domingo, 26 de abril de 2020

L A P. R. (RELATO CORTO)

Paula llegó a la terraza donde solía desayunar. Pidió café con leche y tostada. Hoy se sentía segura y salió de casa sin mascarilla; además, se pintó los labios de rojo chillón. Eligió una mesa para tres, máximo permitido, y se sentó en la silla próxima a la calle; se veía guapa y quería que los demás la vieran. Estaba terminando de pedir al camarero cuando apareció Begoña con la mascarilla roja, la PR, bien colocada, los guantes a juego, y se sentó frente a ella. Paula iba a preguntarle el porqué de esa mascarilla, la más segura, cuando vieron acercarse a Paco con aire jovial. Aunque aún no se había quitado la mascarilla PA, el achinamiento de sus ojos brillantes dejaba adivinar una amplia sonrisa. Se sentó entre las dos. Begoña no pudo reprimir un respingo pensando que se había acercado demasiado. Con disimulo, se separó ligeramente. ¡Con la cantidad de sitio que había! Efectivamente la terraza era grande y solo la ocupaban cuatro mesas, con el espacio obligado entre ellas.
Paula dejó de lado la pregunta a Begoña y se dirigió a Paco:
–Vienes muy contento, ¿no? 
–Sí, ayer estuve en casa de mis padres viendo fotos. Mirad, os he traído unas cuantas. Paco se quitó la mascarilla y la metió en el estuche desinfectante ad hoc. Sacó las fotos en un sobre protegido.
Ju Paula extrajo de su bolso unos guantes finos y ajustables y miró las fotos con deleite. A los abuelos de Paco se los veía jóvenes. Había varias: de solteros en la playa, con los niños pequeños, cincuentones… En todas estaban muy cerca, con el brazo por el hombro, con los niños encima del regazo… una gozada. Qué tiempos, pensó. Cuando se las pasó a Begoña, ésta las miró con una inevitable sonrisa.
Paco las recogió porque se acercaba el camarero con la comanda. Traía tres bandejas cubiertas con tapaderas ajustables. Qué pena, pensó Julia. La tostada no está crujiente si la cubres recién hecha. Los cafés de Paco y Julia como los antiguos, en taza y con cucharilla. El café de Begoña, en cambio, venía en vaso de papel plastificado y con una especie de canuto cuyo extremo podía introducirse perfectamente en la hendidura ajustable de la PR.

Pasaron todo el desayuno comentando las fotos. Todos recordaban haber visto parecidas en sus casas. Claramente los antiguos no tenían ningún empacho en pasar las manos por cualquier parte del cuerpo de los otros. Se abrazaban sin ninguna precaución. ¡Así les fue!
Cuando estaban a punto de despedirse Julia lanzó: 
–Begoña, no nos has contado el motivo de tu máscara roja. 
–Bueno, es que no podéis imaginar lo que me pasó ayer. Estuve con Marcos en la exposición de Gago y cuando nos íbamos a despedir, se acercó y me besó. ¡Y yo sin gel desinfectante! No me pude lavar hasta llegar a casa. Estoy muerta de miedo, todas las precauciones son pocas hasta pasar el próximo control médico.

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