martes, 15 de febrero de 2011

G E N T E QUE CANTA


El otro día, mi amigo Tomás me recordó una canción de Carlos Cano. Eso me trajo a la memoria la primera vez que lo vi actuar en directo en una sala del centro de Madrid. Apenas era conocido entonces, mediados los setenta, pero tenía una voz agradable, hacía tiempo que nadie cantaba temas “andaluces” cercanos a la copla, cuando no copla pura, y me apetecía conocerlo. También abordaba en sus canciones temas políticos y eso lo hacía más atractivo. Me sorprendió su altura y delgadez –apenas había visto alguna foto suya-. Era desgarbado y soso. Todavía lo veo ahí, en el centro del escenario con su camisa blanca y sin saber muy bien qué hacer con los brazos.
También por la misma zona estuve viendo actuar a Amancio Prada y, años más tarde, ya en los ochenta, a Martirio, tan estrafalaria ella y tan buena cantando y, siguiendo por la zona, me viene también a la memoria el primer concierto al que asistí para ver a Camarón, éste en el Palacio de los Deportes, ya entonces con un lleno total. Esto sería en los primeros setenta.
Y siguiendo en el túnel del tiempo aunque ahora es mediados de los setenta, quizá 1977, recuerdo a Joaquín Sabina en La Mandrágora. Evidentemente, en aquel entonces no íbamos allí a ver a Sabina porque no sabíamos ni que existía. El local lo habían abierto entre varios socios y uno de ellos formaba parte del claustro de profesores de la escuela de mi único hijo en edad escolar entonces: Colegio Siglo XXI.
A La Mandrágora nos llevó un amigo, también con hijos en el mismo colegio, para ver a Juan Tamariz. Nono, así se llama, era muy aficionado a la magia y hoy él mismo es un gran mago. Comenzamos después a frecuentar el local de tarde en tarde. Allí alternaban sus actuaciones Alberto Pérez, Javier Krahe y Joaquín Sabina.
El local se encontraba en la Cava Baja del barrio de la Latina y era pequeño. A la entrada había una reducidísima barra y las actuaciones tenían lugar en la planta baja, un sótano donde sólo cabían una quincena de mesitas. Nos sorprendíamos de ver en vivo y en directo (notábamos su respiración y casi los tocábamos) a gente que, aunque desconocida, hacía las cosas tan bien. Y todo eso lo disfrutábamos cuatro gatos, mientras tomábamos nuestras copas y charlábamos con el local lleno de humo de cigarrillos. ¡Tiempos!

2 comentarios:

  1. Manuela no importa quién te ha dado la inspiración (me alegro que haya sido TOGU, con su canción), lo importante es que hayas vuelto a escribir; ese bonito arte que no todos pueden hacer, pero que a ti se te da muy bien, y ya de paso nos haces disfrutar a quienes te leemos.
    Hace aproximadamente un mes he podido disfrutar de una bonita velada con actuación incluida, parecida a la que describes y me he sentido muy identificada con tu escrito.
    Un abrazo.
    Ilde

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  2. Tiempos de juventud e ilusiones.
    Que bien que puedas tener esos recuerdos, creo que eran las noches de la movida madrileña mas o menos

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