domingo, 23 de febrero de 2025

CARTA A MIS NIETOS. 3

El teléfono.

Como os decía en la primera carta "... es para cuando seáis mayores, tan mayores como para que ya os hayáis planteado esas preguntas que sólo se hacen a cierta edad. ¿Cómo era mi abuela paterna?". Esta es la tercera carta que os dirijo y cada vez tengo más dudas de si interesará a alguien alguna vez, pero creo que las personas no cambiarán tanto y les seguirán intrigando las mismas cosas que no conocen que a mí. Sí, ahora está el cine, la tv, y, sobre todo, las redes, internet, esa fuente inagotable que todo lo sabe, todo lo conoce. Aun así, sigo.

Hoy os voy a contar mis primeras experiencias con el teléfono. El teléfono llegó a Conquista el 28 de septiembre de 1959. Sí, aunque os parezca increíble, vivíamos sin teléfono. Y mucho tiempo después de esto, seguimos viviendo así. Yo acababa de cumplir 10 años. Desconozco si existía alguna línea ya en alguna casa o, imagino que sí, en el cuartel de la guardia civil. El caso es que llegó el teléfono y pusieron una centralita en una casa particular del pueblo, cuya dueña se encargaba de hacer las conexiones. A mí esto no me afectó lo más mínimo, mi familia, en el tiempo que estuvimos en el pueblo, nunca lo utilizó. Mi experiencia consistía en que ahora ya sí oía hablar del aparato.  Escuchaba a alguna vecina decir "A las cuatro espero una conferencia con Madrid" o "Voy a poner una conferencia a Fulanito, a ver a qué hora me la dan". En efecto, las llamadas no eran directas, todas tenían que pasar por una centralita. Debía de haber más necesidad de líneas y centralitas de las que existían. En cuanto a mí, ya digo que más allá de eso o de ver alguna vez a varias personas esperando llamadas o el ruido de alguna de éstas al pasar por la calle, no tuve ninguna experiencia directa con el aparato en cuestión.

A principios de los sesenta, ya había muchos teléfonos en España; en Madrid, por supuesto. Incluso en los nuevos barrios como el mío, Moratalaz, creo que más de la mitad de los vecinos lo tenían. Recuerdo mi sorpresa al ver los gruesos volúmenes de las guías telefónicas. La correspondiente a nombres, tenía dos volúmenes y las tapas eran de color amarillo, aunque era conocida como la de las "páginas blancas" la de calles era azul, en un solo tomo. Todo aquél que dispusiera de un teléfono, particular o empresa, figuraba en la guía telefónica. El orden era, lógicamente, el alfabético. Primer apellido, segundo y nombre. La de calles era: nombre de la calle, avda., paseo, etc. número, y en cada número las personas que vivían en él. En este caso, sólo aparecía el primer apellido y la inicial del nombre, creo recordar. Desaparecieron a principios de los años 2000. Eso ya no iba con los tiempos de la protección de datos.

El teléfono sólo se usaba para casos absolutamente necesarios o urgentes, por eso la gente era solidaria y, con mucha frecuencia, ante una necesidad, podías ir a casa del vecino y pedir por favor que te dejara usarlo. Eso hacía yo cuando empecé a buscar trabajo. Junto con mi curriculum dejaba un número de teléfono, que era el de la vecina. Aún recuerdo ese número de memoria. También cuando empecé a salir con algún chico, dejé ese número de teléfono. Lógicamente solo lo hacía con la vecina de más confianza, la de al lado, Maruja, y en situaciones excepcionales. Pasé vergüenza muchas veces al tener que pedir este favor.

También había teléfonos públicos en los bares y, más tarde, proliferaron las cabinas telefónicas. Para ambos, existían unas fichas especiales que había que comprar, eran de un color parecido a la peseta y tenían dos ranuras que las atravesaban,  después vinieron las cabinas de monedas. Era normal llevar en el monedero varias de estas fichas del tamaño de una moneda de un euro. 

Si mi padre no hubiera sido sordo, habríamos tenido teléfono mucho antes. Pudimos convencer a mis padres de la necesidad de este aparato cuando la sastrería, situada en la casa, empezó a tener más clientes, a principios de los setenta. El modelo que compraron era el góndola, pequeño y que podía quedarse encima de un mueble sin ocupar mucho espacio. Existía en varios colores, el de casa era color marfil. Unos años antes, poco después de llegados a Madrid, habían comprado un televisor. Os podéis imaginar que ambas cosas fueron grandes acontecimientos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario