. Con todo, aun tuvimos que esperar un buen rato. El quiosquero estaba solo y no daba abasto para atender a tanta gente.



Nos supieron a gloria las salchichas con choucroute.

Al terminar pedimos dos taxis y nos trasladamos al centro a tomar café, pero estábamos demasiado cansados y el paseo no fue muy largo. A la vuelta aprovecharíamos mejor el tiempo. Seguíamos sin tener acceso a los camarotes. Así que en cuanto fue la hora volvimos para una ducha e, increíblemente, otra charla. Se ve que no habían podido amarrar muchas excursiones y volvían a la carga. Cada una de ellas costaba unos 45 euros por persona.





Y por fin pudimos pasar a nuestros "aposentos". Los camarotes eran pequeños pero extraordinariamente bien aprovechados. Un lugar para cada cosa, cada cosa en su lugar. Cada día nos abrían y cerraban una de las camas, la otra permanecía siempre abierta. La limpieza fue impecable durante todo el recorrido.







El personal del barco era mayoritariamente asiático en los dedicados a asuntos de limpieza y de países del este para el servicio en restaurante, recepción y cafetería. Muy correcto y agradable, a pesar del régimen de trabajo, de 14 o más horas diarias.

Tuvimos la inmensa suerte de tener un tiempo extraordinario durante todo el recorrido, excepto el último día en Passau otra vez, que nos llovió algo.


Disfrutamos mucho el resto de la tarde, después de haber descansado un poco. La salida del barco fue preciosa, por el paisaje y porque es extraordinariamente relajante ver deslizarse suavemente el barco por el río desde cubierta.
Una de las numerosas esclusas
Pasando por debajo de un puente, pasajeros tomando el sol en cubierta.
La cena nos pareció deliciosa, opípara, todo rico. Pero nos esperaba una sorpresa. Aunque ya estábamos avisados por la atenta guía, fue doloroso comprobar que no sólo tenías que pagar el vino o la cerveza de comidas y cenas, que, al fin y al cabo puede parecer vicio, sino que había que pagar incluso el agua. No sé si con fundamento o no, nos dijeron que había habido unas intoxicaciones y el capitán, preocupado por el pasaje, había decidido que consumiéramos todos agua embotellada ¡a 3,50 euros la botella de 750 cl.!



La primera noche en el camarote -pastilla mediante- fue buena. Me extrañó el movimiento, tan diferente a la navegación en el mar. Encontré que era sedante y que ayudaba a dormir. El problema eran las numerosas esclusas. Ahí sí se producía un movimiento distinto, como de pequeño terremoto. Coincidía conmingo Vicky, una mejicana habituada a los seísmos con quien lo comenté en el primer desayuno, igual que la compañera chilena de la mesa de al lado. A mí en todo caso ni me alteró ni me impidió el sueño.

El desayuno era bueno y suficiente y fue el mismo durante toda la travesía. Varios tipos de pan que podías o no tostar, mantequillas, mermeladas, yogures, embutidos, zumos, frutos secos, huevos cocinados de varias formas , frutas, diferentes tipos de salchichas, etc., etc. Era autoservicio y el camarero sólo te servía el café o el té. No sé en el resto de las mesas, pero en la nuestra cada día hubo que pedirle leche caliente. La traía fría sistemáticamente.

A media mañana, todos a cubierta para simulacro de accidente.





2 comentarios:

  1. De Munich también recuerdo las excelentes salchichas y la cerveza, que tomé en la famosisima e histórica cerveceria "Hofbrauhaus", situada en la parte vieja de la ciudad.Cuando estuve no recuerdo haber visto más turistas que las dos americanas y otra amiga de Vigo, con las que fuimos en coche, desde Suiza. Nos sentamos con alemames,nos invitaron a beber y cantar con ellos.Eran simpàticos y amables.Lo pasé muy bien allí.
    Todo esto me trae muchos recuerdos de mis veinte y tantos años...
    Abrazos.

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  2. Una edad muy diferente. Yo también estuve siendo joven en Alemania, concretamente en Colonia. Luego, más tarde, en Berlín, etc... al final, de Munich sólo conozco su aeropuerto y poco más. Besos

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