viernes, 23 de diciembre de 2011

PERIPLO ARGENTINO-CHILENO (9)

Después de haber cruzado el Atlántico, las dos horas y media que separan Buenos Aires de Santiago de Chile son poca cosa. Eso en cuanto a duración del viaje se refiere, porque la travesía de los Andes es de lo más grandioso que he visto. El día era claro, así que los pudimos apreciar en toda su magnificencia.

El tiempo de recoger las maletas, control policial, etc. se me hizo eterno, aunque fue más rápido que en Buenos Aires porque éramos menos viajeros llegando al mismo tiempo. Y por fin los vi, ahí estaban mi hijo y mi nuera, esperando. Nos abrazamos. A partir de ese momento, algo cambió. Ya no éramos los turistas que estaban lejos de su país, ahora volvíamos un poco a casa: estábamos juntos. Ellos nos guiaron a partir de ese momento. Nos tenían taxi reservado y por el camino nos contaron cosas de Chile, de Santiago.

Desde el asesinato del presidente socialista Allende, le he tenido a Chile un cariño especial. Ya por entonces tenía inquietudes políticas (en realidad creo que desde mis primeros años juveniles) y seguía, entusiasmada y preocupada, la aventura de Salvador Allende. En 1973 empezaba a haber cierta apertura política en la prensa y la televisión españolas y eso hizo que pudiéramos seguir el golpe del asesino dictador Pinochet muy de cerca. La muerte de Allende, de Víctor Jara, de Neruda,  los estadios llenos de ciudadanos que serían después torturados, masacrados, los sufrimientos del pueblo chileno, fueron episodios que quedaron para siempre en mi memoria. Ahora, muchos años después, estaba allí.

Mi primera impresión de Santiago es que era más árido que Buenos Aires, más recoleto a pesar de ser una gran urbe, una ciudad más a "la medida del hombre", como luego les diría a mis hijos. También más oscura. Tiene unos cinco millones de habitantes.
 Su situación hace que exista contaminación casi constante sobre ella. La ciudad está emplazada en un llano conocido como «cuenca de Santiago» que limita con el cordón montañoso de Chacabuco por el norte, la Cordillera de los Andes por el este, la angostura de Paine por el sur y la cordillera de la Costa. Es la razón del problema medioambiental que sufre Santiago, el esmog, más persistente en los meses invernales. 

El apartamento de mi hijo y mi nuera era pequeño pero suficiente para ellos. Una vez comprobado que estaban bien instalados, nos acercamos a conocer el nuestro, que se habían encargado de reservar en una zona moderna, al lado de su casa. Dejamos las maletas y bajamos a comer. Ya se nos había echado un poco la hora encima, así que no buscamos mucho, lo hicimos en una terraza cercana. Todo era nuevo para mí, estar allí con ellos me parecía mentira. Los miraba a los dos, felices, y me preguntaba si habrían pasado malos momentos, al llegar, solos.

Hay mucha diferencia entre acercarte a un restaurante de un país extranjero solo o con alguien que te guíe. Ellos sabían qué había que pedir en cada sitio, la diferencia entre nombres de los platos en la carta y realidades. He de decir que tanto en Argentina como en Chile, comparada con España, la comida es menos variada y, por qué no decirlo, peor. Recuerdo a un argentino, Federico Luppi, alabar la cocina española  reconociendo su superioridad, así que yo también lo puedo comentar. 

Mi hijo y mi nuera tenían planes para nosotros ese fin de semana y el siguiente. El resto de la semana nos las tendríamos que arreglar solos, aunque por la tarde, después de su jornada laboral, también podríamos contar con ellos. ¿Se puede pedir más? Después de comer nos fuimos a descansar del viaje y quedamos para cenar en un peruano. 







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