lunes, 1 de agosto de 2011
DESAYUNO EN CÓRDOBA
Era un día relativamente fresco de verano en Córdoba. A las diez de la mañana, el termómetro de la calle marcaba 25º C, corría aire y me dirigía a pie hacia el centro neurálgico de la ciudad –plaza de las Tendillas- buscando una cafetería con churros para desayunar. En línea recta desde mi hotel, me aseguraron en la recepción, no tardaría más de un cuarto de hora.
Los churros eran la excusa perfecta para callejear un poco por la ciudad. Resultaba agradable pasear, a condición de que el camino transcurriera bajo árboles o no muy lejos de los edificios que aún proyectaban largas sombras. Al atravesar alguna calle sin cobijo, aceleraba el paso inconscientemente pues el sol empezaba a picar.
Justo antes de llegar a la iglesia de San Nicolás, veo venir a un vejete moreno y delgado. Llevaba en brazos, yo diría que con mimo, un gallo de pelea. Lo seguían dos chiquillos guapísimos con aspecto agitanado. Uno de ellos llevaba una vara fina en la mano y, muerto de risa, le gritaba a quien yo pensé que sería su abuelo: “se ha quedao tiesa”. Eso era lo único que yo había logrado entender a los dos chavalillos, de no más de diez años. El abuelo seguía andando y ellos aceleraban el paso para alcanzarlo, intercambiando miradas cómplices, con una risa nerviosa y una alegría agitada. Era evidente que querían comunicar algo que a ellos mismos los había excitado y sorprendido.
Todo lo comprendí inmediatamente después: el muchado había sacudido con fuerza la vara sobre una de las palomas blancas que picoteaban los restos de los desayunos de los turistas. La paloma yacía inerte en el suelo, entre dos mesas. Unas cuantas plumas se habían desprendido en el golpe seco y posaban blanquísimas sobre el pavimento gris.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me recuerda el día que ibamos todo un grupo de amigos andando por el barrio de la estación de Toledo. El conductor de un enorme camión cargado de ganado frenó con tal violencia que nos quedamos silenciosos imaginando con que brutalidad los animales habrían sufrido el golpe. Fuiste la única en chillar " animal" o no me acuerdo bien que apóstrofe al conductor, con esta velocidad mental y verbal que te caracteriza, ademas de tu constante empatía con todo ser vivo...
ResponderEliminar¿Una paloma de blanco inmaculado?
ResponderEliminar¿Un muchacho de facciones agitanadas con una vara en la mano y dejándola tiesa en el pavimento?
El embrujo de Córdoba y sus avenidas sombreadas de naranjos nos pueden llenar la mente de infinidad de sugerencias.
Sí ya sé que una lectura fiel sería más sencillo, pero entonces, ¿para qué estaría la inteligencia? El placer de la lectura es reinterpretar lo escrito por su autor, o leer entre líneas que aunque muchas veces no sea la intención de su autor no significa que no exista.
Yo me alejo de la moraleja de:Huye de lo fácil, por aquello de la facilidad del alimento depositado por los turistas. O bien: mi suciedad alimenta a las aves.
Hay que ir más allá, buscar por el que viene detrás, arreando con la vara.