El otro día, en un grupo de
wasap (la peor forma de poder tener un intercambio de opiniones), alguien dijo
que la expresión “mi mujer” no le gustaba porque denotaba posesión. A él, a su mujer, le
gustaba llamarla compañera.
Yo tengo compañeros en la
clase de pintura, en la clase de yoga, igual que antes tuve compañeros de
trabajo, pero no me acuesto con ellos. Mi marido es mi amante pero no voy
diciendo por ahí: '“mi amante” quiere que vayamos al cine'. No, para
entendernos, aunque es mi amante y mi compañero, tengo que decir “mi marido”.
Para bien o para mal las
palabras tienen un significado y no podemos cambiarlo a nuestro albedrío. Si
no, nos vamos a volver todos locos.
Yo no siento que “mi hombre”
(como se dice en mi pueblo, aunque cada vez menos, la verdad) tenga ninguna
clase de posesión sobre mí cuando me llama “mi mujer”. Conozco hombres que
llamando compañera a su mujer son menos respetuosos con ellas que otros que la
llaman mujer.
Ah, y además la palabra “mujer”
no denota posesión, lo que la denota es el adjetivo posesivo “mi” y también se
usa al decir “mi compañera”.
Es un acto de cariño, Maluca, hablar de "mi mujer" o "mi marido". No le veamos dobles intenciones.
ResponderEliminarUn beso austral.
Por supuesto, Esteban, por eso no encuentro razón para buscar nuevas denominaciones. Aunque, claro está, cada uno es libre de llamar a su pareja como le dé la gana.
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