Ariel
portaba su nombre con donosura, a pesar de las pesadas bromas sobre detergentes
en el instituto. Era alto, delgado, de ojos pequeños pero vivos, de una negrura
que acentuaban sendas filas de pobladísimas pestañas.
Ahora
había sobrepasado la treintena y la singularidad de su nombre no le afectaba,
al contrario. El comentario general al presentarse solía ser: qué original,
acompañado de una sonrisa, sobre todo por parte de las chicas.
Eso
precisamente fue lo que le ocurrió al inscribirse en la milla y legua Julio Rey que ese año
volvía a celebrarse en el mes de diciembre en su ciudad, Toledo. La milla es Sagitario,
como yo, fue la idea que se le cruzó mientras tomaban nota de sus datos.
Este
año corría en la modalidad de veteranos y así se sentía él en la carrera
después de tantas ¡había participado en todas! Lo que le pilló por sorpresa y
lo hizo enrojecer fue oír por megafonía los nombres de los ganadores: 1º Colón
Dixan, 2º Ariel Fernández.
*****
El relato que acabáis de leer lo presenté a un concurso este pasado mes de diciembre. Como véis, se trata de un evento local y había que hacer referencia a él en la narración. También debía atenerse a un número de palabras y no sobrepasarlo.
Como no fue premiado, os lo coloco aquí.
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