viernes, 11 de junio de 2010

UN JUGUETE

Hoy, en un foro de esos a los que te apuntas porque alguien te lo recomienda, preguntaban qué juguete era el que te había hecho más ilusión cuando eras pequeña. Contesté a bote pronto: un diábolo. Es verdad, ese diábolo me ilusionó mucho porque tenía muchas ganas de tenerlo y, cuando lo tuve, lo disfruté a tope. Me esforcé por llegar a dominarlo y, aunque nunca fui una virtuosa, sí sentía un placer intenso cuando lo tiraba muy alto y conseguía volver a cogerlo con la cuerda y que siguiera bailando.

Otra de las cosas que me hizo una ilusión enorme fue un juego de cocina. Era de un tamaño considerable, aunque de juguete, claro. Precisamente porque era como los de verdad, me gustaba tanto. Se componía de una olla, una cacerola y un cazo. Estaban hechos de aluminio y me gustaba manosearlos, mirarlos y jugar con ellos. Muchas veces me he acordado de aquellos cacharros que tanto me gustaron y que no sé adonde fueron a parar. Me los echaron los reyes un año en que vinieron muy cargados, por cierto. Un resquemor feminista me ha impedido citarlos. Me imaginaba a la gente pensando en una niña tonta y su juego de cacerolitas.

Pero haciendo memoria de una cosa que me hubiera gustado mucho, mucho, me acordé de una muñeca gigante que no me gustaba nada y de mi cuento –ése sí- adorado. Era un cuento de Caperucita Roja, de aquellos que venían recortados siguiendo la silueta del dibujo del personaje principal. En este caso se trataba de una preciosa caperucita rubia con su bonito gorro y capa rojos. Llevaba del brazo una ollita de miel y ese cacharrito sobresalía del cartón del cuento con una auténtica cuerda y era de cerámica de verdad. Me lo debieron traer mis tíos de fuera porque por mi pueblo no existían tales modernidades en aquellos años.

El caso es que se lo presté un día a una amiguita y vecina y me lo devolvió con la ollita de miel rota. No sé si lloré o no pero el dolor fue intenso. De alguna forma lo debí hacer notar porque la madre de mi amiga me dijo para calmarme: no te preocupes, cuando mi hombre vaya a Córdoba te traerá otro igual, nuevo.

Eso me calmó y a partir de entonces empecé a esperar ansiosa que se produjera uno de aquellos viajes. En cuanto me enteraba de que alguien de la familia de mi amiga emprendía un viaje, ya me ponía a saborear el cuento nuevo que me traerían. Desde el momento en que llegaban, le preguntaba expectante y nerviosa a mi madre si lo habrían traído. Mi madre intentaba quitarme el entusiasmo diciéndome que no creía que se hubieran acordado. Yo, hasta que no me lo confirmaba, no paraba de preguntar esperando secretamente anhelante que se hubieran acordado. Al cabo de muchos viajes comprendí que nunca me lo traerían y que nunca, seguramente, estuvo en sus pensamientos tal cosa.
No me veo capaz de transmitir la tremenda frustración que sentí cuando fuí consciente del engaño.
Nunca se deben crear falsas expectativas a un niño.

14 comentarios:

  1. Bienvenida, y especialmente por llegar con juguetes y recuerdos que te hacen entrañable

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  2. Enhorabuena por este bonito y hermoso relato tan emotivo, de recuerdos entrañables de la niñez, e incluso esa desilusión por lo prometido y no cumplido.
    Gracias por compartirlo con tus amigos.

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  3. Hola Manuela,gracias por este bonito relato,me has hecho recordar un camión de madera que me trajeron los reyes un año que vinieron un tanto generosos,me hizo tanta ilusión que, casi 60 años despues recuerdo con cariño la ilusión que me hizo aquel juguete.

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  4. Juan, estaba preguntándome por la utilidad de un blog y vosotros, con vuestros comentarios, se la estáis dando.

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  5. Como se nota que por "vuestras" casas pasaban los reyes magos; por la mía nunca lo hicieron, bueno miento, si pasaban y nos dejaban una moneda de "10 reales ó 2,50 pesetas" de las de entonce y unos polvorones. Eso sí, mi madre le había dejado el "cencerro" con agua y el celemín con "cebá" para los camellos, y según ella, habían comido y bebido. Yo de siempre había soñado con una pistola o con un balón, pero nunca me los trajeron, nunca pasaban cargados por mi casa. Ese día era un día triste para mí, era tremendo, pero bueno nos conformábamos los los 10 reales y los polvorones, y ver a nuestros amigos con sus juguetes que algunas veces nos dejaban usarlos. Pero bueno, así de dura es la vida.

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  6. Me alegro de tu decisión de mantener un Blog, Manuela.
    Acerca del relato de tu frustración sufrida desde niña, te dire que hablando el otro día con psicologas ( francesas) en activo, me comentaban que a la vista de los resultados nefastos de cierta educación demasiado permisiva de las décadas 70/80, se aconsejaba a los jovenes padres de hoy de enfocar la educación de sus hijos privilegiando la formación de la autonomía ( desde pequeños) y sin perder de vista la confrontación del niño con pequeñas frustraciones-que si se empieza desde la pequeña infancia- se viviran evidentemente dentro del mundo de los juguetes ( que no llegan nunca, que se rompen y no son inmediatamente repuestos, que no se compran aunque los tenga el vecino, etc).
    Grandes seran las frustraciones que depara el futuro, y más vale entranarse desde pequeño a relativizar y no crisparse.

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  7. Isabelo, por eso me estoy alegrando. Estoy descubriendo cosas que desconocía. No sabía que tu infancia había sido tan dura.

    Claudie, yo no estoy segura de lo que dices. Creo que, efectivamente, no hay que decir sí a todo, como normalmente ocurre ahora. Hay que decir muchas veces no. Pero engañar no creo que fuera bueno. Otra cosa es que me hubieran dicho que estaba roto y no había nada más que hacer.

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  8. Nunca pude aprender a jugar con el diábolo,ni al yoyo, ni al julajop, estos juegos solo los tuve a ratos que alguna amiga me los dejaba, con lo cual nunca aprendia. Si dominaba muy bien la comba y las chinas que se jugaba con 5 piedrecitas y se lanzaban hacia arriba y se volvian a cojer de nuevo.
    De Reyes recuerdo un parchis y un rompecabezas
    algun plumier, lapiceros y cuadernos.

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  9. Queridas Rafaela y Nieves, cuento los díassssss....

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  10. Rafi, yo jugaba mucho al juego de las 5 piedrecitas, sobre todo con Angelita. Buscábamos piedras los más iguales posibles y en los veranos nos pasábamos las siestas a la sombra, tiradas en el suelo. Recuerdo alguna de las cancioncillas que cantábamos al tirar las piedras en alto. Otras las he olvidado. En alguna ocasión que nos veamos me encantaría que la recordáramos.

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  11. Nieves, Rafi, sabéis que durante muchos años cuando he ido por algún río o sitio de cantos rodados, no he podido resistir la tentación de formar un juego de chinas?? La última vez lo hice en una playa de Almería: eran chinas negras.

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  12. Cuando hablo del juego de las chinas creo que sabria jugar igual que entoces. Nieves este juego es cierto que seria de verano porque siempre jugabamos a la sombra, cada juego tenia su epoca y seria por algo.

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  13. Creo que era porque siempre jugábamos en la calle y en invierno, imagínate cómo se nos quedarían las manos. Jugábamos con el buen tiempo y, claro, las temperaturas de verano en nuestro pueblo no son como para andar al sol. Además elegíamos la sombra porque allí estaban las lanchas, el granito o la pizarra o las baldosas.
    En cuanto a jugar como antes, no te creas, haz la prueba! Yo la hice intentando enseñar a mi nieta con un juego que siempre tengo y me sorprendí al ver la agilidad que había perdido.

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