Retomo con intención de ampliarla una carta que escribí a mis nietos hace exactamente once años. Entonces tenía solo dos nietas y un nieto, Lucas, de dos años. Ahora, que tengo tres nietas y dos nietos, me asalta la misma duda que ya tuve entonces. Cómo me dirijo a ellos: ¿hablo de nietos o digo nietos y nietas? No sé cómo derivarán las costumbres y usos de los plurales en femenino y masculino, pero tengo que decir que a mí, a mis 75 años, me parece normal hablar de nietos y que todos ellos se sientan concernidos. Así ha sido la norma para mí desde siempre, aunque es verdad que ahora eso empieza a cambiar. Las mujeres son -somos- conscientes de la importancia del lenguaje y empiezan a reivindicar ser nombradas. Aunque feminista desde siempre, me parece redundante nombrar el masculino y el femenino continuamente: nietos y nietas, amigas y amigos, niñas y niños... Ya digo que lo comprendo, pero sigue pesándome todavía la costumbre y, lo más importante, la regla de la Real Academia de la Lengua, qué le vamos a hacer, una pertenece a una época.
Ahora os contaré un poco de mi día a día, que es lo que no hice por cierto en la carta anterior. Las mayores os acordaréis de mí a esa edad, trabajaba, hacía yoga, pintaba, escribía, cosía, estudiaba inglés... cocinaba, por supuesto, viajaba mucho, alternaba mucho con amigos (creo que ahora se dice socializar), pero quizá no los más pequeños.
Ya no tengo tanta actividad física como tenía. Ahora mismo estoy en proceso de ver qué hago con mi rodilla. Tengo los meniscos muy desgastados y dificultad para andar y dolores, por eso voy a natación. No tanto como me gustaría pero intento no perder el ritmo. Entre natación y aquagym, voy a la piscina 2 ó 3 veces por semana. No está mal. Me cuesta dejar la pereza a un lado, pero no hay más remedio. Supongo que a medida que entre el invierno será peor pues hará más frío.
Ahora ya no voy a pintar, ni a dibujar. Hago alguna cosa en casa, pero poco. Escribir me da también pereza, aunque luego me alegro cuando por fin sale algo. Lo que no he dejado es la lectura y el cine. Excepto en verano, solemos ir una vez -raramente dos veces- por semana al cine. Aquí, ya sabéis, además del cine comercial, tenemos el Cineclub, donde podemos ver películas en versión original.
A propósito del cine, el otro día me preguntó vuestro tío Albert cuál fue la la primera película que vi, pensando él que la primera sería en Madrid. Pues no, la primera de la que me acuerdo fue Látigo Negro, en el salón de cine de Conquista. Sí, allí había una sala con un escenario donde se representaban obras de teatro o se bailaba. Esto se hacía en ocasiones muy especiales. Los bailes desaparecieron pronto con la llegada de un cura carca al pueblo. Con este mismo cura, y bajo su estricta supervisión, empezaron a traer películas. El Consistorio debió comprar alguna máquina de segunda. El salón era la mitad de una casa, creo recordar que el suelo era de cemento y las sillas de anea, de las que había en cualquier casa. Para el baile se arrimaban a la pared, para el cine se ponían en filas. Yo iba con mis padres y luego con alguna amiga.
Luego en Madrid, la primera película que vi (o que recuerdo) se llamaba Tres sargentos y era en color, ¡qué emoción! Creo que fue en el cine Jorge Juan, situado en la calle del mismo nombre. Por si queréis recuperarla, que no lo creo, se estrenó en 1962 y la protagonizan actores que luego fueron muy famosos, Frank Sinatra, Dean Martín y Sammy Davis. En aquella época, mis padres no tenían dinero para llevarme al cine, pero iba invitada por mi tío Manolo. Sus hijas estaban internas en un colegio de Madrid, el Santo Ángel y los fines de semana lo pasaban en casa. Con mucha frecuencia, iba con ellas a merendar, al cine o a comer fuera. Gracias a esas salidas, conocía bastantes sitios donde de otra manera nunca hubiera entrado. A veces hacíamos excursiones cortas y comíamos por el camino. En este mismo blog he contado mi primera experiencia con los espárragos blancos. En esa época conocí Toledo, Segovia, El Escorial...
Precisamente para poder (¿lo lograré algún día?) entender películas habladas en inglés es por lo que no dejo de intentar aprender este idioma. Sigo con él. Cómo me hubiera gustado aprenderlo cuando era joven. No pudo ser. Ahora ya no lo conseguiré, dicen que los idiomas hay que aprenderlos cuando eres joven. Lo he podido comprobar con el francés. A pesar de no practicarlo, no lo olvido. A propósito del inglés, tengo una anécdota que no creo que ni vuestros padres conozcan. Cuando tenía 17 años, poco después de la vuelta de Yibuti, una amiga decidió irse a Londres a trabajar como "au pair". Yo quería irme con ella y le estuve dando la lata a mis padres mucho tiempo, pero no me dejaron.
Empecé esta carta pasado el verano con intención de hacer algo interesante, que no logro, así que voy a publicar esto y ya veremos. Mi intención es seguir. Aclarar que, después de la infiltración de ácido hialurónico, mi rodilla va mejor y mis visitas a natación, como intuía, se han reducido. La excusa es que ahora ya ando un poco más.
Hasta pronto. Os quiero.
¡Me encanta leerte! 🤍
ResponderEliminarSigue con tu mejoría y no dejes de contarnos cosas. (Bueno a tus nietos)
ResponderEliminarA mí me ha encantado saber de ti.
Un abrazo.